sábado, 5 de septiembre de 2020

Ser feliz


 

Ser feliz, es la decisión más importante de tu vida... 

“La felicidad no es algo que venga hecho, es algo que construyes con tus acciones”.  Dalai Lama

Ser feliz es una meta a la que todos queremos llegar, pero tenemos diferentes ideas sobre cómo conseguirla. Es fácil pensar en la felicidad como un resultado, pero aprender a sentirnos bien a pesar de las circunstancias es clave para mantener un estilo de vida saludable.

Es verdad que a veces las circunstancias pueden no ser las más favorables para sentirte bien, sin embargo, hay ciertas acciones que sí podemos poner en práctica para mejoran nuestra actitud ante la vida.

Las personas felices se dan cuenta de que la felicidad se convierte en un hábito. No son víctimas de las circunstancias y tampoco persiguen esa “felicidad” en alguna persona o un bien material. Esto explica Paula Butragueño.

Es cierto que algunos días puedes sentirte mejor que otros (tal vez te afecte el clima o alguna fecha en particular) pero si en el cómputo total de días al año decides sentirte bien y feliz, estás en el buen camino.

Ser feliz es una actitud individual, cada uno posee el secreto de su propia felicidad, no a todos nos hace feliz lo mismo. No reside en obtener cosas o cosechar éxitos, es decir, no es la meta lo que me hace feliz, es el camino. Nacemos con esta capacidad aunque luego se nos olvide. Desde que nacemos ya sabemos qué nos gusta y qué no: con el contacto con los padres, sonreímos y con el pañal mojado, lloramos.

Debemos volver a escuchar lo que nuestro cuerpo nos dice para acercarnos cada vez más a lo que me hace sentir bien y alejarme de lo que me hace sentir mal. Abre el corazón, escucha tu voz interior, esa es la mejor actitud frente a la vida.

La felicidad es un estado de bienestar psicológico, una sensación de sentirse bien con uno mismo y con lo que tienes, sin importar lo que falta o lo que tiene el otro. Es llenarse de momentos agradables y saberlos disfrutar, sean breves o largos, requieran un esfuerzo o no. Es un estado de satisfacción plena consigo misma y con la vida personal.

Si buscas felicidad en el diccionario te saldrá algo parecido a esto: “Estado de ánimo de la persona que se siente plenamente satisfecha por gozar de lo que desea o por disfrutar de algo bueno.”

Pues efectivamente, ser feliz es una decisión, y una de las más difíciles que tomamos a lo largo de nuestra vida, ya que implica renovarse automáticamente cada mañana. Despertarse y pensar "hoy voy a intentarlo" independientemente de como saliera ayer, pero hoy voy a hacer todo lo que esté en mi mano para que mi vida sea más bonita.

“Sin con todo lo que tienes no eres feliz, con todo lo que te falta tampoco”.

Mi bienestar personal, como su propio nombre indica, es personal e intransferible, solo depende de mí. A mí me hace feliz sentirme bien conmigo misma, ser agradecida con mis padres, con la vida y por quién soy. Ser feliz no depende de hermanos, maridos o hijos, aunque ayuda el cariño y las relaciones armoniosas. Ser feliz es conseguir metas, es estar pronto a colaborar, es compartir, es recordar. Ser feliz está dentro de ti, por tanto, la felicidad está en ti y no en lo que te rodea.

El propósito de todos en la vida es la de ser feliz. Y todos queriendo ser felices enfocamos nuestros proyectos en pro de la felicidad. Ahora que pensamos "felicidad" y nos sugiere familia, ya que en el amor radica la felicidad y la familia es el seno del amor, pero no siempre reina el amor, a veces aparece en el núcleo familiar un miembro que se encarga de dinamitar los lazos familiares sembrando desavenencias y con esa actitud, el amor salta por los aires. Pero a pesar de ciertas acciones debemos reforzar la decisión de ser feliz, una decisión vital que debemos tomar cada amanecer. Pero que bueno si alguien consciente que ha hecho un daño reflexiona y reconoce su error y abre la puerta a la reconciliación, y las reconciliaciones es motivo de felicidad. 

Y no me cabe la menor duda de que una persona generosa es más feliz que una persona egoísta. Cuando das estás ayudando, te sientes útil haciendo el bien y aliviando cargas y pesares. La generosidad es altruista, no es esperar algo a cambio, porque dar llena nuestra alma, mientras que no hacerlo nos vacía. No hay mejor sensación que la de sentirse bien con uno mismo.

Otra de las cosas que necesitamos para ser feliz, es ser pacientes y confiar. Confiar que en la vida todo llega, por lejos que puedan parecer, si sabes esperar esperanzado las cosas terminan saliendo. Al final todo sigue una especie de orden mágico y lo que tenía que suceder, sucede.

