Pecado: Transgresión consciente de un precepto, que se aparta de lo recto y justo, o que falta a lo que es debido y correcto.
El aguijón de la muerte es el pecado, y el poder del pecado
es la ley. Corintios 15:56.
El pecado es cualquier acción, sentimiento o pensamiento que
vaya en contra de las normas de Dios (1 Juan 3:4; 5:17). La Biblia dice que
pecar puede ser hacer algo malo o injusto a los ojos de Dios, o no hacer lo que
es correcto (Santiago 4:17).
El problema del pecado del hombre está en su corazón. El
pecado tiene efectos negativos sobre la conciencia del hombre, pesa como una
loza y no le dejará vivir en paz.
Rompamos con el poder del pecado. En la actualidad, el tema del pecado personal
no es popular entre cristianos. Es demasiado negativo, demasiado controvertido,
demasiado dañino para la autoestima.
Pero, ¿dicha manera de pensar es bíblica o beneficiosa? Ignorar
lo que la Biblia dice acerca del pecado y su naturaleza destructiva, no te
beneficia, porque el pecado tiene el poder de atrapar y esclavizar. Si no se
controla, destruye tus relaciones, impide tu crecimiento espiritual, deshonra a
Cristo y daña su testimonio. Las consecuencias del pecado son muy serias y
también debe ser así la lucha para escapar del mismo.
Las personas que han cometido pecados graves quizá se sientan
agobiadas por sus errores. Por ejemplo, el rey David escribió: “Mis propios
errores han pasado sobre mi cabeza; como una carga pesada son demasiado pesados
para mí” (Salmo 38:4). Sin embargo, la Biblia da esta esperanza:
“Arrepiéntanse, porque Dios está siempre dispuesto a perdonar; él tiene
compasión de ustedes. Que cambien los malvados su manera de pensar, y que dejen
su mala conducta” (Isaías 55:7).
¿Qué significa ser esclavo del pecado? Todo el mundo es un
esclavo en el sentido espiritual. O bien somos esclavos del pecado, que es
nuestro estado natural, o somos esclavos de Cristo (admiradores de Cristo). Los
escritores del nuevo testamento declararon voluntariamente su condición como
esclavos de Cristo. Pablo comienza su carta a los Romanos al referirse a sí
mismo como "un siervo de Jesucristo" (Romanos 1:1) y en su carta a
Tito se llama a sí mismo un "siervo de Dios" (Tito 1:1). Santiago
inicia su epístola de la misma manera, "Santiago, siervo de Dios y del
Señor Jesucristo".
En Juan 8:34 Jesús le dice a los incrédulos fariseos,
"De cierto, os digo, que todo aquel que hace pecado, esclavo es del
pecado". Jesús usa la analogía de un esclavo y su amo para hacer la
observación de que un esclavo obedece a su amo porque es de su propiedad. Los
esclavos no tienen voluntad propia. Están literalmente bajo el yugo de sus
amos. Cuando el pecado es nuestro amo, somos incapaces de resistirlo. Pero, por
el poder de Cristo para vencer el poder del pecado, "siendo libertados del
pecado, vinisteis a ser siervos de la justicia" (Romanos 6:18). Una vez
que venimos a Cristo en arrepentimiento y recibimos el perdón de pecados, somos
empoderados por el Espíritu Santo que viene a vivir dentro de nosotros. Es por
su poder que somos capaces de resistir al pecado y convertirnos en esclavos de
la justicia.
Los discípulos de Jesús le pertenecen a él y quieren hacer
las cosas que a él le agradan siguiendo su testimonio de vida. Esto significa
que los hijos de Dios siguen sus dictados y viven libres del pecado habitual.
Podemos hacer esto porque Jesús nos ha liberado de la esclavitud del pecado
(Juan 8:36) y, por tanto, ya no estamos bajo la pena de muerte y separación de
Dios.
