Las enemistades ocultas y silenciosas, son peores que las
abiertas y declaradas.
Cicerón.
La enemistad es la relación contraria a la amistad. La enemistad es sinónimo de aversión, hostilidad, rencor, odio, ira, venganza, etc., producto de las diferencias comparativas, ideológicas o de pensamientos entre dos o más personas y, también por la envidia que puede sentir una persona hacia otra: hermanos, amigos, compañeros...
Debemos rehuir la amistad de los malos y la enemistad de los
buenos. Epicteto.
La enemistad es aversión, hostilidad entre dos
o más personas. El término enemistad se relaciona con la expresión enemigo, lo
cual es un adjetivo que significa opuesto a una cosa o el que tiene una mala
voluntad y le desea mal al otro, y también por la envidia que puede sentir una
persona hacia otra. El enemigo manifiesta una crueldad vengadora, capaz de
destruir a la persona que se ponga en su mira. Para llevar a cabo su fin, se presenta
como víctima que sufre, (aquí se inventan unas historias maquiavélicas cargadas
de injurias y mentiras) con tal de chantajear emocionalmente y captar la empatía
para poder manejar a las personas e inocularle el desprecio hacia la persona
señalada. De estas personas que se regocijan en la maldad, hay que mantenerse alejados, por salud emocional, mental y espiritual. Pero cuando son tus propios hermanos quienes urden
tan despreciable acción, piensas en tus buenos padres que transmitieron educación,
valores y una fe que te llevan a ser personas de bien. Esa enemistad se viste de cinismo e hipocresía: levantan falsos testimonios para desacreditar y desprestigiar la buena
fama, por delante te ponen una cara y por detrás te despellejan sin piedad, agresiones verbales y hasta físicas, voluntad de hacerle la vida
imposible al otro, intimidación personal, etc. ¡Dios nos libre! Pero, Dios lo ve todo y lo sabe todo...
El término enemistad se puede evidenciar en varios contextos,
como fue referido anteriormente, entre familiares, pero también puede surgir
entre naciones, como resultado de un desacuerdo entre las políticas, generando
guerras. Asimismo, la enemistad se puede observar en el cine, el teatro, en el
deporte, en la literatura, incluso en niveles de ‘aficionados’ porque se tiene
el afán de competir no de compartir.
La enemistad es conocida como un antivalor de la amistad. La
enemistad produce la falta de convivencia, exclusión hacia los otros
individuos, individualismo. También, la enemistad produce otros tipos de
sentimientos: intolerancia, irrespeto, desacuerdo en la mayoría de los
planteamientos hechos por aquella persona considerada enemiga, maldad, entre
otros.
«La enemistad es una putrefacción mental. Los seres humanos están expuestos a muchos sufrimientos en el mundo en que se encuentran en este momento. Pero la menor parte de ellos tiene una idea sobre qué sufrimiento es el más peligroso y el peor, sobre qué sufrimiento es el más demoledor de todos los sufrimientos, tanto en el sentido físico como psíquico. El sufrimiento más peligroso de los seres humanos es la reacción mental que se desencadena en su modo de ser como cólera o enemistad. Este sufrimiento está mucho más desarrollado entre los seres humanos que cualquier otro sufrimiento. El que haya alcanzado esta posición tan gigantesca se debe a la circunstancia de que el hombre ignora totalmente lo demoledor que, en realidad, es para la vida. Frecuentemente incluso se ha alabado a las personas cuya conciencia ha manifestado, de un modo especial, odio y enemistad. La mayor parte de la humanidad es portadora de este estado mental que, en innumerables situaciones, se manifiesta, en el modo de ser de la humanidad de la Tierra y en su creación de civilización, como explosiones destructoras e incluso mortíferas. Si damos una mirada retrospectiva a personajes conocidos de la historia, que han ejercido su poder sobre el hombre, habrá muy pocos cuyo modo de ser no haya revelado que la cólera o enemistad también se alojaba, en mayor o menor grado, en su mentalidad. A la enemistad se la ve tanto en los jóvenes como en los viejos, se encuentra en todas las clases sociales y sus efectos destructores se observan tanto en los movimientos religiosos como en las asociaciones materialistas. De hecho, todas las culturas precedentes han sucumbido a su efecto corrompedor y venenoso. La enemistad desencadena, en la mentalidad y el modo de ser, el mismo proceso demoledor que la putrefacción desencadena en los organismos animales muertos, y por consiguiente puede decirse que la denominación cósmica justa del concepto enemistad es ‘putrefacción mental’. Escribe Martinus y continua...
