Con el paso del tiempo, el devenir de la sociedad ha ido mutando a antisocial, la pérdida de valores nos hace egocéntricos e intolerantes y la convivencia es cada vez más difícil, afectando sobremanera al núcleo familiar. Y para dar solución a los problemas familiares está 'La Ley sobre la violencia familiar', denominada 'Ley de violencia de género', pero al parecer, esta Ley, más que dar soluciones crea daños irreparables. No hay más que constatar los resultados y los dramas que está ocasionando en tantos niños, que teniendo padres viven condenados a no verlos, porque al ser acusados, aunque sea falsamente, automáticamente son declarados culpables y se impone la 'Orden de alejamiento'. Leyes tienen que haberlas, pero Leyes justas que se ajusten a hechos reales, pero no dar por hecho hechos estandarizados, cuando cada caso debe ser analizado pormenorizadamente y ajustado a los hechos, aplicar la Ley.
Por lo que se ve, son muchos los países que aplican Leyes que no están dando resultados ‘justos’ y crean malestar entre algunos juristas. Es el caso de ex juez argentino Mauricio Mizrahi, que dice: “En violencia familiar, basta que alguien haga una denuncia para que el denunciado se convierta en culpable”. “Se corta el vínculo con el padre o la madre en un día, pero se tarda años en restablecerlo”, dice este ex juez de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Civil de Capital. Desidia, mala praxis, ignorancia, escasez de medios: son algunas de las razones que facilitan la judicialización de los conflictos por la tenencia de los hijos, con grave afectación de los derechos del niño.
La Ley no es mala, pero no se cumple, explica Mauricio Luis
Mizrahi, ex juez de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Civil de la Ciudad
de Buenos Aires. Ante una denuncia de violencia familiar, muchos jueces “se
cubren” dictando de inmediato una cautelar que excluye abruptamente al
progenitor denunciado de la vida del niño. Una denuncia equivale entonces a una
condena, porque el siguiente paso que define la norma es una audiencia para
escuchar a la parte denunciada y acá es donde la justicia empieza a fallar:
prácticamente nunca se realiza en las 48 horas que fija la ley, los plazos se
eternizan, “como yo lo vengo denunciando -dice-, por la burocracia judicial”.
Mauricio Mizrahi es doctor en Derecho y Ciencias Sociales,
fue juez civil por casi 30 años y es profesor titular consulto de la
Universidad de Buenos Aires. Ha publicado el libro Responsabilidad parental y
también varios trabajos para explicar el fenómeno de la “alienación parental”,
realidad que muchos niegan pese a la evidencia del incremento de las falsas
denuncias de violencia familiar que suelen ser el primer paso de una larga
serie de acciones destinadas a excluir a uno de los progenitores de la vida del
niño, que pasa a estar bajo dominio total del denunciante, al punto de asumir
su discurso. No significa que todas las denuncias sean falsas, aclara Mizrahi,
pero muchos jueces fallan en la celeridad para investigar y resolver estos
casos en los que el paso del tiempo significa para los menores la pérdida de un
progenitor y en ocasiones de toda la familia paterna o materna.
Entre los déficits que señala están ciertos errores en la
interpretación de la Convención de los derechos del niño y en la aplicación de
la Ley de violencia familiar que él no atribuye necesariamente a la mala fe
sino más bien a la ignorancia o, en otras palabras, a la falta de formación y
especialización, tanto de los magistrados como de los psicólogos que los
asisten en estas causas. Pero la mayor dificultad radica en la escasez de
juzgados de familia que es quizás la principal causa de una morosidad en los
procesos que deriva en grandes injusticias. La Corte Suprema tiene autonomía
como para decidir la creación de nuevos juzgados, apunta Mizrahi, quien,
preocupado por llamar la atención sobre estas falencias, ha convocado en junio
próximo a unas jornadas interdisciplinarias en torno a la problemática de la
“alienación parental” y el abordaje de estos conflictos familiares que judicializan
la infancia.
A continuación, la entrevista literal, concedida por el ex
juez argentino Mauricio Mizrahi, a la periodista Claudia Peiró y que fue
publicada en el digital infobae.com en febrero del 2022 con el título: “En
violencia familiar, basta que alguien haga una denuncia para que el denunciado
se convierta en culpable”. En esta larga pero interesante entrevista el ex juez
se explaya, sobre las causas de las anomalías en el funcionamiento de los
juzgados de familia y dejó claro los fallos que eternizan los procesos, pero eso
pasa allá y acá… y los niños son las únicas víctimas:
Pregunta— Se observa actualmente una proliferación de
litigios familiares, tal vez porque hay más separaciones, y surgen conflictos
en torno a la tenencia de los hijos. ¿Cuál es la causa por la cual un padre, o
una madre, puede pasar hasta cinco o seis años sin ver a sus hijos incluso
habiendo sido absuelto por la justicia?
