sábado, 8 de julio de 2023

Consciencia y conciencia

 



Consciencia y conciencia ¿en qué se diferencia? Siempre ha resultado complicado definir el concepto de conciencia (o consciencia: provienen del mismo origen latino conscientia, “con conocimiento”). La ciencia no tiene medios para estudiar algo que carece de materia o de cualquier tipo de fuerza o energía medible.

La idea evolucionó con el desarrollo de la psicología y la neurofisiología en paralelo con la filosofía. Ésta insistió en el aspecto subjetivo, mientras que las otras dos disciplinas se fijaban en el comportamiento o en propiedades fisiológicas. Cada área de estudio ofrece sus definiciones arbitrarias según su campo de investigación.

Tenemos consciencia y conciencia, dos dimensiones que nos dotan de humanidad. Saber diferenciarlas nos ayudará a comprendernos mucho mejor. Y aunque suenen casi igual, consciencia y conciencia no tienen el mismo significado. No es lo mismo decir “tengo la conciencia tranquila” que “estar consciente tras recibir un golpe” o “ser consciente de todos y cada uno de los estímulos que me rodean”. El primer término tiene un gran interés para el campo de la filosofía, el segundo es todavía un desafío para la neurociencia.

El biólogo molecular y premio Nobel Francis Crick, solía decir que, aunque sea necesario saber diferenciar una dimensión de la otra, en realidad siempre nos quedaremos cortos a la hora de intentar definir cada una de ellas. Son entidades tremendamente complejas, y en particular la segunda, la consciencia.

Asimismo, tal y como nos indica la Real Academia Española la Lengua (RAE), en ocasiones, podemos encontrarnos con situaciones algo ambiguas que nos pueden llevar a equívocos. De hecho, y aunque nos parezca llamativo, es muy común caer en errores y ver incluso en muchas publicaciones a algún autor confundiendo términos. Por tanto, veamos qué matices y particularidades definen a cada una de estas dimensiones.

“La conciencia sólo puede existir de una manera, y es teniendo conciencia de que existe”. Jean Paul Sartre.

Consciencia y conciencia: características y singularidades. Si tuviéramos que utilizar una definición básica y general para diferenciar consciencia de conciencia, sería la siguiente: la consciencia te permite formar parte de tu realidad, percibir cada matiz, estímulo y proceso interno. La conciencia, por su parte, nos permite comportarnos de manera moral y socialmente aceptable.

A grandes rasgos nos parece sin duda comprensible y hasta sencillo poder diferenciar la una de la otra. Sin embargo, si alguien nos dijera aquello de “soy consciente de mis actos”, ¿se referiría quizá al aspecto moral, al perceptivo o quizá a ambos? En estos casos, entramos ya en un plano subjetivo donde todo depende de lo que el emisor quiera expresar.

¿Qué es la conciencia? Decía el matemático y filósofo Blaise Pascal que la conciencia es el mejor libro de moral que tenemos. No se equivocaba. Esta realidad se refiere, básicamente, a esa capacidad que tenemos las personas para saber qué actos, pensamientos, palabras y situaciones son correctas y cuáles no.

Es un concepto moral y ético; sin embargo, cabe señalar que presenta además algunas pequeñas consideraciones que vale la pena tener en cuenta. Conciencia no tiene nada que ver con procesos como la atención o la percepción.

Filósofos como Descartes y Locke intentaron en su día profundizar en este concepto para entender cómo se relaciona, por ejemplo, la conciencia con el lenguaje, con el pensamiento y la inteligencia. Debemos tener en cuenta, además, que una de las diferencias más notables entre consciencia y conciencia, es que la segunda es para los filósofos una “virtud”.

De este modo, cuando decimos que alguien “tiene conciencia”, estamos valorando que esa persona tiene valores morales. Nos referimos a ella como alguien que intenta vivir de acuerdo unas normas básicas de respeto y equilibrio. Es más, en ocasiones también decimos que los animales demuestran “conciencia” porque llevan a cabo ciertos actos morales o sociales.

¿Qué es la consciencia? La consciencia es algo más que estar despiertos, que tener los ojos abiertos y sentirnos parte de esa realidad sensible que nos rodea. William James, padre de la psicología norteamericana, fue uno de los primeros autores en abordar la comprensión de esa diferencia entre consciencia y conciencia. Como filósofo, psicólogo y científico, definió la consciencia a través de una serie de características que nos permitirán comprenderla mucho mejor.

La consciencia es subjetiva. No tiene nada que ver con la ética o la moral. Es un proceso personal donde uno es consciente de sus propios pensamientos, de su realidad interna.

Se relaciona con el pensamiento, por lo tanto, siempre está en constante cambio, es un continuo que nunca se detiene, que siempre está procesando información, atendiendo a estímulos.

Asimismo, la consciencia también puede ser selectiva. En un momento dado, las personas podemos poner la atención en un aspecto (interno o externo) para separarla del resto de estímulos y tomar contacto con eso que nos interesa.

La consciencia es el mayor enigma del ser humano. Christof Koch es un neurocientífico norteamericano y uno de los mayores expertos en el estudio de la consciencia y de sus bases neuronales. En libros como La búsqueda de la consciencia: un enfoque neurobiológico, nos señala que la principal diferencia entre consciencia y conciencia, es que la primera es todavía un enigma. La segunda tiene que ver con el sentido de responsabilidad, con los valores y conocimiento de cada uno por su propia persona y sus actos.

“La consciencia es todo lo que experimentas. Es esa canción que se queda en tu cabeza. Es la dulzura de la mousse de chocolate, el dolor palpitante de un dolor de muelas, el amor por tus hijos, y la seguridad de que algún día vamos a dejar este mundo”.

Este científico nos señala, a su vez, que hay dos tipos de consciencia que debemos tener en cuenta. Son las siguientes:

La consciencia primaria. Tiene que ver con nuestras percepciones, sensaciones, memoria, pensamientos, con aquello que soñamos, con lo que deseamos… Todo ello nos permite poder separarnos también de lo que nos rodea para definir nuestra individualidad.

La consciencia reflexiva. Esta dimensión es, quizá, un ámbito tan interesante como desafiante a la vez. Tiene que ver con “observar la propia mente”, con saber qué somos, qué sabemos, qué ocurre en nuestro ser interno.

Para concluir, dice la psicóloga Valeria Sabater, consciencia y conciencia son dos términos tan complejos como interesantes a la vez. Son, a su vez, algo más que meros productos de la mente. Es lo que nos hace humanos. Como dijo Thomas Huxley en su día, “son esas entidades que nos hacen ser ‘conscientes’ de que somos algo más que huesos, músculos, células y una piel que nos envuelve”.

“En el fondo tenemos las cualidades de claridad, conciencia, sensibilidad, calidez y amor. Pero, desde el comienzo, tenemos poca idea de cuán profundas y vastas pueden ser esas cualidades”.

Seamos conscientes de nuestros actos, porque cuando vamos por la vida haciendo daño a los demás, será nuestra conciencia la que no nos dejará vivir en paz.


Fotografía: Internet

 

 

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