Consciencia y conciencia ¿en qué se diferencia? Siempre ha resultado complicado definir el concepto de conciencia (o consciencia: provienen del mismo origen latino conscientia, “con conocimiento”). La ciencia no tiene medios para estudiar algo que carece de materia o de cualquier tipo de fuerza o energía medible.
La idea evolucionó con el desarrollo de la psicología
y la neurofisiología en paralelo con la filosofía. Ésta insistió en el aspecto
subjetivo, mientras que las otras dos disciplinas se fijaban en el
comportamiento o en propiedades fisiológicas. Cada área de estudio ofrece sus
definiciones arbitrarias según su campo de investigación.
Tenemos consciencia y conciencia, dos dimensiones que
nos dotan de humanidad. Saber diferenciarlas nos ayudará a comprendernos mucho
mejor. Y aunque suenen casi igual, consciencia y conciencia no tienen el mismo
significado. No es lo mismo decir “tengo la conciencia tranquila” que “estar
consciente tras recibir un golpe” o “ser consciente de todos y cada uno de los
estímulos que me rodean”. El primer término tiene un gran interés para el campo
de la filosofía, el segundo es todavía un desafío para la neurociencia.
El biólogo molecular y premio Nobel Francis Crick,
solía decir que, aunque sea necesario saber diferenciar una dimensión de la
otra, en realidad siempre nos quedaremos cortos a la hora de intentar definir
cada una de ellas. Son entidades tremendamente complejas, y en particular la segunda,
la consciencia.
Asimismo, tal y como nos indica la Real Academia
Española la Lengua (RAE), en ocasiones, podemos encontrarnos con situaciones
algo ambiguas que nos pueden llevar a equívocos. De hecho, y aunque nos parezca
llamativo, es muy común caer en errores y ver incluso en muchas publicaciones a
algún autor confundiendo términos. Por tanto, veamos qué matices y
particularidades definen a cada una de estas dimensiones.
“La conciencia sólo puede existir de una manera, y es
teniendo conciencia de que existe”. Jean
Paul Sartre.
Consciencia y conciencia: características y
singularidades. Si tuviéramos que utilizar una definición básica y general para
diferenciar consciencia de conciencia, sería la siguiente: la consciencia te
permite formar parte de tu realidad, percibir cada matiz, estímulo y proceso
interno. La conciencia, por su parte, nos permite comportarnos de manera moral
y socialmente aceptable.
A grandes rasgos nos parece sin duda comprensible y
hasta sencillo poder diferenciar la una de la otra. Sin embargo, si alguien nos
dijera aquello de “soy consciente de mis actos”, ¿se referiría quizá al aspecto
moral, al perceptivo o quizá a ambos? En estos casos, entramos ya en un plano
subjetivo donde todo depende de lo que el emisor quiera expresar.
¿Qué es la conciencia? Decía el matemático y filósofo
Blaise Pascal que la conciencia es el mejor libro de moral que tenemos. No se
equivocaba. Esta realidad se refiere, básicamente, a esa capacidad que tenemos
las personas para saber qué actos, pensamientos, palabras y situaciones son
correctas y cuáles no.
Es un concepto moral y ético; sin embargo, cabe señalar que presenta además algunas pequeñas consideraciones que vale la pena tener en cuenta. Conciencia no tiene nada que ver con procesos como la atención o la percepción.
Filósofos como Descartes y Locke intentaron en su día
profundizar en este concepto para entender cómo se relaciona, por ejemplo, la
conciencia con el lenguaje, con el pensamiento y la inteligencia. Debemos tener
en cuenta, además, que una de las diferencias más notables entre consciencia y
conciencia, es que la segunda es para los filósofos una “virtud”.
De este modo, cuando decimos que alguien “tiene
conciencia”, estamos valorando que esa persona tiene valores morales. Nos
referimos a ella como alguien que intenta vivir de acuerdo unas normas básicas
de respeto y equilibrio. Es más, en ocasiones también decimos que los animales
demuestran “conciencia” porque llevan a cabo ciertos actos morales o sociales.
¿Qué es la consciencia? La consciencia es algo más que
estar despiertos, que tener los ojos abiertos y sentirnos parte de esa realidad
sensible que nos rodea. William James, padre de la psicología norteamericana,
fue uno de los primeros autores en abordar la comprensión de esa diferencia
entre consciencia y conciencia. Como filósofo, psicólogo y científico, definió
la consciencia a través de una serie de características que nos permitirán
comprenderla mucho mejor.
La consciencia es subjetiva. No tiene nada que ver con
la ética o la moral. Es un proceso personal donde uno es consciente de sus
propios pensamientos, de su realidad interna.
Se relaciona con el pensamiento, por lo tanto, siempre
está en constante cambio, es un continuo que nunca se detiene, que siempre está
procesando información, atendiendo a estímulos.
Asimismo, la consciencia también puede ser selectiva.
En un momento dado, las personas podemos poner la atención en un aspecto
(interno o externo) para separarla del resto de estímulos y tomar contacto con
eso que nos interesa.
La consciencia es el mayor enigma del ser humano. Christof
Koch es un neurocientífico norteamericano y uno de los mayores expertos en el
estudio de la consciencia y de sus bases neuronales. En libros como La búsqueda
de la consciencia: un enfoque neurobiológico, nos señala que la principal
diferencia entre consciencia y conciencia, es que la primera es todavía un
enigma. La segunda tiene que ver con el sentido de responsabilidad, con los
valores y conocimiento de cada uno por su propia persona y sus actos.
“La consciencia es todo lo que experimentas. Es esa
canción que se queda en tu cabeza. Es la dulzura de la mousse de chocolate, el
dolor palpitante de un dolor de muelas, el amor por tus hijos, y la seguridad
de que algún día vamos a dejar este mundo”.
Este científico nos señala, a su vez, que hay dos
tipos de consciencia que debemos tener en cuenta. Son las siguientes:
La consciencia primaria. Tiene que ver con nuestras
percepciones, sensaciones, memoria, pensamientos, con aquello que soñamos, con
lo que deseamos… Todo ello nos permite poder separarnos también de lo que nos
rodea para definir nuestra individualidad.
La consciencia reflexiva. Esta dimensión es, quizá, un
ámbito tan interesante como desafiante a la vez. Tiene que ver con “observar la
propia mente”, con saber qué somos, qué sabemos, qué ocurre en nuestro ser
interno.
Para concluir, dice la psicóloga Valeria Sabater, consciencia
y conciencia son dos términos tan complejos como interesantes a la vez. Son, a
su vez, algo más que meros productos de la mente. Es lo que nos hace humanos.
Como dijo Thomas Huxley en su día, “son esas entidades que nos hacen ser ‘conscientes’
de que somos algo más que huesos, músculos, células y una piel que nos envuelve”.
“En el fondo tenemos las cualidades de claridad,
conciencia, sensibilidad, calidez y amor. Pero, desde el comienzo, tenemos poca
idea de cuán profundas y vastas pueden ser esas cualidades”.
Seamos conscientes de nuestros actos, porque cuando vamos por la vida haciendo daño a los demás, será nuestra conciencia la que no nos dejará vivir en paz.
Fotografía: Internet
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