domingo, 4 de abril de 2021

Cristo victorioso

 



El triunfo de Jesús resucitado... ¡Jesús vence a la muerte, esta es la gran noticia!

La acción de José de Arimatea y Nicodemo fue rápida y eficaz. Antes de que los judíos puedan darse cuenta de la muerte, ya está enterrado Jesús en un lugar que responde a la piedad de los suyos. Pero los judíos temen a Jesús y se acuerdan de la profecía de la resurrección al tercer día. Ellos habían destruido el templo del cuerpo de Jesús y ahora recuerdan el verdadero sentido de la profecía. Por ello acuden a Pilato reclamando una guardia que resultó providencial, muy a pesar suyo.

"Al día siguiente de la Parasceve se reunieron los príncipes de los sacerdotes y los fariseos ante Pilato y le dijeron: Señor nos hemos acordado de que ese impostor dijo en vida: Al tercer día resucitaré. Manda, pues, custodiar el sepulcro hasta el tercer día, no sea que vengan sus discípulos, lo roben y digan al pueblo: Ha resucitado de entre los muertos; y sea la última impostura peor que la primera. Pilato les respondió: Ahí tenéis la guardia; id y custodiad como sabéis. Ellos marcharon y aseguraron el sepulcro, sellando la piedra y poniendo la guardia".(Mt).

La garantía… La muerte era un sello en la boca de Jesús. Los sellos intentan ser una garantía: seguridad, guardan el cadáver en su silencio. Y, en efecto, esos sellos serán garantía de la muerte verdadera de Jesús que yace en la losa del sepulcro con el corazón abierto, separada el alma del cuerpo. Y los guardias se convertirán en testigos privilegiados del gran día del domingo, del primer día de la semana cristiana.

Los guardias se asustan… Por ellos conocemos lo que sucedió al inicio del día primero, al nacer el alba: "Y he aquí que se produjo un gran terremoto, pues un ángel del Señor descendió del Cielo y, acercándose, removió la piedra y se sentó sobre ella. Su aspecto era como de relámpago, y su vestidura blanca como la nieve. Llenos de miedo, los guardias se aterrorizaron y se quedaron como muertos". (Mt).

Habían pasado cuarenta horas desde el momento de la muerte: desde las tres del viernes hasta las siete del domingo. Un día completo, nueve horas del viernes y siete del domingo. Tres días. En ese tiempo el alma de Jesús desciende a los infiernos, como reza el credo cristiano, (no a los mismos infiernos; se refiere a ese infierno de la espera hasta que Él resucitara de entre los muertos, allí esperaba Abraham, Elías, Jonás, Job, Jacob, Moisés...). Pero el cuerpo estaba allí, en reposo total, sin conocer la corrupción, con la rigidez de la postura del crucificado con sus llagas abiertas, cubierto por la sábana y rodeando el rostro con el pañolón del sudario. Un gran terremoto conmovió a los soldados, que se estremecen, cuando de repente ven al ángel de vestiduras blancas lleno de fuerza y poder, que desplaza la gran piedra con facilidad y se sienta en ella. Los soldados caen al suelo, se desploman sin sentido. El temor no nubla sus mentes, pues se dan cuenta de lo sucedido, pero aquello supera grandemente sus experiencias. Estaba sucediendo el hecho central de la salvación. En el sepulcro, aquel cadáver estaba volviendo a la vida...

Se fabrica una historia… Algunos de los soldados huyen de espanto, otros quedan removidos por lo sucedido, otros acuden a los sanedritas con la noticia. Algunos de la guardia fueron a la ciudad y comunicaron a los príncipes de los sacerdotes todo lo sucedido. Reunidos con los ancianos, después de haberlo acordado, dieron una buena suma de dinero a los soldados con el encargo de decir: "Sus discípulos vinieron de noche y lo robaron mientras nosotros dormíamos. Si esto llegara a oídos del procurador, nosotros le calmaremos y cuidaremos de vuestra seguridad". Ellos tomaron el dinero y actuaron según las instrucciones recibidas. Así se divulgó este rumor entre los judíos hasta el día de hoy.(Mt).

