miércoles, 21 de febrero de 2024

El poder del pecado


 

Pecado: Transgresión consciente de un precepto, que se aparta de lo recto y justo, o que falta a lo que es debido y correcto.

El aguijón de la muerte es el pecado, y el poder del pecado es la ley.  Corintios 15:56.

El pecado es cualquier acción, sentimiento o pensamiento que vaya en contra de las normas de Dios (1 Juan 3:4; 5:17). La Biblia dice que pecar puede ser hacer algo malo o injusto a los ojos de Dios, o no hacer lo que es correcto (Santiago 4:17).

El problema del pecado del hombre está en su corazón. El pecado tiene efectos negativos sobre la conciencia del hombre, pesa como una loza y no le dejará vivir en paz.

Rompamos con el poder del pecado.  En la actualidad, el tema del pecado personal no es popular entre cristianos. Es demasiado negativo, demasiado controvertido, demasiado dañino para la autoestima.

Pero, ¿dicha manera de pensar es bíblica o beneficiosa? Ignorar lo que la Biblia dice acerca del pecado y su naturaleza destructiva, no te beneficia, porque el pecado tiene el poder de atrapar y esclavizar. Si no se controla, destruye tus relaciones, impide tu crecimiento espiritual, deshonra a Cristo y daña su testimonio. Las consecuencias del pecado son muy serias y también debe ser así la lucha para escapar del mismo.

Las personas que han cometido pecados graves quizá se sientan agobiadas por sus errores. Por ejemplo, el rey David escribió: “Mis propios errores han pasado sobre mi cabeza; como una carga pesada son demasiado pesados para mí” (Salmo 38:4). Sin embargo, la Biblia da esta esperanza: “Arrepiéntanse, porque Dios está siempre dispuesto a perdonar; él tiene compasión de ustedes. Que cambien los malvados su manera de pensar, y que dejen su mala conducta” (Isaías 55:7). 

¿Qué significa ser esclavo del pecado? Todo el mundo es un esclavo en el sentido espiritual. O bien somos esclavos del pecado, que es nuestro estado natural, o somos esclavos de Cristo (admiradores de Cristo). Los escritores del nuevo testamento declararon voluntariamente su condición como esclavos de Cristo. Pablo comienza su carta a los Romanos al referirse a sí mismo como "un siervo de Jesucristo" (Romanos 1:1) y en su carta a Tito se llama a sí mismo un "siervo de Dios" (Tito 1:1). Santiago inicia su epístola de la misma manera, "Santiago, siervo de Dios y del Señor Jesucristo". 

En Juan 8:34 Jesús le dice a los incrédulos fariseos, "De cierto, os digo, que todo aquel que hace pecado, esclavo es del pecado". Jesús usa la analogía de un esclavo y su amo para hacer la observación de que un esclavo obedece a su amo porque es de su propiedad. Los esclavos no tienen voluntad propia. Están literalmente bajo el yugo de sus amos. Cuando el pecado es nuestro amo, somos incapaces de resistirlo. Pero, por el poder de Cristo para vencer el poder del pecado, "siendo libertados del pecado, vinisteis a ser siervos de la justicia" (Romanos 6:18). Una vez que venimos a Cristo en arrepentimiento y recibimos el perdón de pecados, somos empoderados por el Espíritu Santo que viene a vivir dentro de nosotros. Es por su poder que somos capaces de resistir al pecado y convertirnos en esclavos de la justicia.

Los discípulos de Jesús le pertenecen a él y quieren hacer las cosas que a él le agradan siguiendo su testimonio de vida. Esto significa que los hijos de Dios siguen sus dictados y viven libres del pecado habitual. Podemos hacer esto porque Jesús nos ha liberado de la esclavitud del pecado (Juan 8:36) y, por tanto, ya no estamos bajo la pena de muerte y separación de Dios.