Respuesta— Las razones son varias. Cuando se interrumpe el
contacto de una madre o un padre con el hijo, y no hay una solución rápida, y
no hay una causa razonable, porque si se trata de un padre golpeador o un
violador, es lógico que no haya contacto. Pero dejando de lado esas
situaciones, cuando no hay ninguna causa importante se debe a varios factores.
Primero, al funcionamiento de los tribunales. Todos sabemos, no es ninguna
novedad, que no funcionan bien los tribunales, están abarrotados de trabajo, yo
he publicado muchos trabajos denunciando esta situación. No solo en este
gobierno sino también con el anterior. O sea que vienen gobiernos de diferentes
signos y todos con la misma política de no hacer las inversiones necesarias.
Por otro lado, hay jueces que no son lo suficientemente capaces porque hay una
deformación, que también he denunciado, de los concursos, que en este gobierno
y en el anterior en gran parte eran digitados, con lo cual no llegan a jueces
los candidatos más idóneos. Otra razón es que muchos psicólogos no entienden
esta problemática.
P.— Se dice que va una madre o un padre y denuncia “mi ex
abusó de mi hijo” y basta la palabra de esa persona para que el juez dicte una
orden de alejamiento. ¿Es así?
R.— Lamentablemente es así en muchos casos. Salvo honorables
excepciones de jueces muy precavidos. No solamente por abuso sexual, cualquier
denuncia de violencia familiar. En la Capital Federal tenemos una Oficina de
Violencia Doméstica, la famosa OVD, que es realmente un desastre, porque recibe
la denuncia de la mujer, puede ser de un hombre también, y no confrontan, no
citan al denunciado. De modo tal que basta que alguien haga la denuncia para
que el denunciado se convierta en presuntamente culpable. No quiero decir que
sean falsas las denuncias. Una denuncia puede ser muy falsa como muy verdadera.
Abuso, maltrato, lesiones, puede ser mentira o verdad. Es tarea del tribunal
investigar. El problema es que dictan la cautelar inmediatamente. Yo he denunciado
esta situación que se debe entre otras cosas a que los jueces quieren cubrirse.
Pero, además, no puede haber atención personalizada por la gran cantidad de
expedientes de violencia que entran por día en cada juzgado.
P.— ¿Tiene idea del número?
R.— No con exactitud, pero sí que superan la capacidad del
tribunal. Pero por otro lado los jueces quieren cubrirse, entonces ante el
riesgo de que pueda ser verdad, cortan el vínculo. Como vengo denunciando, se
corta el vínculo en... ¿sabe cuánto?: en un día. ¿Y sabe cuánto tarda en
restablecerse? De repente, tres años. Por la burocracia judicial. "Un
chico de 8 años, por ejemplo, se entera de un día para el otro que no puede ver
más al padre o a la madre sin que el juez lo haya citado", dice el ex
juez civil Mauricio Mizrahi.
P.— El siguiente paso es que no cumplen el Código de
Procedimiento, ¿no?
R.— ¿Los jueces? No lo cumplen.
P.— Porque el Código dice, lo leí en sus artículos, que el
juez tiene que hacer una audiencia a las 48 horas.
R.— Tal cual. Hay varias violaciones de la norma por los
jueces. En general las leyes no son malas, tratan de guardar el equilibrio, lo
que se llama la compensación. Entonces, por un lado, la ley autoriza al juez a
dictar la medida inmediata, pero por el otro le ordena al juez que dentro de
las 48 horas debe citar al denunciado con lo cual éste puede ir y decir “la
verdad es ésta, yo no hice tal cosa, o tal otra” y el juez inmediatamente
levanta la medida. Esa audiencia no se hace ni en Capital Federal ni en
provincia. ¿Sabe lo que hacen? Citan al denunciado, y le hacen firmar como que
vino y cumplió.
P.— O sea que lo notifican.
R.— Lo notifican, exactamente. La otra violación es que no
escuchan al niño, están violando totalmente la Convención (de los derechos del
niño). O sea que un chico de 8 años por ejemplo se entera de un día para el
otro que no puede ver más al padre o a la madre sin que el juez lo haya citado.
Cuando hablo con los jueces, me dicen y qué quieres, estamos sobrepasados.