Comienza una nueva etapa… Los sanedritas tenían ya el gran signo de Jonás. Tres días en el seno de la tierra y volver a la vida. Todos los otros milagros palidecen con la grandeza de lo sucedido. Este milagro realizado por su propio poder, manifestaba a Jesús como vencedor de la muerte y del pecado. Una nueva era acababa de comenzar. Pero, de nuevo, no creyeron, y elaboraron una mentira rápida y burda: Unos testigos dormidos testifican de lo que ha sucedido. Mientras dormían acudieron unos hombres y se llevaron el cuerpo. Era burda la mentira, pero el dinero acalla las conciencias. Los soldados, testigos involuntarios de los hechos, garantizan de una manera involuntaria la verdad de la resurrección de Jesús.

Cristo victorioso… La resurrección es la gran victoria. Jesús ha descendido todos los escalones de la humillación, uno a uno, como saboreando el abajamiento. Y, cuando ha llegado a lo más hondo, toma al hombre caído y lo eleva a niveles insospechados. La nueva vida es mucho más que lo que se puede alcanzar por una ética correcta; es un don de Dios que introduce a los hombres en la vida divina, si se unen a Cristo resucitado y vencedor.

La Buena Nueva de que es portador el cristianismo tiene su colofón en el Misterio Pascual, que se nos muestra como razón última de nuestra esperanza, como causa fundamental de nuestra alegría, porque Cristo ha querido hacernos a todos los hombres partícipes de su triunfo. Según nos narran los evangelios, al despuntar el alba el sepulcro se abre para dar paso al Cristo victorioso, quien anuncia a unas piadosas mujeres que Él ha vencido a la muerte.

En esta luminosa mañana de Pascua comienzan a renacer todas las esperanzas que parecían perdidas para siempre: Se ahuyentan los miedos, se nos ensancha el corazón, el Resucitado pone suave bálsamo en nuestras heridas y se multiplica en los millones de gentes que a lo largo de la historia han poblado y seguirán poblando la tierra, sobre todo en aquellos que se sienten excluidos de toda esperanza humana. Nace esa nueva Humanidad redimida. Todo el que quiera puede convertirse en testigo de este prodigioso acontecimiento, con solo mantener los ojos abiertos a la historia. Cierto que no podemos profundizar en los arcanos secretos de este misterio, ni hablar de él con palabras humanas; pero podemos ratificar sobradamente el milagro portentoso acaecido hace más de veinte siglos.

La tumba vacía nos remite a una plenitud de eternidades que nadie ha podido desmentir. Incrédulos como Tomás han habido siempre y que no les ha quedado más remedio que rendirse como él a la evidencia, tal y como sucediera con Dr. Frank Morison, quien comenzó a escribir su libro “¿Quién movió la piedra?” con la intención de demostrar que todo había sido un mito y al final se encontró con un hecho histórico innegable. ¿A qué está esperando el hombre moderno para tomarse en serio la resurrección de Jesucristo? ¿Por qué permanece impasible nuestro mundo ante un suceso suficientemente constatado, que condiciona el destino de la historia humana? No son las evidencias sino las conveniencias lo que llevan a muchos a negar lo que razonablemente debiera admitirse. A los ricos y poderosos no les interesa el triunfo del Resucitado, porque entonces se acabaría su imperio, tampoco a los egoístas acostumbrados a vivir una libertad sin deberes ni compromisos, quisieran que en el mundo imperase la ley del amor y el perdón universal que nos impulsa a volcarnos en favor de los demás. Ni siquiera los mismos cristianos acabamos de creernos que somos partícipes de la gloria de Cristo Resucitado y por eso en nuestros rostros no se ve reflejada la alegría pascual.

De esta esperanza humana que nace del Resucitado es de la que tan necesitados andamos los hombres de hoy. Al abrirse el sepulcro de Jesús se abrieron las tumbas de todos los muertos y comenzaron a brotar las ansias infinitas de inmortalidad del género humano como preciosas rosas de pétalos perennes que nunca se marchitan. Ésta es la gran noticia, la buena nueva ilusionante siempre vigente, siempre actual que celebramos hoy con un eterno ¡aleluya! “Resurrección. Oh gloria/ taladrada y tan nuestra,/ tan de hueso y de carne/firme, caliente, fresca”. Gerardo Diego.

Que la Luz del Señor resucitado disipe la tristeza de tu corazón y que su gran Amor permanezca en tu vida para siempre...

Fuente: Catholic.net

Fotografía: Internet

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