Mamá, Verte partir, a ti y a papá, ha sido lo más doloroso
que me ha podido pasar.
Cada 23 de junio se remueve toda la angustia y el sufrimiento
de verte partir para siempre. La vida tiene su ritmo y no lo podemos
cambiar. La vida nos viene dada con sus mieles y sus hieles: es así la vida, tiene su cara y su cruz, y todo ser viviente tendrá
momentos dulces y momentos amargos, y la misma vida nos va enseñando a vivirla
y a gestionarla. Nos enseña a ser fuertes para seguir siempre adelante, porque
hay momentos tan duros y tan dolorosos que nos dejan sin aliento, pero la vida es
así y a todo ser viviente le toca lo que le toca cuando le toca.
La vida no puede existir sin la muerte y, aunque todos
sabemos que al final del camino tendremos que darle la mano, nadie nos enseña a
no temerle. Pensamos que es algo remoto y que únicamente le sucede a
alguien lejano. Es por eso, que cuando nos tenemos que enfrentar a la muerte de un ser
querido, somos tan vulnerables. Creemos que en la vida solo se puede ganar,
cuando en realidad debemos aprender que también hay que saber perder y aceptar que más tarde
o más temprano a todos nos llega la hora.
El duelo es un proceso normal de la existencia, y la expresión
del duelo es la manera en que una persona reacciona a la pérdida de un ser
querido. No todas las despedidas son iguales. Al fin y al cabo, no es lo mismo
un hasta luego que un hasta siempre. Muchas personas creen que el duelo es un
periodo breve de dolor o de tristeza en respuesta a una pérdida, como las
lágrimas que se derraman en el funeral de un ser querido. Pero el duelo incluye
todo el proceso emocional de enfrentarse a una pérdida, y puede durar mucho
tiempo. Este proceso involucra muchas emociones, acciones y expresiones
diferentes, y todas ellas ayudan a la persona a sobrellevar y aceptar la pérdida de un ser querido.
El duelo se refiere a un proceso que cualquier persona podría experimentar y
ninguno de nosotros lo hace de la misma manera, porque los vínculos afectivos a
veces están afectados. Esto se debe a que cada persona siente el duelo de
manera diferente, y cada pérdida es diferente.
Mamá estoy contigo a través del tiempo y a pesar de la
muerte. Vives en mi mente cuando te pienso y en mi corazón cada vez que late…
Y ¿cómo reacciona el cerebro ante la ausencia de un ser
querido? La ausencia de un ser querido es fuente de sufrimiento para cualquier
persona. Aunque amar y perder lo amado es una constante de la vida, nunca nos
resignamos del todo a ello. Es como si a pesar de que sepamos que nada dura
para siempre, nos negáramos a aceptar que es así. Es una especie de rebeldía
psicológica y emocional que se sale de nuestro control, para poder asumir un hecho
real que no queremos aceptar porque nos parece mentira.
Muchas veces decimos que hay una contradicción entre la razón
y el corazón. La mente nos dice que debemos aceptar esa ausencia, pero algo más
profundo se resiste a que esa realidad sea real porque se niega a perder a un
ser querido y el vacío se hace insoportable.
“A veces, cuando una persona falta, el mundo entero parece
despoblado”. Lamartine.
Esto ocurre porque tanto la presencia como la ausencia de un
ser querido provocan reacciones en terrenos donde tenemos poco control, explica
el psicólogo Sergio de
Dios González. En el amor y en el duelo hay procesos fisiológicos involucrados.
Hay alteraciones que son físicas y que exceden lo que podemos comprender y
manejar. Eso es lo que explica la llamada “teoría del proceso oponente”.
La teoría del proceso oponente fue desarrollada por Solomon y Corbit en 1974. Según este planteamiento, nuestro cerebro tiende a buscar el equilibrio emocional. Y el camino que elige para hacerlo es tratando de neutralizar las emociones. Para lograrlo, lleva a cabo una operación recurrente: cuando aparece una emoción intensa, que nos quita la estabilidad usual, la respuesta es dar lugar a la emoción opuesta o “estímulo emocional corrector”. Según esta teoría, el estímulo de respuesta es débil en un comienzo, pero poco a poco va tomando fuerza. A partir de estos principios se puede explicar, en parte, tanto lo que ocurre en una adicción, como lo que sucede en el cerebro después de una pérdida afectiva.
Cuando aparece la emoción inicial, esta es muy intensa. No tiene ninguna oposición y por eso alcanza un nivel máximo. Es lo que sucede, por ejemplo, en el enamoramiento. Sin embargo, poco a poco aparece el estímulo opuesto, aunque al comienzo no se percibe. Paulatinamente va tomando fuerza para neutralizar esa emoción inicial.
En el caso de los afectos, el estímulo inicial es el del
afecto mismo. Hay apego, necesidad de esa persona. En las parejas,
sobre todo, ese estímulo emocional inicial es muy intenso. Al mismo tiempo,
aparece el estímulo opuesto. Por eso con el tiempo la intensidad del comienzo
va cediendo terreno frente a una cierta “neutralidad” en los sentimientos.
Sin embargo, si se produce una ausencia, bien sea porque esa
persona se aleja o porque muere, se presenta una descompensación. El estímulo
inicial desaparece y queda solo el “estímulo corrector” que, a su vez, se
intensifica. Este se experimenta de una forma muy desagradable: con tristeza,
irritabilidad y todas las emociones involucradas en un duelo.
Es un tema químico. Todas las emociones ocurren también orgánicamente; esto quiere decir, que a cada emoción corresponde un proceso fisiológico en el cuerpo y unos cambios químicos en el cerebro. Cuando amamos a alguien, no solo lo hacemos con el alma, sino también con los elementos de la tabla periódica y con cómo se manifiestan en el organismo.
Por eso la ausencia de alguien amado no es solo un vacío emocional. Hay un montón de oxitocina, dopamina y serotonina que las personas amadas generan. Cuando no están, el cuerpo sufre un desorden que, en principio, no se puede equilibrar. Se necesita tiempo para que ocurra un nuevo proceso oponente: que frente a la emoción intensa negativa surja un “estímulo corrector” para alcanzar de nuevo el equilibrio.
¿Para qué nos puede servir saber todo esto? Simplemente para
comprender que la ausencia de alguien amado tiene profundas implicaciones en la
mente y en el cuerpo. Es inevitable que a una pérdida le siga un proceso de
reacomodación que tarda su tiempo, aunque hay personas de corazón pétreo que no sienten la ausencia de un Ser querido. Son personas espartanas que no les afecta los afectos... Frente al dolor de la ausencia no es fácil encontrar el consuelo que calme un corazón roto. Hay que dar tiempo al tiempo y confiar en que venimos diseñados para recuperar el
equilibrio, tras situaciones que nos desbordan.
“Algo de mi se fue contigo madre” dice la canción, pero no
fue algo, fue mi vida misma la que se fue... Quedé huérfana de padre y madre, y
el vacío es tan grande que te sientes perdida en la inmensidad. Los padres son el todo de la
vida: son la columna que sostienen, son la fuerza que empuja, son la brújula que
guía, son la presencia de la esencia, son la alegría de existir…
Mamá, nos separó la muerte, pero el amor nos mantiene unidas. Solo me queda el consuelo de pensar que alguien que ahora está en el cielo vela por mí. Ahí en tu cielo hay algo de mí...
Mamá, papá, el amor verdadero nunca muere, no hay tiempo ni distancia que lo destruya, más bien, lo fortalece. ¡Te quiero! ¡Les quiero! Envíenme su bendición. Por siempre en mi corazón.
Fotografía: Internet
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