P.— ¿Por qué ante una denuncia de violencia doméstica el juez toma una decisión tan drástica de cortar el vínculo del niño con el progenitor o progenitora denunciado, los abuelos, los tíos, toda la familia del ex denunciado o denunciada? Usted sostiene que puede haber medidas intermedias. Soluciones que eviten una ruptura drástica del vínculo.
R.— Totalmente. Cuando yo estaba en la Cámara, Cámara Civil,
Sala B, me llegaban apelaciones, y hay un olfato, uno está acostumbrado a esto
y cuando no le ve mucha verosimilitud a la denuncia lo que hace es reemplazar
la prohibición por un sistema de comunicación asistida o supervisada. Se
nombran trabajadoras sociales que, hasta que quede dilucidado el tema, por lo
menos la persona ve a los hijos unas horas dos veces por semana, por ejemplo.
P.— Con la presencia de un profesional.
R.— Sí, sí, sí. ¿Por qué no hacen eso? No tengo problema de
decirlo: porque no se trata del hijo de esos jueces, porque si fueran hijos de
ellos seguramente lo pensarían dos veces antes de cortar los vínculos. Es una
forma de proceder alegremente, superficialmente, en muchos jueces. En otros no.
Quiero aclarar que hay muchos jueces responsables. Pero otros no se dan cuenta
de la dimensión del problema.
P.— Claro, porque un niño de 2, 3, 4 años que es aislado por
completo de su padre durante cuatro o cinco años, después la revinculación es
un desastre. Es encontrarse con un desconocido.
R.— Así es. En cambio, con un sistema de régimen asistido por
lo menos sigue alguna suerte de vínculo entre ellos. Después se verá qué pasa
en el trámite. Pero todo es muy lento. El sistema judicial es muy lento. Y eso
va en contra de los derechos de los afectados. Además, hay abogados
inescrupulosos. También los hay muy serios y muy responsables. Pero hay otros
que le dicen al cliente “¿por qué no le hacés una denuncia de violencia
familiar?” Hay abogados inescrupulosos que no merecen ejercer la profesión.
P.— Algunos padres me decían que hay una falla del sistema
sobre la cual se montó una industria del juicio, porque hay una proliferación
de este tipo de situaciones, ¿no? ¿Se está haciendo una estadística, para
saber, en las separaciones litigiosas, qué porcentaje hay de falsas denuncias?
R.— No, pero se sabe que hay abuso de las denuncias de
violencia familiar. Hay abuso por parte de los profesionales porque por más que
el cliente le diga lo que le diga, si el abogado se pone firme, si es serio, le
dice: perdóneme, si no me da elementos yo no voy a hacer la denuncia. Inclusive
si se actuara bien y se trata de una denuncia inescrupulosa e ilegal puede
haber responsabilidad del abogado que está mintiendo a la Justicia, es una
irregularidad. Puede ser objeto de sanciones. Pero, ¿sabe lo que pasa? Hay una
identificación entre las relaciones de pareja y las relaciones
parento-filiales, entonces hay una creencia en gran parte inconsciente del
afectado, hombre o mujer, que tiene una herida narcisista, que fue abandonado,
o traicionado, y usa como arma al chico. ¿De mala fe? Muchas veces sí. Pero
otras veces es un manejo inconsciente del progenitor que dice: bueno, si mi
relación sentimental con Fulana o Fulano terminó también tiene que terminar la
relación de mi hijo con ese Fulano o Fulana. Es la identificación o confusión
de la relación de pareja con la relación parento-filial. Son un verdadero drama
estas situaciones y ahí es donde se producen los casos de alienación parental
de los que he sido testigo en el funcionamiento de los tribunales. "Hay
una identificación entre las relaciones de pareja y las relaciones
parento-filiales; el afectado, hombre o mujer, que tiene una herida narcisista,
que fue abandonado, usa como arma al chico".
P.— Ese concepto de alienación parental es negado por
organizaciones feministas que defienden el dogma de que una madre no miente.
“Yo te creo hermana”. Si la mujer denuncia, es ley. Usted de todas formas no
considera a la alienación parental como un síndrome. ¿Por qué?
R.— Porque la palabra síndrome hace referencia a una cuestión
individual de orden psiquiátrico. En cambio, la alienación parental es un
problema relacional, no es un tema de la psicología tradicional individual. No
tiene por qué estar en el DSM-IV (N. de la R: Manual de los trastornos mentales
de la Asociación Estadounidense de Psiquiatría). No es un problema
psiquiátrico, que se maneje farmacológicamente. No, es un problema relacional
que deben manejar terapeutas familiares. Porque el problema es en la relación.