Romanos 6:1-23 profundiza aún más en esta idea de un esclavo y su amo. Como cristianos no estamos llamados a continuar en el pecado usual porque hemos muerto al pecado. Romanos 6:4 dice que, puesto que hemos sido sepultados y resucitados con Cristo, ahora podemos caminar en novedad de vida, a diferencia del inconverso que todavía es un esclavo del pecado. Romanos 6:6 dice que, ya que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, ya no debemos servir más al pecado. Y en Romanos 6:11 dice que debemos considerarnos muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús.

Dios nos pide que no dejemos que el pecado reine en nuestros cuerpos, obedeciendo sus deseos, sino que por el contrario nos presentemos a él como instrumentos de justicia (Romanos 6:12-14). En Romanos 6:16-18 se nos dicen que somos esclavos a aquel que obedecemos, ya sea obediencia al pecado o la obediencia a la justicia. Vamos a ser esclavos de Dios, de quien recibimos nuestros dones de santificación y la vida eterna. Esto lo hacemos porque la paga del pecado es muerte, más la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro (Romanos 6:23).

El apóstol Pablo, el autor de Romanos, dice que él sabe cuán difícil puede ser no vivir en pecado, porque él luchó con eso incluso después de que se convirtiera en un seguidor de Cristo. Esto es importante que sepan todos los cristianos. Mientras que ahora estamos libres de la pena del pecado, todavía vivimos en la presencia del pecado mientras que estamos vivos en esta tierra. La única manera en que podemos ser libres del poder del pecado es por el poder del Espíritu Santo que le es dado a los creyentes en el momento en que llegamos a la fe a Cristo (Efesios 1:13-14), y esto nos sella en Cristo como la garantía de nuestra herencia como hijos de Dios.

La presencia del Espíritu Santo en nuestras vidas significa que, a medida que crecemos en nuestra fe y llegamos a amar a Dios cada día más, tendremos la fuerza para resistir cada vez más el pecado. A través de la obra del Espíritu Santo, estamos empoderados para resistir el pecado, no ceder a la tentación y vivir según la palabra de Dios. Los pecados usuales los vamos a detestar cada vez más, y nos encontraremos de no querer hacer nada que pueda obstaculizar nuestra comunión con Dios.

Romanos 7:17-8:2 es un maravilloso estímulo para los creyentes porque nos dice que, aun cuando pequemos, ya no hay ninguna condenación porque estamos en Cristo Jesús. Y 1 Juan 1:9 nos asegura que, cuando pecamos aun siendo cristianos, si confesamos nuestros pecados cada día al señor, él es fiel y justo y nos limpiará a fin de que podamos seguir viviendo en una correcta relación con él. A lo largo de todo el libro de Efesios, el apóstol Pablo nos exhorta y alienta a caminar como hijos de la luz, a amarnos como Cristo nos amó, y aprender lo que al señor le agrada y a ponerlo en práctica (Efesios 2:1-10; 3:16-19; 4:1-6; 5:1-10). En Efesios 6:10-18 Pablo nos muestra cómo ser fuertes en el señor colocándonos toda la armadura de Dios cada día para poder resistir las artimañas del Diablo.

Como seguidores de Cristo cuando nos comprometemos a crecer y madurar en nuestra fe, leyendo y estudiando la palabra de Dios cada día y pasar tiempo en oración con él, nos encontraremos que cada vez seremos capaces de mantenernos en el poder del Espíritu Santo y resistir el pecado. Las victorias diarias sobre el pecado que tenemos en Cristo, nos alentará, nos fortalecerá y demostrará de una manera poderosa que ya no somos esclavos del pecado, sino que somos esclavos de Dios.

¿Cómo podemos vencer al pecado? La Biblia presenta diferentes recursos para ayudarnos a vencer nuestra pecaminosidad. En esta vida, nunca seremos perfectamente victoriosos sobre el pecado (1 Juan 1:8), pero esa debe ser nuestra meta. Con la ayuda de Dios, y siguiendo los principios de Su palabra, podemos progresivamente vencer el pecado y llegar a ser más y más como Cristo.