«La enemistad es el mayor mal de la humanidad. Ha sido la
causa del sufrimiento y de la muerte de millones de seres humanos. No tiene
sólo lugar dentro del ámbito de las nacionalidades, donde se puede odiar o
abrigar enemistad contra otra persona sólo porque esta persona es alemana,
sueca, danesa, rusa o cosa parecida. No, la furia de la enemistad y del odio en
la naturaleza del ser humano, y su contagio a la mentalidad humana también ha
sido la causa de múltiples sufrimientos en las familias, en los matrimonios, en
las relaciones entre empresarios y trabajadores y entre superiores y
subordinados. La enemistad a causa de diversidad de razas o de color de la piel
también es uno de los procesos de putrefacción mental que azota a la humanidad
con sus efectos deterioradores. Miles de seres humanos van por ahí con
complejos o sufren neurosis, angustia, melancolía o hastío de vivir, de tal
manera que están dispuestos a suicidarse o matar a otros debido al proceso de
descomposición que se desencadena bajo la forma de enemistad.
Mientras no se elimine la enemistad, ésta le impedirá a la
humanidad vivir en el brillante mundo de cultura y creación altamente
intelectual al que la ciencia moderna está en condiciones de llevarla. ¿Por qué, pues, no hacer todos los esfuerzos para dominar este horrible estado defectuoso
con sus efectos que descomponen tanto la estructura física como la psíquica de
los seres humanos de la Tierra? Ningún médico de ningún país ha podido
encontrar la medicina que pueda abolir la enemistad, aboliendo de este modo el
proceso de descomposición mental que trabaja en contra de la curación de
cualquier enfermedad. ¿De qué sirve estar en condiciones de remendar una parte
de los efectos de ciertas enfermedades y sufrimientos, cuando no se puede
acabar con el único mal verdadero, con lo que, de hecho, es la causa más
importante de todos los sufrimientos y enfermedades? El objeto de la vida no es
que los hombres sigan viviendo en el estado de desdicha que ahora domina en la
Tierra. ‘El hijo pródigo’ no tiene que seguir viviendo en la degradación, sino
que tiene que volver de nuevo a su ‘padre’. La vida, que en su creación
universal nunca produce nada que en su resultado final no sea para alegría y
bendición de los seres vivos, no tiene el propósito de hacer una excepción con
el hombre de la Tierra. Del mismo modo que los ojos, los oídos, las manos y los
pies del hombre, el funcionamiento de su corazón, sus pulmones y sus glándulas,
etc., han salido tan perfectos de manos de la naturaleza, que son una y mil
veces una alegría y una bendición para él; y del mismo modo que la naturaleza
también conduce la creación de las frutas a través del estadio en que son
ácidas antes de madurar, así también esta naturaleza podrá llevar la existencia
humana hacia adelante, a través del estadio ‘de acidez’ hasta un estadio en que
el ser hombre equivale a existir exclusivamente para utilidad y alegría de
otros seres vivos».
¿No tienes enemigos? ¿Es que jamás dijiste la verdad o jamás
amaste la justicia? Santiago
Ramón y Cajal.
Perdona a tus enemigos, pero jamás olvides su nombre. John Fitzgerald Kennedy.
Fotografía: Internet
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