Y en cuanto a que no existe, digo: o hay mucha mala fe o hay mucha
desinformación. Quizás ambas cosas. La palabra alienación responde a la
estructura del ser humano. Usted, yo y todos los seres humanos nacemos
alienados al cuerpo del otro. Cuando el bebé nace, no sabe separar bien su
cuerpo del cuerpo del otro, generalmente la madre. Cuando hablan los chicos a
veces dicen “el nene quiere la sopa”. Ese hablar en tercera persona es porque
no diferencia su cuerpo del cuerpo del otro. Esto, dice el psicoanálisis, Lacan
entre ellos, es alienación, el niño nace alienado al cuerpo del otro. Luego, en
el proceso de desarrollo se produce la individuación. El chico se va volviendo
un sujeto autónomo. ¿Qué pasa con la alienación parental? De alguna manera hay
una actualización de aquellas situaciones anteriores. Decir que la alienación
no existe es negar la estructura. Todos pasamos por la alienación parental.
Después viene el desarrollo, uno se convierte en sujeto autónomo; la alienación
parental es un retroceso. Los psicoanalistas dicen que no es un retroceso, sino
una actualización. Muchos admiten que existe este proceso, pero no quieren
denominarlo así. Por el temor a las críticas. Yo pienso que a las cosas hay que
llamarlas por su nombre.
P.— Usted señaló la responsabilidad de los abogados. También
está la de los psicólogos...
R.— Sí. ¿Se acuerda que me preguntó por qué se demoran estos
procesos? Y, por los psicólogos también. Porque no toman el toro por las astas,
no analizan la situación, muchos desconocen. Y hay mucha presión. Esto lleva a
que algunos denuncien todos los síntomas de alienación parental pero no se
atrevan a decir que es por influencia del padre o de la madre. Y yo vuelvo a
insistir que es de ambos sexos. Uno de los casos de alienación parental más
grave que a mí me tocó siendo juez de Cámara fue de un varón que tenía a dos
hijos pre adolescentes absolutamente alienados. Y la pobre madre... realmente
me he compadecido mucho de ella, e hicimos todo lo posible, algo se logró, pero
cuando llegan a determinada edad ya es muy difícil. Tampoco hay que poner en
paralelo abuso sexual y alienación parental. En general, en los casos de
alienación parental que vi como juez creo que en uno solo había denuncia de
abuso sexual.
P.— Los otros eran por violencia.
R.— Claro. Hay casos de alienación parental en los que la
madre o el padre, el alienante, denuncia otras cosas: que dejó al niño solo en
la calle, que no le da comida, o que no le da comida sana. Otra crítica es que
la alienación parental se esgrime para encubrir los abusos. ¡Ni que la justicia
fuera un juego de niños! La condición fundamental para que haya alienación
parental es que la persona que no puede ver a su hijo no haya cometido actos
graves. En todos los casos hay que investigar y si no hay elementos suficientes
no cortar los vínculos. Además ¿qué puede pasar con un vínculo asistido? Nada.
Y si hay algún elemento serio de sospecha, ahí el juez tiene que moverse rápido
e investigar.
P.— ¿Una Cámara Gesell es suficiente para determinar si un niño fue abusado? Muchos dicen que estos delitos son muy difíciles de probar. Cuando absuelven a un padre, algunas feministas muy dogmáticas dicen que es porque no se pudo probar. Una revisión médica, entrevistas psicológicas y la Cámara Gesell ¿no alcanzan para establecer la verdad?
R.— Depende. Es verdad que a veces se cometen delitos y no
hay elementos de prueba o hay pocos. Como ex juez, no puedo descartar que haya
un caso de violación real que no se pueda probar. Además, una cosa es el
sobreseimiento y otra la absolución. En el sobreseimiento, el juez está
diciendo no tengo elementos, sobreseo. En cambio, en la absolución el juez
tiene claro que no se cometió ese delito. Pero reitero que un juez de familia
puede tomar recaudos, puede hacer un período de contactos asistidos, para que
no se rompa totalmente el vínculo. Ahora, la Cámara Gesell es muy importante
porque permite controlar a quien hace la entrevista. Porque hay mala praxis. Hay
que tener mucho cuidado con la forma en que se interroga al chico. Las
preguntas tienen que ser abiertas. Pero hay muchos psicólogos que hacen
preguntas inductivas, sugeridas, preguntas que comprenden de alguna manera la
respuesta. Y eso es mala praxis.
P.— Eso se ve claramente en el video de la Cámara Gesell del
caso Foster Abduch que publicamos la semana pasada.
