sábado, 23 de julio de 2022

Personas atacante

 


Hay gente que se creen superiores solo por poner su palabra sobre la tuya. Personas que atacan a los demás para sentirse superiores teniendo la última palabra.

La vulnerabilidad suele activar en la mayoría de las personas el impulso de ayudar. Se ha demostrado que cuando vemos a una persona llorar, intentamos consolarla. Sin embargo, hay personas que aprovechan las debilidades ajenas para sentirse superiores. No dudan en hurgar en la herida o hundir más al otro para reafirmar su poder y conseguir sus propósitos.

Curiosamente, la intimidación no siempre proviene de desconocidos o supuestos enemigos. Una encuesta reveló que el 30% de los acosadores son amigos cercanos, el 10% son una ex pareja, el 6% un miembro de la familia y el 4% la pareja actual. La exclusión, las críticas inaceptables, la intimidación, la difusión de rumores maliciosos o falsos y la humillación son formas de acoso en la vida adulta de las que nadie está a salvo, dice la psicóloga Jennifer Delgado.

La necesidad de sentirse superior a los demás, un arma de doble filo. Más de dos tercios de las personas reconocen que, en el fondo, disfrutan sintiéndose superiores a los demás. De hecho, todos tenemos un sesgo que hace que nos veamos de manera más positiva que los demás. Este efecto, conocido como la “ilusión de superioridad”, es más pronunciado cuando nos referimos a las características morales. Investigadores de la Universidad de Londres descubrieron que las personas solían calificarse a sí mismas como más honestas, justas, fiables y virtuosas que la media. O sea, la mayoría de nosotros pensamos que somos mejores que los demás. 

Aunque se trata de una creencia totalmente irracional desde el punto de vista estadístico, es comprensible desde el punto de vista psicológico ya que todos intentamos proteger la imagen que tenemos de nosotros mismos. El problema no es la ilusión de superioridad en sí, sino el camino que elegimos para salir bien parados en esa comparación.

Hay personas que realmente se esfuerzan por crecer y mejorar desarrollando la autoeficacia mientras otras experimentan una necesidad destructiva de auto-engrandecimiento. Hay quienes, en vez de esforzarse por desarrollar sus potencialidades, buscan el poder y el estatus sometiendo e intimidando a los demás. Como dijera Paramahansa Yogananda, “algunas personas intentan ser más altas cortándoles la cabeza a otras”.

El acoso como estrategia de validación de un ego frágil. El acoso y el maltrato son mecanismos a través de los cuales el ego defiende una autoestima frágil. El acoso y la intimidación son, en el fondo, una forma de validación disfuncional, ya que las personas que atacan o intimidan a los demás necesitan sentirse fuertes y poderosas, de manera que usan su poder o estatus para someter a los más vulnerables. Esas personas que se comportan como auténticos acosadores o maltratadores, con su actitud validan la imagen que tienen de sí mismas y proyectan una imagen fuerte ante los demás.

Aunque muchas de las personas que recurren a este tipo de comportamientos fueron acosadas o intimidadas en su infancia o adolescencia, se dan muchos casos que no es así, pero bien por rebeldía o por no saber gestionar sus miedos e inseguridades, también pueden tener un comportamiento inapropiado y arremeter contra todos para hacerles culpables de sus fracasos.

Esas personas abusadoras, bien porque no conocen otros modelos de comportamiento, o por no saber gestionar ni controlar sus emociones, cuando encuentran a alguien vulnerable o que conozca sus desatinos, reaccionan descontrolados para intimidarles y no les lleve la contraria. Entonces el acoso y la intimidación se convierten en una forma desadaptativa de canalizar sus miedos e inseguridades, su dolor, su rabia y la frustración que experimentan frente a sus circunstancias.

En la base de esos comportamientos intimidatorios se encuentra la creencia de que el mundo es un sitio hostil. Esas personas prefieren dar el primer paso para intimidar y someter a los demás antes de que los intimiden o sometan a ellos. Ellos, los buenos, tienen que defenderse de los malos. Creen que el mundo está dividido en personas fuertes con poder y personas vulnerables sometidas, por lo que se aseguran de estar en el lado “mejor”.

Humillar, menospreciar e intimidar a los demás les aporta una sensación de control y poder temporal que les hace sentirse seguros. De hecho, los ataques y el maltrato son mecanismos a través de los cuales el ego defiende una autoestima frágil. Tener poder sobre los demás les permite seguir pensando que son personas fuertes y seguras y que tienen todo bajo control y que sus razones tienen razón de ser.

En el fondo el deseo de dominar a los demás nace de la necesidad de contrarrestar un sentimiento interno de inseguridad e inferioridad, pero que no quieren aceptar ni reconocer. En todos los ámbitos, toda persona malévola, maltratadora, acosadora suelen reafirmarse a través de las relaciones de poder y sometimiento. Por eso, aunque pueden molestar a cualquier persona que sea vulnerable, es más probable que elijan a alguien que les haga sentir, comparativamente, inferior o frustrado. Molestar a las personas que les molestan es una manera de exorcizar sus demonios interiores y volver a sentirse útiles, fuertes y seguros.