El primer recurso que la Biblia menciona para ayudarnos a vencer el pecado es el Espíritu Santo. El Espíritu Santo es un don que Dios nos ha dado para ser victoriosos en el vivir cristiano. En Gálatas 5:16-25, Dios hace un contraste entre las obras de la carne y el fruto del Espíritu. En ese pasaje, somos llamados a caminar en el Espíritu. Todos los creyentes ya poseen el Espíritu Santo, pero este pasaje nos dice que necesitamos caminar en el Espíritu, dejando bajo Su control nuestra voluntad. Esto significa que deberíamos llevar a la práctica lo que el Espíritu Santo nos induce a hacer en nuestras vidas, en lugar de seguir los deseos de la carne.

Un segundo recurso, la Palabra de Dios, la Biblia, en 2ª Timoteo 3:16-17 dice que Dios nos ha dado Su Palabra para equiparnos para cada buena obra. Esto nos enseña cómo vivir y qué creer, nos revela cuando hemos escogido senderos erróneos, nos ayuda a regresar al sendero correcto, y nos ayuda a permanecer en ese sendero. Como nos dice Hebreos 4:12, la Palabra es viva y eficaz, y capaz de penetrar en nuestros corazones, para arrancar los problemas más profundos que humanamente hablando no se pueden vencer.

Un tercer recurso esencial en nuestra batalla en contra del pecado es la oración. Nuevamente, este es un recurso que los cristianos mencionan de labios para afuera pero no lo ponen en práctica, le dan un uso muy pobre. Tenemos reuniones de oración, tiempos de oración, etc., pero no usamos la oración de la misma manera que lo hacía la iglesia primitiva (Hechos 3:1; 4:31; 6:6; 13:1-3).

Un cuarto recurso en nuestra guerra para vencer el pecado es la iglesia, la comunión de otros creyentes. Cuando Jesús envió a Sus discípulos, los envió de dos en dos (Mateo 10:1). Los misioneros en el libro de los Hechos, no salían uno a la vez, sino en grupos de dos o más. Jesús nos manda a no dejar de congregarnos como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras (Hebreos 10:24-25). Él nos manda confesar nuestras ofensas unos a otros (Santiago 5:16).

Muchos cristianos descubren que tener un compañero a quien rendirle cuentas puede ser un gran beneficio para vencer pecados difíciles. Tener a otra persona con quien pueda hablar, orar, animarse e incluso ser reprendido, es de gran valor. La tentación es común a todos nosotros (1 Corintios 10:13).

Pablo nos exhorta y alienta a caminar como hijos de la luz, a amarnos como Cristo nos amó, y aprender lo que al señor le agrada y a ponerlo en práctica (Efesios 2:1-10; 3:16-19; 4:1-6; 5:1-10). En Efesios 6:10-18 Pablo nos muestra cómo ser fuertes en el Señor colocándonos toda la armadura de Dios cada día para poder resistir las artimañas del diablo.

Algunas veces la victoria sobre el pecado viene rápidamente en unas áreas, y lentamente en otras. El pecado, que es la decadencia del ser, nos lleva a perder la paz con Dios, la paz interior, la paz con los demás y la paz con toda la naturaleza. Es posible romper las cadenas del pecado desde la experiencia del amor. Sentir que Dios no guarda rencores eternos, descubrir que nos tiende una y mil veces su mano amiga, sentir su abrazo bondadoso que busca librarnos de lodos asfixiantes y mezquinos.

Dios espera que rompas con esos vicios, con ese mundo de mentiras, con esa sed de odio. Dios quiere que vivas según el agua transparente y fresca que nos predicó su Hijo amado, que nos enseñó las bienaventuranzas que nos conducen por el camino de los Mandamientos que orientan al bien y a la dicha eterna. Si ponemos a Dios en nuestra vida, Él será nuestra Luz y fuerza. Si nosotros amamos, Él va a producir cambios en nuestra vida, porque Dios es amor.


Fotografía: Internet

 

 

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