R.— Sí, Pero además es una barbaridad lo que está pasando en
la actualidad, al menos en la justicia de familia de Capital Federal y
provincia de Buenos Aires, que el chico es citado un montón de veces al
tribunal. Lo citan en primera instancia. Después va a la Cámara. El defensor de
Cámara lo cita, después lo cita el juez de Cámara. Hay casos que llegan a la
Corte. El pobre chico fue cuatro, cinco, seis, siete veces. Eso debe
prohibirse.
P.— ¿No es importante que el juez vea al chico?
R.— Pero hay que grabar. Si yo tengo la videograbación de la
entrevista que le hizo el juez de primera instancia no necesito en principio
citarlo. Después vienen los terapeutas. Acá hay que distinguir diagnóstico de
tratamiento. Tampoco en lo diagnóstico se aconsejan muchas entrevistas. Ahí
tiene que ser hábil el terapeuta. Ahora, cuando viene el tratamiento, por
definición se trata de curar o de mejorar, y el niño tiene que ir. El implante
de memoria no es un invento; los chicos son proclives a confundir lo visto, lo
imaginado y lo hablado.
P.— Usted dice que es importante supervisar la Cámara Gesell.
¿Es posible inducir un discurso o recuerdos falsos en un niño?
R.— Sí, el implante de memoria no es una cosa inventada por
unos locos, lo muestra la realidad. Y los chicos son más proclives al implante
de memoria y a confundir lo visto, lo imaginado y lo conversado o hablado. Se
suele confundir. Se suele mezclar. Entonces si yo, adulto, terapeuta,
constantemente le hablo, le hablo, termino por ser el implante de memoria. Me
voy a detener un minuto en esto porque vale la pena. La literatura es la madre
de todos los saberes. Todos los grandes descubrimientos de alguna manera se
anticiparon en la fantasía de la literatura. Y hay un cuento de Anatole France
que se llama “El señor Thomas”. Era la época de la discusión entre clericales y
no clericales y en una escuela denuncian que un maestro laico había sentado a
un niño, como reprimenda, arriba de la estufa, a que se le caliente la cola.
Interviene el juez Thomas. Interroga a los treinta chicos de la escuela:
ninguno había visto al maestro hacer eso. El juez insiste, ¿pero seguro que no
lo viste Juan? ¿Seguro, Eduardo? ¿Seguro? Treinta días interrogándolos. Al cabo
de los 30 días, todos los chicos declararon haber visto cómo el maestro había
sentado al chico sobre la estufa. Pero el abogado del maestro demostró que no
había estufas en la escuela. Anatole France dice que el juez era meticuloso,
pero no se dio cuenta de que con tanta interrogación terminó indicándole a los
alumnos lo que tenían que decir.
P.— ¿Algo así puede pasar con un niño en estos conflictos
familiares?
R.— Sí, porque los chicos de alguna forma son objeto de
seducción por las personas de autoridad. Llámese padre, llámese juez, también
los jueces tienen un poder, el chico sabe que está frente a una autoridad, y el
psicólogo también es un personaje y puede influenciar.
P.— En el video que le mencioné se oye claramente cómo la
psicóloga intenta inducir al chico. El nene está dibujando un monstruo que para
él es simpático porque es un personaje de historieta. Pero la psicóloga le dice
una y otra vez que los monstruos hacen cosas muy feas.
R.— Bueno, imagine una entrevista, una segunda, tercera, y
así, y el chico queda seducido por la autoridad y en definitiva dice puede ser.
Cuando se disponen las terapias de revinculación debe ser con apercibimientos
severos porque de lo contrario el padre o madre que no tiene interés en revincular
al niño con su ex hará un saboteo constante.
P.— ¿Por qué hay tanta impunidad para la falsa denuncia?
R.— La falsa denuncia es un delito penal. Pero debe poder
acreditarse la mala fe. En esto también quiero ser honesto y aclarar que hay
padres o madres que hacen denuncias hasta de abuso sexual convencidos de que
ocurrieron. Y después resultaba que no era. Pero la mujer o el hombre estaban
convencidos. El tema es muy complejo y requiere mucha especialización y un
trabajo combinado entre terapeutas y jueces. Ambos se necesitan. Es una
asociación fundamental. Una asociación de saberes. El juez necesita de los
terapeutas porque qué puede hacer sin su dictamen. Y el terapeuta poco puede
hacer en estos casos sin el imperium de los jueces que pueden determinar
sanciones. Es fundamental que cuando se disponen las terapias de revinculación
sea con apercibimientos severos porque el padre o madre que no tiene interés en
revincular al niño con su ex, al no ser obligatoria hace un saboteo constante.