A largo plazo, ese comportamiento intimidatorio termina siendo negativo para el propio maltratador ya que, por una parte, le impide reconocer, aceptar y superar sus propias sombras y, por otra, es un obstáculo para mantener relaciones saludables con los demás. Estas personas tienen un riesgo mayor de desarrollar enfermedades psicosomáticas y sufrir experiencias psicóticas, según reveló un metaanálisis.

Y ¿cómo lidiar con el acoso y la intimidación? ¿Cómo neutralizarlas a una persona atacante? Aunque el perfil de maltratador se achaca y se da más entre varones, también hay mujeres de mucho cuidado.

Ante una de sus provocaciones, no te dejes llevar del enfado. No te pongas a su altura, detente y evalúa tu respuesta. Mantén la distancia, si puedes. En la vida dispones de un tiempo y una energía limitada, de manera que debes elegir inteligentemente las batallas que quieres luchar. Por tanto, siempre que sea posible, lo más conveniente es mantener a distancia a esa persona que necesita someter e intimidar a los demás para sentirse superior, porque frente a tu miedo refuerzan su poder.

A menos que haya algo importante en juego o que esa relación sea significativa para ti, es probable que no valga la pena luchar contra una persona que defiende a capa y espada un ego frágil. Ya se trate de un colega de trabajo, un conocido hostil o un familiar tóxico, evita mantener una relación demasiado personal, a menos que sea absolutamente imprescindible.

Responde en vez de limitarte a reaccionar. Tu felicidad, bienestar y equilibrio mental son importantes, de manera que debes protegerlos. Aunque los acosadores son expertos en detectar las debilidades de los demás y presionar sus puntos sensibles, es importante que mantengas la calma porque si te enfadas o irritas esa persona habrá conseguido su objetivo.

Recuerda que enfadarte solo servirá para alimentar la agresión. Por tanto, cuanto menos reactivo seas, mejor, porque podrás pensar con racionalidad para responder a las provocaciones de manera madura y asertiva. Así podrás decidir si lo dejas pasar o das una respuesta firme. Pero si es alguien con quién convives, buscarás la forma de ayudarle, aunque tendrás la batalla perdida si ellos no ven que su comportamiento es inadecuado, porque si en algo se reafirma su comportamientos es que llevan la razón. Frente a estas situaciones, tristeza e impotencia. 

Aunque sea difícil, despliega la empatía, porque en el fondo son personas que necesitan ayuda. Comprender que ese ataque o provocación no es algo personal te ayudará a gestionarlo mejor. No te lo tomes demasiado a pecho porque en realidad lo que desean esas personas es hacerte sentir inseguro y desequilibrarte emocionalmente. No se trata de ti, sino de su imperiosa necesidad de sentirse superiores y poderosos.

Intenta ponerte en su lugar, aunque en un primer momento sea difícil. Si comprendes que en realidad se trata de una persona insegura que está intentando validar su imagen a través de ti, podrás asumir una distancia psicológica que te permita ver lo que ocurre en perspectiva. Asume que ese ataque es solo un reflejo de sus inseguridades, no de tus defectos y es probable que esa persona, por tu forma de ser y actuar, se sienta de alguna manera, "comparativamente amenazada".

Establece límites y deja claras las consecuencias. “Trata a los demás como querrías que te trataran a ti”, dice la regla de oro de la ética. Eso también incluye a la persona que está intentando intimidarte. Aunque es difícil no enfadarse cuando te sientes atacado o menospreciado, si quieres mantener la situación bajo control y evitar que se repita en el futuro, será mejor que establezcas límites claros de manera firme, pero sin involucrarte emocionalmente para no deteriorar más la relación. En estos casos lo mejor es mantener la distancia y guardar silencio, porque el silencio evita que empeore la situación.

Si un sueño se cae y se rompe en mil pedazos, no tengas miedo de levantar uno de esos pedazos y comenzar de nuevo. Flavia. 

Estas personas son víctimas de sí mismas o víctimas de sus circunstancias o de su genética; muchas cargan patrones de bisabuelos, abuelos o padres... Por eso, frente a esas personas que no saben gestionar sus emociones, (sean amigos, hermanos, hijos, parejas...) no hay que mostrar miedos, pero sí, firmeza. Si te deja hablar, pídele que detenga su comportamiento destructivo, que reflexione sobre su conducta fuera de lugar, que viva y deje vivir, porque la capacidad de dejar claras las consecuencias de las conductas intimidatorias es esencial para neutralizar a los acosadores. 

Los obstáculos no tienen que detenerte. Si te encuentras con un muro, no te des la vuelta y te rindas. Averigua como escalarlo, atravesarlo o rodearlo. Michael Jordan. 

Si eres capaz de articular las consecuencias con serenidad y carácter, es probable que esa persona reflexione sobre su comportamiento y pase de violar tus derechos a respetarte o, al menos cabe la posibilidad de que te deje en paz. Ahora que lo más probable es, que no te deje hablar y no podrás recordarles lo que ya ellos saben, pero no quieren ni les interesa oírlo decir, porque se ven descubiertos y por tanto vulnerables.

La esperanza es importante porque puede hacer que el momento presente sea menos difícil de soportar. Si creemos que el mañana será mejor, podemos soportar una dificultad hoy. Thich Nhat Hanh.


Fotografía: Internet

 

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