Ego, del latín, significa ‘yo’. En psicología y filosofía,
ego se ha adoptado para designar la conciencia del individuo, entendida ésta
como su capacidad para percibir la realidad.
Por otro lado, en el vocabulario coloquial ego puede designar el exceso de valoración que alguien tiene de sí mismo. Como tal, es sinónimo de inmodestia, arrogancia, presunción o soberbia. Por ejemplo: “Tiene un ego tan grande que no le permite ver la realidad”. El ego distorsiona la realidad e impulsa a alimentarlo con alabanzas del exterior, es capaz de distorsionar la percepción de la realidad, para verse más grande que nadie.
El ego necesita continuamente aparentar y dar buena imagen ante la
sociedad, carece de humildad y cae muy a menudo en el ejercicio de la soberbia.
Ahora bien, también conviene diferenciarlo de ese sentido del “yo” más
defensivo, una instancia psíquica donde uno se reconoce y define su propia
identidad. Dejar, por tanto, que nuestro ego afile su reverso más negativo
puede sin duda suponer un problema.
El ego según distintos autores. Pocos conceptos resultan tan
complejos de definir como el ego. Inmanuel Kant entendió esta dimensión como
una entidad donde se incluía cada representación mental que la persona lleva a
cabo. Para Sartre era una parte más de la conciencia. Sin embargo, la
definición más interesante y conocida es la que nos aportó el psicoanálisis.
Para Sigmund Freud el ego es la representación de la realidad
y la razón. Es quien controla las pulsiones del “ello”, y quien intenta de
algún modo, satisfacer los deseos de este último de un modo socialmente
apropiado. Ahora bien, cabe decir que la visión más popular y asociada quizá a
esa vertiente algo más negativa y compleja del ego, nos la aporta las
filosofías místicas y orientales como el budismo.
Según estas perspectivas, el ego es la fuente del
sufrimiento. Tal y como nos explica Eckhart Tolle, a menudo vivimos apegados en
exceso a nuestros pensamientos, a nuestras necesidades, y los códigos heredados
de nuestra familia y sociedad dando forma a una dimensión falsa y alineada como
es el ego.
En este último caso, dicho concepto es como una ilusión, una
fantasía que pretende situarse por encima de los demás. Cuando nos encontramos
dominados por nuestro ego, la opinión que se tiene de uno mismo está
distorsionada, el verdadero “yo” se aleja y conocerse a uno mismo se complica. El
ego necesita creerse superior para disimular su verdadero sentimiento de inferioridad
¿Qué pasa si te dejas dominar por el ego? Las personas que
viven dominadas por el ego están engañadas, se creen superiores y no ven la
realidad. Es un error de pensamiento que intenta hacer una presentación de cómo
le gustaría ser, en vez de cómo es en realidad.
El ego es como una máscara social que nos aleja
cada vez más de lo que somos de verdad. Esta máscara necesita de halagos y aprobación de los demás, necesita tener el control de las situaciones y
personas, quiere tener el poder porque en lo más profundo de su ser hay temor de que se descubra ese temor.
Es como un personaje que se va creando. El ego se aleja de la
sencillez y se caracteriza por la complicación, es como una actuación del
ideal, una falsa autoestima que se necesita proyectar para que nadie vea la gran
inseguridad que se esconde en el interior.
Los efectos de vivir apegados al ego, les lleva a enfocar una existencia arraigada, porque hace que carezca de iniciativas por miedo a fracasar. Esa dimensión les sitúa en una zona cómoda y rutinaria donde alimentar al falso “yo” con halagos y aceptación. El terreno conocido será su hábito de vida, un sitio donde le aceptan. No quieren arriesgar en lo desconocido por miedo a recibir rechazos o críticas. Una persona que tiene una autoestima verdadera no tiene miedo a explorar lo desconocido porque las desaprobaciones de los demás las acepta y no le molestan. Aprovecha para aprender de lo que sale mal, sin dañar su valía personal.
¿Qué pasa si el ego no es alimentado? Cuando el ego no es alimentado por el exterior, la persona se siente mal. Las emociones pueden experimentar todo tipo de sensaciones negativas, como fracaso, rabia, timidez, pena, miedo, etcétera. Ahí veremos que se trata de una falsa seguridad disfrazada. Cuando la persona recibe críticas y no es aceptada, no se reconoce y se cae la máscara, es como ponerle frente a un espejo y al verse se da cuenta de que en realidad no es quien dice ser.
Según el ego, tu identidad depende de lo que los demás
piensen de ti. Por eso es tan importante no dejar que domine tu vida, porque si
no serás como una hoja que se mueve al son del viento sobre la base de lo que
recibas de la sociedad.
Tener una falsa autoestima, implica que te ves a ti mismo diciendo cosas positivas sobre ti que realmente no te crees, pero necesitas convencer a los demás de tus habilidades, recursos y logros y pides que te devuelvan esas percepciones. Así alimentas esa autoestima que se desinfla rápidamente si no es aprobada. Buscar constantemente aprobación de los demás, te hace sentir mal, porque no te refuerzan ni reconocen tus fantasiosos méritos. Esa necesidad de reconocimiento constante es lo que te define y te impulsa a necesitar aprobación. Intentando atraer la atención del resto, magnificas o teatralizas tus explicaciones para llamar la atención de los demás. Además, puedes alardear de posesiones, conocimientos, aspecto físico, etc., e incluso te vez capaz de dar tu opinión cuando nadie la ha pedido.
Para no dejar llevarte por el ego, es importante que seas capaz
de ver que todas las necesidades de aceptación exterior no son más que
ilusiones, fantasías que tu ego te ha creado. No necesitas nada de eso para ser
feliz, lo único que necesitas es que te sumerjas en la sencillez en la humildad y seas natural.
No pretendas ser más, ni creas que eres menos, porque al final
todos somos iguales. Nuestra esencia interior no es tan complicada. Trata de
eliminar de tu vida las culpas, las exigencias, las falsas acusaciones, el perfeccionismo, la necesidad
de ganar o de tener razón, la prepotencia, la avaricia, el egoísmo…
Vive desde la sencillez, opta por el disfrute de las pequeñas cosas, aprecia la belleza de la vida, obséquiate con satisfacciones personales. Al final, nos vamos dando cuenta de que el ser humano no es ni tan simple ni tan complicado como creemos o nos hacen creer en un primer momento. Si dejamos de lado los pensamientos, miedos, condicionantes externos que nos paralizan y nos deshumanizan, descubriremos nuestra esencia, nuestro valor, nuestra dignidad.
Una esencia en la que somos seres sencillamente complejos,
que solo desean disfrutar de la existencia en buena compañía, por eso, deja que fluya el
amor, acéptate tal cual eres y da forma a una vida menos truculenta y
enmarañada. Escucha esa esencia interior desde el relax, porque todos llevamos dentro
a una gran persona que merece mucho la pena, no dejes que el ego te nuble y
saque lo peor de ti.
La vida es bella. No te dejes dominar por egos, ni envidias, ni rencores, estos lastres te roban las ilusiones y matan los sentimientos, la libertad de sentir, de reflexionar y rectificar, de aceptar y aprender. No te aísles en tu mundo de mentiras que el mundo real es maravillo. Sé honesto, no desprecies a nadie, busca amistades sinceras. Sé recto, honrado y leal con tu familia, no la traiciones, porque en tu familia encuentras refugio, cariño, un hombro en que apoyarte, abrazos que te den fuerzas y la alegría de vivir.
Fotografía: Internet
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