P.— Les he preguntado a personas que fueron víctimas de estas
acusaciones infundadas por qué no denunciaron luego a quien les hizo esa falsa
denuncia. Uno de los motivos es que la persona que estuvo litigando dos, tres o
más años para recuperar a su hijo queda agotada. No quiere saber más nada.
R.— Sí, pero además no es fácil probar. Es decir, uno puede
probar que no existió el abuso o el maltrato. Pero hay que demostrar que hubo
mala fe. O una negligencia grave. ¿Qué significa? Que yo me largue alegremente
a hacer denuncias sin tener ningún elemento. Entonces el juez cuando lo condena
dice, yo no sé si usted realmente lo hizo a propósito, pero lo hizo con tanta
negligencia, sin el más mínimo recaudo, que debe responder. O sea, sin llegar a
ser mala fe, hay que probar de alguna manera que no había ningún elemento serio
para la denuncia.
P.— Además, la persona contra la que hay que accionar es la
madre o el padre del hijo. Alguien con quien debe seguir vinculado.
R.— Claro. Bueno, habrá que hacer una terapia de
coparentalidad. Atención, la cuestión de la alienación parental no se resuelve
con un psicólogo. No critico a los psicólogos, pero muchos no conocen el tema.
Tiene que haber gente especializada en tratamientos de coparentalidad. Porque,
y hay que decirlo con todas las letras, si no se logra, siendo el hijo todavía
pequeño, que de alguna manera el alienante entre en razones y.... la cosa es
complicada. Por eso hay que trabajar mucho con los adultos. No es solamente
trabajar entre el niño afectado y el padre o madre, también hay que citar
constantemente a la persona alienante, que está perturbando el vínculo, para
tratar de encontrar puntos de acuerdo. O sea, si la pareja parental no llega a
un mínimo de acuerdo, es muy difícil mantener en el tiempo una buena relación
parento-filial. Por lo tanto, un trabajo serio de los profesionales debe
hacerse con los tres, madre, padre y niño. Vuelvo a insistir, se necesitan
profesionales muy, muy expertos. Y no hay muchos en Argentina. Hay muy pocos.
P.— Nos queda un actor en estos conflictos en los que son
violados los derechos del niño, el derecho al vínculo con sus padres, con sus
abuelos, el principal damnificado es el chico ¿no? Que crece además en un mundo
de mentira en el que le falta una parte de su identidad. ¿Qué pasa con el
defensor de menores, que es el que debería asumir la defensa de los derechos
del niño?
R.— El deber del Defensor de Menores es actuar, pero se da lo
mismo que con los psicólogos y con los jueces. Hay de todo. Y como los jueces,
están sobrepasados. Ahora por suerte se ha terminado con el expediente papel y
todo es electrónico, pero de todos modos tienen enorme cantidad de archivos y
eso impide la atención personalizada. Pero sí, debería actuar el Defensor de
Menores. También hay desconocimiento. He visto psicólogos, no gente sin
estudios, no neófitos, psicólogos con 10, 20 y 30 años de profesión que
informan: hablé con el niño y me dice que no quiere ver al papá, o no quiere
ver a la mamá. Insisto y le pregunto por qué. Dice que no lo quiere ver. Le
pregunto por qué. Y bueno, porque no se llevaba, o porque lo dejó solo un día,
o que le pegó alguna vez. Nos guste o no, puede suceder que los padres en algún
momento den algún cachete a los hijos. Hoy por la ley no se puede. Pero ningún
hijo por un cachete se debe negar a ver al padre o a la madre, por un
cachetazo. Es un disparate. Por eso sí, los defensores tienen que intervenir...
P.—El Comité que interpreta la Convención sobre Derechos del
Niño dice que, para que sea válida la palabra del chico, es necesario que éste
‘no diga lo que quiere el padre o la madre, sino que hable por sí'. Usted dice
que el psicólogo informa eso y listo, ahí terminó. ¿Fracasó la revinculación?
R.— Sí, pero esto pasa porque se llegó a una exageración en
la interpretación de la Convención sobre Derechos del Niño. Una de las normas
más importantes de la Convención es el artículo 12: el niño debe ser escuchado.
Y hay un montón de literatura jurídica que dice que hay que respetar la
voluntad del chico. Entonces, se toman de eso. Pero lo que no dicen o no saben
-yo no acuso de mala fe, puede haber ignorancia-, lo que no saben estos
profesionales, defensores, abogados, psicólogos, es que la Convención de los
Derechos del Niño tiene un comité que da la interpretación oficial. Ese comité
dice que para que sea válida la escucha el chico debe hablar con libertad. El
comité no usa la palabra alienado sino supervisado, que no hable supervisado,
que tenga libertad, que no esté captado. Dice textual: “...que (el niño) no
diga lo que quiere el padre o la madre, sino que hable por sí”. Y agrega que si
el chico no tiene libertad y dice lo que quiere el padre o madre eso no es
cumplimiento del artículo 12 de la Convención. Eso no lo tienen en cuenta. El
chico dice “no quiero ver a papá”, con suerte lo citan otra vez o nada. “No
quiero ver a mamá” y el psicólogo va a la computadora e informa eso.