Y algo muy importante. Amar todo lo que haces y todo lo que tenemos a nuestro alrededor. El amor es lo contrario no del odio, sino del ego. Amar lo que haces, no por lo que vayas a recibir ni por lo que vayan a pensar los demás, sino porque tú quieres hacerlo, porque te llena a ti. Sin ese principio, no hay nada, porque si empezamos a vivir por el que dirán los demás, corremos un tremendo riesgo de perdernos a nosotros mismos en una maraña, en la que al final, nadie termina satisfecho, porque al único al que de verdad puedes llenar, es a ti mismo.

Sí, hay que buscar la felicidad en nuestro interior, ahí donde están tus principios y valores. Pensar que los demás son los únicos que pueden hacerte feliz es un gran error. Tienes que aprender a estar bien de forma independiente y tu entorno debe ser siempre un complemento a tu felicidad, nunca tu fuente principal. No siempre van bien las cosas y estando fuerte podrás soportar los contratiempos sin que te afecten hasta enfermar. Como depende de mí, debo buscar el lado positivo de las cosas. Por eso es importante ver el vaso medio lleno. Toda en la vida tiene su parte de aprendizaje y es importante saber valorarlo. En la vida a veces se gana y otras se pierde.

Y siempre habrá gente que le molesta verte feliz, también es verdad que no se puedes estar feliz todo el tiempo, pero hay que intentar que los malos ratos duren eso, un rato. Siempre busco en mi tesoro interior que me ofrece los recursos necesarios para que lo que no es causa mía, no cargármelo como propio y lo que no es mío, que se vaya con su dueño. Aquí todo es efímero y me espera lo eterno.

Ya no necesito ni dependo de cosas externas. No necesito la aprobación de los demás o que ellos estén pendientes de mí. Ni tampoco dependo de que todo me salga bien, porque he aprendido a ver la verdad de las cosas. 

Yo no me culpo por lo que hacen los demás, no me culpo por no ser como ellos esperan, no me culpo porque no sean como yo espero, no me culpo por no gustarle a alguien, no me culpo por no hacer algo bien, no me culpo por tomar decisiones que no les gusten a los demás ni les culpo a ellos por las decisiones que yo no tomo. Yo soy como quiero ser, construida con los valores que mis padres me inculcaron. Yo no me valoro por lo que los demás dicen de mí o por cómo me veo delante de un espejo. Me valoro por quién soy, de quién vengo y porque me siento agradecida.

Ya no me altero por cosas que no merecen la pena. Ante situaciones que antes me llenaban de dolor e impotencia y que hacía que le diera mil vueltas, ahora mantengo la calma y no me altero. Relativizo y diferencio lo importante de lo superfluo.

No camino por la vida con miedo ni angustias ni temores. No tengo de qué avergonzarme, camino mirando al frente y miro a la gente a la cara buscando sus ojos, incluso sonriéndoles.

Y, sobre todo, no puedo perder el control sobre mí misma por lo que digan, hagan o piensen los demás. Si alguien siembra calumnias sobre mí, quién las recibe cambiará su concepto sobre mí, y aunque duele que te pongan en la diana, no está en mí ese mal, y los infundios nunca se convertirán en verdad. El correr del tiempo es sabio.  Lo que dicen los demás se queda con ellos, yo ya no lo cojo. Ya no dejo entrar en mi casa a cualquiera y ya no necesito tener la razón para sentirme bien. La verdad se hace justicia sola. La verdad la sabe Dios.

Ya no dejo de ser feliz por estar triste. ¡Claro que no! La felicidad no es incompatible con el resto de emociones, la felicidad está por encima de todo eso. Ahora si estoy triste, o desbordada, o melancólica, o cansada, o enfadada, o lo que sea, sigo siendo feliz. Puede que en ese momento no me sienta bien, pero eso no cambia lo que siento en lo más profundo de mí. No, ahora ya no deja de ser verano porque haya tormenta en agosto.

En realidad, las cosas que pasan no me pasan. Yo no puedo envidiar la felicidad de nadie porque yo he podido encontrar la mía. Y, gracias a eso, he dejado de esperar. De esperar a algo para empezar a vivir, para empezar a disfrutar, para empezar a quererme, para empezar a ser feliz. A estas alturas de mi vida ya he encontrado todo lo que necesitaba.

Ser feliz no es tener una vida perfecta; ser feliz es reconocer que la vida vale la pena vivirla a pesar de todas las dificultades. Ser feliz solo depende de mí. No depende de lo que tengo o de quién me rodea, solo de mí. Yo soy responsable de mi felicidad y lo que me rodea no siempre depende de mí, y si no depende de mí, no me va a amargar la vida.

Muy poco se necesita para tener una vida feliz; está todo dentro de ti mismo, en tu forma de pensar. Marco Aurelio

Todo empieza en uno mismo. Ser feliz es ser autosuficiente, valerse por sí mismo sin depender de nada ni de nadie. Ser feliz es experimentar placer intelectual y conseguir evitar el sufrimiento mental y físico. Ser feliz es tener la conciencia tranquila por haber hecho lo correcto. Ser feliz es echar la vista atrás y gozar de nuevo.


Fotografía: Internet


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