Romanos 6:1-23 profundiza aún más en esta idea de un esclavo
y su amo. Como cristianos no estamos llamados a continuar en el pecado usual
porque hemos muerto al pecado. Romanos 6:4 dice que, puesto que hemos sido
sepultados y resucitados con Cristo, ahora podemos caminar en novedad de vida,
a diferencia del inconverso que todavía es un esclavo del pecado. Romanos 6:6
dice que, ya que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para
que el cuerpo del pecado sea destruido, ya no debemos servir más al pecado. Y
en Romanos 6:11 dice que debemos considerarnos muertos al pecado y vivos para
Dios en Cristo Jesús.
Dios nos pide que no dejemos que el pecado reine en nuestros
cuerpos, obedeciendo sus deseos, sino que por el contrario nos presentemos a él
como instrumentos de justicia (Romanos 6:12-14). En Romanos 6:16-18 se nos
dicen que somos esclavos a aquel que obedecemos, ya sea obediencia al pecado o
la obediencia a la justicia. Vamos a ser esclavos de Dios, de quien recibimos
nuestros dones de santificación y la vida eterna. Esto lo hacemos porque la
paga del pecado es muerte, más la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús
Señor nuestro (Romanos 6:23).
El apóstol Pablo, el autor de Romanos, dice que él sabe cuán
difícil puede ser no vivir en pecado, porque él luchó con eso incluso después
de que se convirtiera en un seguidor de Cristo. Esto es importante que sepan
todos los cristianos. Mientras que ahora estamos libres de la pena del pecado,
todavía vivimos en la presencia del pecado mientras que estamos vivos en esta
tierra. La única manera en que podemos ser libres del poder del pecado es por
el poder del Espíritu Santo que le es dado a los creyentes en el momento en que
llegamos a la fe a Cristo (Efesios 1:13-14), y esto nos sella en Cristo como la
garantía de nuestra herencia como hijos de Dios.
La presencia del Espíritu Santo en nuestras vidas significa
que, a medida que crecemos en nuestra fe y llegamos a amar a Dios cada día más,
tendremos la fuerza para resistir cada vez más el pecado. A través de la obra
del Espíritu Santo, estamos empoderados para resistir el pecado, no ceder a la
tentación y vivir según la palabra de Dios. Los pecados usuales los vamos a
detestar cada vez más, y nos encontraremos de no querer hacer nada que pueda
obstaculizar nuestra comunión con Dios.
Romanos 7:17-8:2 es un maravilloso estímulo para los
creyentes porque nos dice que, aun cuando pequemos, ya no hay ninguna
condenación porque estamos en Cristo Jesús. Y 1 Juan 1:9 nos asegura que,
cuando pecamos aun siendo cristianos, si confesamos nuestros pecados cada día
al señor, él es fiel y justo y nos limpiará a fin de que podamos seguir
viviendo en una correcta relación con él. A lo largo de todo el libro de
Efesios, el apóstol Pablo nos exhorta y alienta a caminar como hijos de la luz,
a amarnos como Cristo nos amó, y aprender lo que al señor le agrada y a ponerlo
en práctica (Efesios 2:1-10; 3:16-19; 4:1-6; 5:1-10). En Efesios 6:10-18 Pablo
nos muestra cómo ser fuertes en el señor colocándonos toda la armadura de Dios
cada día para poder resistir las artimañas del Diablo.
Como seguidores de Cristo cuando nos comprometemos a crecer y
madurar en nuestra fe, leyendo y estudiando la palabra de Dios cada día y pasar
tiempo en oración con él, nos encontraremos que cada vez seremos capaces de
mantenernos en el poder del Espíritu Santo y resistir el pecado. Las victorias
diarias sobre el pecado que tenemos en Cristo, nos alentará, nos fortalecerá y
demostrará de una manera poderosa que ya no somos esclavos del pecado, sino que
somos esclavos de Dios.
¿Cómo podemos vencer al pecado? La Biblia presenta diferentes
recursos para ayudarnos a vencer nuestra pecaminosidad. En esta vida, nunca
seremos perfectamente victoriosos sobre el pecado (1 Juan 1:8), pero esa debe
ser nuestra meta. Con la ayuda de Dios, y siguiendo los principios de Su
palabra, podemos progresivamente vencer el pecado y llegar a ser más y más como
Cristo.
