sábado, 10 de junio de 2023

La espiritualidad como medio de desarrollo humano



“No somos seres humanos atravesando una experiencia espiritual; somos seres espirituales viviendo una experiencia humana”. Teihard de Chardin.

La vida espiritual es lo que nos diferencia de otros seres vivos, con los que compartimos la vida biológica. Los humanos tenemos necesidades espirituales relacionadas con preguntas sobre nosotros mismos, sobre nuestra existencia: ¿por qué nací? ¿qué debo hacer en esta vida? ¿qué hay después de esta vida?

La idea de espiritualidad es difícil de describir en pocas líneas. A veces se ha definido como la capacidad que tenemos para comprender lo que somos y el papel que desempeñamos en el mundo como seres humanos. Sin embargo, esta definición puede resultar muy general y bastante abstracta. La espiritualidad tiene el poder misterioso que  trasciende más allá de nuestra capacidad humana.

Lo que parece claro es que la dimensión espiritual es genuinamente humana, o al revés. Es evidente que la vida espiritual es lo que nos diferencia de otros seres vivos, con los que compartimos la vida biológica. Los humanos tenemos necesidades espirituales relacionadas con preguntas sobre nosotros mismos: ¿por qué vivimos? ¿qué debemos hacer con nuestras vidas? ¿llevamos una vida correcta? ¿serán nuestros buenos actos recordados de alguna manera?

La espiritualidad un medio para el desarrollo humano. Carl Gustav Jung.

La espiritualidad es un aspecto esencial del ser humano, viene desde adentro, es una especie de fuerza interna que dinamiza las dimensiones del ser humano. Es vida interior, algo que no es mente y cuerpo, sino espíritu. Es algo más amplio que una religión, un proceso dinámico mediante el cual las personas encontramos trascendencia, un sentido final a la vida de nuestro ser interior.

La Espiritualidad es algo más profundo que la psicología de la personalidad de cada uno. La espiritualidad es nuestro santuario interior, donde el reconocimiento de uno mismo va más allá de la reflexión analítica y se abre a la confrontación metafísica y teologal con el abismo de lo desconocido, ya presente, «al que es más íntimo a nosotros que nosotros mismos»: Thomas Merton. 

El ser humano es un ente muy complejo que tiene un cuerpo animado por un espíritu. Pero es un ser único; no podemos romperlo y manejar separadamente cada una de sus partes de manera independiente, como si no estuvieran íntimamente ligadas. Por ello hablar de la formación espiritual desligándola de la formación humana, es un grave error.

Decir espiritualidad, es decir alma; decir alma, es decir Dios. El edificio de la formación espiritual se levanta sobre la base de una formación sólida de los otros aspectos humanos. Es por ello que antes de la formación espiritual, es necesario formar la voluntad, la conciencia, la inteligencia y la afectividad. Es utópico pretender una seria vida interior de oración, sin el cimiento de una conciencia rectamente formada o de una voluntad fuerte. No se logra una vida íntima con Cristo si no se ha modelado previamente el corazón por el camino de una sana y madura afectividad. No se pueden penetrar adecuadamente los misterios de la Sagrada Escritura sin el apoyo de una inteligencia aguda, perspicaz, sutil. Lógicamente, en todo ello es el Espíritu quien va guiando al alma y va derramando sus dones y sus gracias para irlas santificando, pero es necesario el concurso de una humanidad completa que sea cimiento sobre la cual pueda levantarse seguro el edificio espiritual, donde cabe la oración contemplativa.

A veces parece que se comprende mucho mejor la idea de no espiritualidad, así como las consecuencias de llevar una vida desenfrenada, poco planificada, irreflexiva, poco centrada en lo importante, llena de superficialidades, que nos lleva a ir dejando pasar los años sin la oportunidad de centrarnos en lo que realmente somos y queremos ser.

Sin embargo, trabajar por nuestro crecimiento personal, valorando y agradeciendo lograremos ser mejores para nosotros mismos y para los demás, eso nos ayuda a encontrar satisfacción y bienestar que redunda en la necesaria paz interior. En este sentido, la espiritualidad también tiene una parte de propósito y búsqueda de significado personal; el propósito es una parte de la espiritualidad.

La espiritualidad es un camino para combatir la insatisfacción humana, ya que supone buscar experiencias que hagan que nuestra vida personal tome sentido. Debemos buscar alternativas para llenar el vacío interior, siendo corresponsables con nuestra aportación individual para el bien común, y contribuyendo al bienestar colectivo, contribuimos a darle valor a nuestra vida. 

La espiritualidad alcanza los ámbitos filosóficos, religiosos, psicológicos..., y nos ayuda a entender el significado de la vida y de la condición humana. Nos impulsa a cultivarnos por dentro para ser mejores seres humanos, personas orientadas a trabajar por el bien de todos, porque somos uno con todos.

En el crecimiento personal es donde encontramos un sentido a nuestra vida. El desarrollo de nuestra interioridad y dimensión espiritual contribuye a que seamos más libres para dirigir nuestra vida y enfocarla en lo importante. Por ello, la espiritualidad se convierte en un elemento imprescindible para disfrutar más y ser más felices.

Cada uno de nosotros tenemos nuestra propia evolución vital y cada uno pasa por diferentes pruebas que son únicas y desafiantes. Pero ciertas cosas son comunes, y aprendemos a través de las experiencias de los demás. En un viaje espiritual todos tenemos las mismas oportunidades y el mismo destino. Cada cual es responsable de su libre elección, por tanto, responsable de su destino.


Fotografía: Internet


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