P.— Con frecuencia el menor, al inicio del proceso, justo
después de la denuncia y de la exclusión del padre o madre, dice quiero ver a
mi papá o quiero ver a mi mamá, y ahí no le hacen caso. Pero, sí le hacen caso años
después cuando dice que no.
R.— Es verdad.
P.— Ahora bien, si un político, y esto es hipotético porque
no se preocupan mucho por estas cosas, pero supongamos que un funcionario o un
legislador escucha esta entrevista, y se pregunta qué podría hacer. ¿Qué le
diría?
R.— En principio considero que el grueso de las soluciones no
pasa tanto por el dictado de leyes. Las leyes en general no son malas. El tema
es su cumplimiento.
P.— ¿Habría que crear más juzgados de familia?
R.— Claro, si yo fuera legislador trataría de conseguir el
apoyo de otros colegas para decir ¿qué pasa? ¿cuál es el problema? Que los
tribunales están abarrotados de trabajo. ¿Cuál es la solución? Más juzgados. No
hay presupuesto. Pero para otras cosas sí hay presupuesto. En definitiva, no se
trata de sumas millonarias. Es más, hay profesionales, incluso jueces, que
dicen que si la Corte Suprema quiere lo puede hacer.
P.— ¿La Corte puede decidir crear más juzgados?
R.— Porque tiene mucho dinero. De acuerdo a una ley de hace
muchos años la Corte Suprema de Justicia maneja su propio presupuesto para
darle autonomía. Lo único que hace el Poder Ejecutivo a través del jefe de
Gabinete es habilitar las partidas. Pero el manejo del presupuesto es del Poder
Judicial. Yo no sé si es posible eso, si tendrán tantos recursos.
P.— Dejémosle la inquietud...
R.— Claro. Sea la Corte Suprema, sea el poder administrador,
si como político quiero hacer las cosas bien, hay que buscar la manera de que
haya más juzgados, más personal, y una buena infraestructura. Por ejemplo,
durante el gobierno anterior, se insistió mucho a través del Ministerio de
Justicia en el famoso Programa 2020. Y nosotros sacamos una acordada de los 31
jueces que una vez por mes nos reuníamos, para decirle al Ministerio que estaba
muy bien todo eso, pero que empezaran por la infraestructura. No hay suficientes
juzgados. Por eso digo: hay mucho bla, bla. Pero vuelvo a la pregunta de qué
puede hacer un político. Hay una ley que sí es mala, y es la de los concursos
para designar a los jueces. Hay muchos cargos, todos los meses hay vacantes,
por retiro, enfermedad, fallecimiento. Esperan a que se acumulen unas 10
vacantes y llaman a concurso para diez jueces. En mi época, se hacía una sola
lista. ¿Sabe lo que hacen ahora? Varias listas, varias ternas. Es un disparate.
Me da vergüenza decirlo. El Poder Ejecutivo puede elegir entre la primera
terna, o sea los que quedaron primero, segundo y tercero, o tomar uno de la
última terna que son los que quedaron en los lugares veintiocho a treinta.
Entonces uno que quedó n° 28 de los treinta candidatos es juez porque el
Ejecutivo tomó la última terna. El concurso es una burla. Hay que cambiar la
ley que rige la designación de los jueces porque permite al Ejecutivo ignorar a
los mejores del concurso y nombrar a los últimos.
P.— No siguen el orden de mérito.
R.— La ley actual lo habilita. Ojalá que se derogue. Esto fue
denunciado, no sólo por mí sino por otras personalidades.