El primer recurso que la Biblia menciona para ayudarnos a
vencer el pecado es el Espíritu Santo. El Espíritu Santo es un don que Dios nos
ha dado para ser victoriosos en el vivir cristiano. En Gálatas 5:16-25, Dios
hace un contraste entre las obras de la carne y el fruto del Espíritu. En ese
pasaje, somos llamados a caminar en el Espíritu. Todos los creyentes ya poseen
el Espíritu Santo, pero este pasaje nos dice que necesitamos caminar en el
Espíritu, dejando bajo Su control nuestra voluntad. Esto significa que
deberíamos llevar a la práctica lo que el Espíritu Santo nos induce a hacer en
nuestras vidas, en lugar de seguir los deseos de la carne.
Un segundo recurso, la Palabra de Dios, la Biblia, en 2ª
Timoteo 3:16-17 dice que Dios nos ha dado Su Palabra para equiparnos para cada
buena obra. Esto nos enseña cómo vivir y qué creer, nos revela cuando hemos
escogido senderos erróneos, nos ayuda a regresar al sendero correcto, y nos
ayuda a permanecer en ese sendero. Como nos dice Hebreos 4:12, la Palabra es
viva y eficaz, y capaz de penetrar en nuestros corazones, para arrancar los
problemas más profundos que humanamente hablando no se pueden vencer.
Un tercer recurso esencial en nuestra batalla en contra del
pecado es la oración. Nuevamente, este es un recurso que los cristianos
mencionan de labios para afuera pero no lo ponen en práctica, le dan un uso muy
pobre. Tenemos reuniones de oración, tiempos de oración, etc., pero no usamos
la oración de la misma manera que lo hacía la iglesia primitiva (Hechos 3:1;
4:31; 6:6; 13:1-3).
Un cuarto recurso en nuestra guerra para vencer el pecado es
la iglesia, la comunión de otros creyentes. Cuando Jesús envió a Sus
discípulos, los envió de dos en dos (Mateo 10:1). Los misioneros en el libro de
los Hechos, no salían uno a la vez, sino en grupos de dos o más. Jesús nos
manda a no dejar de congregarnos como algunos tienen por costumbre, sino
exhortándonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras
(Hebreos 10:24-25). Él nos manda confesar nuestras ofensas unos a otros
(Santiago 5:16).
Muchos cristianos descubren que tener un compañero a quien
rendirle cuentas puede ser un gran beneficio para vencer pecados difíciles.
Tener a otra persona con quien pueda hablar, orar, animarse e incluso ser
reprendido, es de gran valor. La tentación es común a todos nosotros (1
Corintios 10:13).
Pablo nos exhorta y alienta a caminar como hijos de la luz, a
amarnos como Cristo nos amó, y aprender lo que al señor le agrada y a ponerlo
en práctica (Efesios 2:1-10; 3:16-19; 4:1-6; 5:1-10). En Efesios 6:10-18 Pablo
nos muestra cómo ser fuertes en el Señor colocándonos toda la armadura de Dios
cada día para poder resistir las artimañas del diablo.
Algunas veces la victoria sobre el pecado viene rápidamente
en unas áreas, y lentamente en otras. El pecado, que es la decadencia del ser, nos lleva a perder
la paz con Dios, la paz interior, la paz con los demás y la paz con toda la
naturaleza.
Dios espera que rompas con esos vicios, con ese mundo de mentiras, con esa sed de odio. Dios quiere que vivas según el agua transparente y fresca que nos predicó su Hijo amado, que nos enseñó las bienaventuranzas que nos conducen por el camino de los Mandamientos que orientan al bien y a la dicha eterna. Si ponemos a Dios en nuestra vida, Él será nuestra Luz y fuerza. Si nosotros amamos, Él va a producir cambios en nuestra vida, porque Dios es amor.
Fotografía: Internet
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