La certeza es la conciencia de saber que conocemos la verdad.
En este sentido, como certeza denominamos el conocimiento seguro y claro que se
tiene de algo y que no deja lugar a dudas. La palabra, como tal, es un
sustantivo femenino que deriva de cierto, que a su vez proviene del latín
certus, que significa ‘decidido’, ‘resuelto’ o ‘preciso’.
La certeza en este sentido, no se limita a la idea de que sabemos la verdad, sino que se refiere al estado de conocimiento según el cual estamos conscientes de que poseemos la verdad. De ahí que tener certeza de algo es saberlo con convicción, con seguridad e incluso, con evidencia de que lo que se sabe es efectivamente verdadero: “Tengo la certeza de que llovió durante la madrugada, pues el suelo del parque está mojado”. Así, la certeza también se asocia a la confianza que se tiene en la información que se maneja.
La base de la certeza, como tal, es un conocimiento racional
de la realidad que puede ser reconocido objetivamente. De allí que todos los
saberes, y principalmente el científico y el fáctico, se basen en un conjunto
de certezas que se articulan como una disciplina de conocimiento. Por esta
razón, la certeza también se asocia al conocimiento exacto o preciso que se
tiene sobre determinado asunto, materia o fenómeno.
La verdad no siempre se nos presenta con absoluta claridad.
Con frecuencia el objeto a examinar no se nos ofrece con una evidencia interna
que nos permita hacer un juicio seguro. Es entonces cuando tenemos libertad
para asentir, disentir o suspender el juicio. Al no resultarnos evidente,
nuestra voluntad e inteligencia, junto a otros componentes y factores subjetivos,
pueden conducirnos a formular un juicio en el que existe la posibilidad de caer
en el error, de quedarnos en el camino de la duda, de la mera sospecha o de
hacer un acto de fe. La forma más perfecta de que la voluntad acepte el juicio
que elabora nuestra inteligencia es la certeza.
Cuando el experto emite un dictamen o un certificado de una
pieza filatélica es porque ha llegado a la certeza del juicio que sobre ella
realiza. De ahí la necesidad de abordar el problema de la certeza. De hecho,
resulta contradictorio hablar del “problema de la certeza” ya que por
definición la certeza debiera ser la ausencia de problema alguno para nuestra
mente. Es precisamente en la certeza donde nuestra mente descansa al tener la
garantía de ser poseedora de la verdad.
Certeza es el conocimiento seguro de que algo es verdadero.
Con ella eliminamos la posibilidad de error o duda. Toda nuestra vida es una
constante búsqueda de certezas en un intento consciente o inconsciente de
evitar las frustraciones que engendran los errores y la inseguridad e inquietud
que siguen a la duda.
Buscamos en la certeza, la evidencia objetiva, para eliminar
el temor a que la realidad sea distinta a como la ha captado nuestra mente. Lo
que ocurre es que no siempre la alcanzamos en su máximo grado de perfección. El
intelecto humano está destinado a captar la realidad, no a concebirla. Y no
ceja en esa búsqueda hasta alcanzarla para obtener la seguridad de que el
objeto conocido es así y no de otra manera.
La certeza metafísica o absoluta, es la firme aceptación del
juicio elaborado por nuestra inteligencia basado en las esencias o naturaleza
de las cosas. Es absoluta porque excluye lo contrario como imposible. El motivo
o razón del asentimiento viene determinado por la propia esencia del objeto
según es aprehendida por el intelecto.
La certeza física es la fundamentada en el conocimiento de
las leyes naturales, que deben cumplirse necesariamente. Y como el conocimiento
de las leyes naturales es en cierto grado hipotético, este tipo de certeza ya
no es absolutamente evidente. Mi intelecto podría equivocarse, por más que esta
probabilidad pueda ser remota. Eso no ocurre en la certeza metafísica en la que
mi intelecto no puede equivocarse. Un ejemplo puede ser el certificar que un
sello es falso porque ofrece una variante en el dibujo que no existe en ninguno
de los tipos de la plancha que se utilizó en su impresión. Es remota la posibilidad
de error en ese juicio porque es o parece físicamente imposible que de la
plancha original haya podido salir impreso semejante ejemplar.
La certeza moral es la basada en el conocimiento de las leyes morales por las que se regula el comportamiento humano. Dado que se está fundamentando el asentimiento sobre la actuación de personas libres, lo opuesto a nuestro juicio o asentimiento no queda excluido. Son convicciones basadas en el conocimiento experimental de las leyes por las que se rige el comportamiento ordinario del ser humano. La ética definida como teoría es la reflexión sobre los actos libres y la argumentación de los motivos de la acción. En esta definición se integra factores importantes: reflexión, argumentación, derechos y deberes. Y la moral es definida como las acciones de los sujetos, en la relación con los demás. Estas certezas morales nos permiten la convivencia social.
La mente humana juzga con certeza todo objeto que se le
presenta con evidencia objetiva intrínseca. Esa certeza es metafísica cuando se
basa en sus esencias; es física cuando se basa en las leyes naturales, aun
dejando la puerta abierta a alguna remota excepción; y es moral cuando capta el
comportamiento general del ser humano que, por ser libre, no puede ser
completamente previsible.
La certeza cierta de la fe… La fe ve lo invisible, cree lo
increíble y recibe lo imposible.
Fotografía: Internet
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