martes, 1 de noviembre de 2022

Rezar


 

Cada 1 de noviembre, la Iglesia católica honra a todos los Santos, conocidos y desconocidos. Para ella es el motivo de recordar que la santidad no "está reservada a una élite" y que todos los hombres son llamados a la santidad.

Recordemos con cariño y respeto a los que nos precedieron y no olvidamos, porque siguen alimentado nuestra esperanza, regando nuestras venas y palpitando en nuestro corazón. Su luz permanece entre nosotros y a pesar del tiempo, ellos nos guían, dirigen y protegen. Su memoria vive en el aire que respiramos y en nuestros sueños y silencios. Gocémonos todos en el Señor al celebrar esta fiesta en honor de todos los Santos. Cierro los ojos y siento la calidez y el calor de los abrazos que tanto extraño. Recemos por ellos y con ellos; por ellos y por nosotros...

Rezar es hablar con Dios. Rezar es una conversación con los que ya no están, el recuerdo de los que te antecedieron y la oración para seguir su ejemplo. Rezar es pedir por ellos, y también pedirles a ellos por los que estamos aquí. Es el momento de más calma del día, y, en mi caso, el de primera hora de la mañana... Rezar es una fotografía en sepia, un regreso al hogar familiar, a la alegría de niños, a las enseñanzas de los padres, a sus consejos, sus cuidados, sus miradas y sonrisas. Es volver a la casa de los abuelos y al tiempo sin tiempo de tu infancia. Es pasar por la Iglesia de camino a la escuela y rezarle al Cristo un Padre Nuestro para que te ayude en los exámenes. Es tener fe y creer que Dios es nuestro refugio, nuestra fuerza y esperanza, nuestro consuelo en la tristeza, y en nuestras inquietudes es silencio acogedor. Rezar es tener memoria y agradecer.

Rezar es lo que va antes del trabajo o después del trabajo, y lo que nunca lo suplanta, porque ya lo dice el refrán: "a Dios rogando y con el mazo dando". Es lo único que puedes hacer cuando ya no puedes hacer más, y es la forma de comprometerse de quien no tiene otro medio de hacerlo, como cuando rezamos por un enfermo que se va a operar y ya está todo en manos del cirujano (y de Dios). Rezar no hace milagros, o sí los hace, porque la fe ofrece consuelo al que reza y a aquel por quien se reza. Rezar nunca es inútil, siempre conforta el espíritu y sientes su fuerza.

Rezar es decir, rezaré por ti y también, reza por mí. Y es, por tanto, lo contrario a la vanidad. Rezar es la aceptación de tus limitaciones. Es aprender a resignarse cuando lo que pudo ser no ha sido. Es vivir sin rencor, aprender a olvidar, aceptar la derrota con dignidad y celebrar el triunfo con humildad. Rezar es resignación cuando procede, pero también arrebato y pundonor cuando toca. Es buscar las fuerzas si no se tienen y confiar en que las cosas van a ser como deberían ser. Rezar es optimismo, no dar nada por perdido, luchar y resistir, como en la canción, erguido frente a todo, y es mi padre antes de morir. Rezar es fragilidad y entereza.

Rezar es curar las heridas, restañar los arañazos, superar el daño que te han hecho. Pasar página y empezar de cero. Perdonar las ofensas y también pedir perdón. Y sobre todo es  tener gratitud. Rezar es dar las gracias por vivir y por lo que la vida te ha dado. Es despertarse con las ilusiones renovadas. Aferrarse desesperadamente a lo inmaterial. Acordarse de lo que de verdad importa y relativizar todo lo demás. Es establecer las prioridades, poner en orden los papeles de tu vida, buscar la trascendencia, pensar a lo grande inspirados por la fe.

Rezar es desconectar y apagar el móvil. Es introspección en la sociedad del exhibicionismo. Es relajarse y calmar los nervios. Y prepararse mentalmente para lo que ha de venir. No es solo buscar el coraje, sino también la inspiración, la idea, el enfoque, la luz, el claro en medio de la espesura. Rezar es razonar, aunque parezca lo más irracional que haya. Es la mente funcionando como cuando juegas una partido de ajedrez. Es planificar y anticipar las jugadas. Rezar es un placer oculto que se reserva para la intimidad, porque rezar es un acto privado e intimo. Es abstracción en los tiempos de lo concreto y lo material. Es pausa en un mundo excitado. Es calma cuando todo es ansiedad. Y es aburrido en la dictadura de lo divertido.

Rezar es desnudarse y abrir tu alma a la persona con la que rezas. Y es una declaración de amor por la persona que tienes en tus rezos. Es derramar tu cariño sobre los que más quieres y sentir el cariño de los que rezan por ti. Rezar es tener a otros en tus oraciones y estar en las oraciones de otros, que es mucho más que estar solo en su memoria. Rezar, y sobre todo que recen por ti, es la mayor aspiración que uno puede tener en la vida. Un privilegio inmenso. Es querer tanto a alguien cómo para rezar por él, y que alguien te quiera tanto como para rezar por ti. ¿Cabe mayor orgullo? ¿Existe mayor plenitud que la de saber que hay una madre, un hermano, un hijo o un amigo que quiere que Dios te proteja, y te de salud, y te ilumine, y te ayude, y te acompañe, y esté siempre contigo?

Rezar es tener fe en Dios, tener fe en la vida, en las personas, en tus padres, en tus hijos, en tus hermanos, en tus amigos. Rezar es la maestría de niños y abuelos, y es un súper poder que nos predispone al bien. Rezar es agradecer. Rezar es creer que la vida no acaba se transforma. Rezar es ser practicante de un mundo mejor. Rezar es orar en comunión con los Santos por la salvación de las almas. Rezar es amar.


Fotografía: Internet - Texto: Miguel Ángel Robles

 

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