P.— Usted ha aludido a la falta de conocimiento o de
especialización en algunos de los profesionales que intervienen en estos
procesos. Y está organizando un coloquio sobre el tema…
R.— Sí, son unas jornadas interdisciplinarias en el Colegio
de Abogados de San Isidro, los días 9 y 10 de junio próximos, sobre
Responsabilidad parental y todas las problemáticas anexas. Habrá 4 mesas sobre
los temas que estuvimos abordando. Por ejemplo, una sobre interés superior del
niño, la escucha al niño, el problema del implante de memoria y la
determinación de si el discurso del menor es o no genuino. En una segunda mesa
vamos a tratar las denuncias de violencia familiar, las leyes y su aplicación
por los jueces, las deficiencias del sistema y las respuestas para su
superación. La tercera, tratará el tema de la alienación parental, tratamientos
terapéuticos y abordajes judiciales para remediar la anomalía familiar, y en
ese marco se va a presentar un libro mío sobre alienación parental. Por último,
la cuarta mesa será sobre los intentos de revinculación, la aparición de la
oposición del niño y cómo tratarla, Acá aparece la desvinculación constructiva,
la tesis de algunas psicólogas, un engendro que propone que…
P.— ¿Desvinculación constructiva?
R.— Sí, Laura Vidal y Silvia Crescini son psicólogas
teóricamente encargadas de revinculaciones. Ambas reconocen la existencia de la
alienación parental, aunque no se atreven a nombrarla. Reconocen la posible
manipulación de un progenitor sobre el hijo y que en ese caso éste no tendría
voluntad propia. Pero están en contra de que los jueces utilicen su imperium
para ordenar terapias. Se oponen a lo que se llama “terapia bajo mandato
judicial”. Entonces, contradictoriamente, aceptan la opinión del niño de no ver
a su padre o madre y plantean la desvinculación constructiva que en concreto es
ayudar al progenitor excluido a elaborar el duelo por no tener relación con el
hijo.
P.— Es cruel eso…
R.— Es una falacia, además, porque no puede haber en la
desvinculación nada constructivo. Además, comporta reconocer el fracaso de la
terapia y la ineptitud de los terapeutas para lograr la revinculación. Equivale
a un premio al progenitor alienante que tiene al hijo captado, hechizado. Es lo
negativo llevado al paroxismo.
Tras esta extensa entrevista, creo que cualquiera que la lea podrá darse cuenta de los entresijos de esta Ley, Ley que más que soluciones puede acarrear problemas irreversibles. Los problemas se tergiversan y se enquistan, porque se magnifican como para dar razón a la causa por parte de una parte del conflicto, ignorando a la otra.
Está claro que el mal trato existe y hay que perseguirlo,
pero los juzgados están sobrecargados de despecho y venganzas, y los niños son
las verdaderas víctimas, son rehenes utilizados como trofeos a ganar en una competición.
¿Quién vela por los derechos de los niños? Parece que nadie se preocupa por el
estado emocional de los niños.
Es importante recalcar que cuando un niño no puede
comunicarse con alguno de sus padres, padece una privación afectiva y en su
fantasía siente que ha sido abandonado por él. De este modo, su integridad
psíquica se verá afectada de modo radical, sobre todo si el niño es menor de 10
años.
Cuando la interrupción del contacto paterno filial con la
persona falsamente acusada suele prolongarse en el tiempo, el vínculo entre
ambos puede llegar a dañarse profundamente, así como la salud psíquica y el
desarrollo psicosexual del menor. Incluso hasta puede llegar a generarse el
fenómeno de “falsa memoria”, es decir, el niño puede convencerse de que
realmente ha habido abuso.
Si a un niño se lo priva de vínculos tempranos seguros y del
amor de uno de sus padres, crecerá confuso, inseguro y temeroso. Tenderá a aferrarse
más al progenitor conviviente en busca de seguridad, ya que depende
exclusivamente de su cuidado. Este vínculo de apego irá en desmedro del
progenitor incomunicado, al cual el niño terminará percibiendo con atribuciones
negativas tales como: malo, abandono, indiferente, etc. y la imagen de éste
como figura protectora y proveedora de afecto irá desapareciendo. Esto hace
que, en la mayoría de los casos, refieran que no quieren volver a verlos.
Las falsas denuncias no deben ser tomadas a la ligera. Son
una forma de maltrato emocional, ya que el niño es utilizado como rehén en la
conflictiva relación parental, alejado de su padre o de su madre, se da más
casos contra el padre, y es colocado en la posición de objeto, dejando de lado
sus necesidades, deseos e intereses, quedando a merced de alguien que, con gran
frecuencia, no dimensiona el daño real y/o potencial que está ocasionando a su
hijo.
A estos niños que bajo la tiranía de una madre (que va con
falsas denuncias), se les obliga por Ley a estar lejos de sus padres y abuelos,
se les ocasiona un trauma de por vida. Niños que, para su buen desarrollo
emocional, necesitan vivir en contacto con la familia, se les pone contra de ella
creándoles sentimientos negativos. Evidentemente esto es “violencia vicaria”
por todas partes, y los Juzgados no se libran de culpa.
Fotografía: Internet
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