sábado, 20 de abril de 2019

Nacer de nuevo






"Hay que nacer del agua, hay que nacer del Espíritu de Dios, hay que nacer del Señor..."
¿Qué significa nacer de nuevo? Jesús mismo nos definió lo que significa nacer de nuevo. La frase nacer de nuevo en su sentido literal significa nacer de arriba. Jesús explicó estas palabras cuando dijo que cada uno de nosotros debe nacer del Espíritu. Después en el siguiente versículo Él usó la frase “nacido de arriba”. (Juan 3:6 -7) En otras palabras, Jesús da a entender que, así como tuviste un nacimiento físico cuando entraste a este mundo, también debes tener un nacimiento espiritual para tener una relación con Él. Por lo tanto, el nacimiento de arriba significa que has iniciado una nueva relación con Dios por medio del Espíritu Santo que llena a toda persona que cree en Cristo. El Espíritu llega a tu vida, te renueva y te transforma en una nueva persona.

Esta expresión se refiere al nuevo vínculo que se establece entre Dios y la persona que vuelve a nacer. (Juan 3:3, 7) Dios adopta a los que nacen de nuevo como a sus hijos. (Romanos 8:15, 16; Gálatas 4:5; 1 Juan 3:1) Su situación es parecida a la de quienes han sido legalmente adoptados, pues cambian de estado y llegan a formar parte de la familia de Dios. (2 Corintios 6:18). 

Jesús dijo: “A menos que uno nazca de nuevo, no puede ver el reino de Dios”. (Juan 3:3) Así que “nacer de nuevo” prepara a una persona para ser rey con Cristo en el Reino de Dios, que gobierna desde el cielo. Por eso, la Biblia presenta el “nuevo nacimiento” como la oportunidad de recibir una herencia que “está reservada en los cielos”. (1 Pedro 1:3, 4) A los que nacen de nuevo, Dios les asegura que serán reyes y gobernarán con Jesús. (2 Timoteo 2:12; 2 Corintios 1:21, 22). 

Cuando Jesús habló del tema, dijo que estas personas nacerían “del agua y del espíritu”. (Juan 3:5) Esta expresión se refiere al bautismo en agua, seguido del bautismo con espíritu santo. (Hechos 1:5; 2:1-4). 

Jesús fue la primera persona que nació de nuevo. Fue bautizado en el río Jordán, y después Dios lo ungió o bautizó con Espíritu Santo. Entonces, Jesús volvió a nacer como su hijo espiritual, con la esperanza de vivir otra vez en el cielo. (Marcos 1:9-11) Dios hizo realidad esa esperanza cuando lo resucitó como ser espiritual. (Hechos 13:33). 

Hay muchas opiniones en relación a este asunto, pero para que podamos comprender lo que esto significa de verdad, debemos acudir a la Biblia. Jesucristo usó esa frase para describir un cambio espiritual que se necesita para tener vida eterna. A menos que nazcamos de nuevo, no podemos ir al cielo. 

Nacer de nuevo requiere de un arrepentimiento genuino, requiere decir 'estoy arrepentido' no me gusta lo que estoy haciendo, no me gusta la manera en la que se está desarrollando mi vida, no me gusta el hecho de alejarme de Dios, y por este hecho tendré que pasar la eternidad en el infierno. Es momento de reflexión; quiero dar la vuelta, quiero que mi corazón sea purificado, quiero el poder del Espíritu en mí, porque no puedo vivir esta vida sin Él, quiero y necesito esta renovación espiritual. 

En Juan 3.1-16 encontramos una conversación entre Jesucristo y un fariseo judío. Después de observar los milagros y de escuchar las enseñanzas del Señor, Nicodemo se le acercó una noche, y le dijo: “Rabí, sabemos que has venido de Dios como maestro; porque nadie puede hacer estas señales que tú haces, si no está Dios con él”. (v. 2). Pero, en vez de hablar acerca de lo que Nicodemo había mencionado, el Señor le respondió: “De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios”. (v. 3). 

¿Cómo podemos nacer de nuevo? Jesucristo le dice a Nicodemo que ni su nivel académico, ni su obediencia a la Ley, ni la posición religiosa prominente que tenía en el judaísmo le haría ir al cielo. Lo que necesitaba era un nuevo comienzo: un nacer de nuevo. 

"Nacer de nuevo es el acto de Dios, mediante el cual da vida eterna a quienes están muertos en sus transgresiones y pecados, al aceptar a Cristo como Salvador." Nicodemo le responde al Señor con la siguiente pregunta: “¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer?” (v. 4). Para ayudarlo a comprender, Jesucristo le explica que: “el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios”. (v. 5). 

En otras palabras, llegamos a este mundo al nacer físicamente; pero, para entrar al reino de los cielos, debemos nacer del Espíritu. Nicodemo no comprendía como podía el siendo viejo nacer de nuevo, para el esto era imposible, pero el Señor le dejo bien claro que el nuevo nacimiento del cual él le estaba hablando no era de la carne sino del espíritu. (vs 6). 

El nuevo nacimiento viene de Dios. (Juan 1:12-13). No podemos ser hijos de Dios o ser parte de la familia de Dios por nuestro propio esfuerzo, tenemos que recibirla como un regalo de Dios por medio de la fe. Toda persona que está muerta en delitos y pecados necesita la palabra de Dios para poder creer, para poder recibir la salvación de Dios. (Santiago 1:18 / 1 Pedro 1:23-25). 

En el momento que la persona ha recibido a Cristo como su salvador el nuevo nacimiento se hace efectivo, el Espíritu Santo viene a morar en la vida de la persona y comienza en su interior la obra secreta de Dios en la vida del hombre, esa obra que no es visible, pero que es real y transforma la mente y el corazón. 

Así exactamente como el viento no se ve, pero su obra es real, así el Espíritu Santo de Dios obra de manera invisible en el ser humano, pero sus frutos son visibles en la transformación de la persona. Podemos decir que el nuevo nacimiento es inmediato y la regeneración o conversión es un proceso en toda la vida del ser humano que ha nacido de nuevo. Espiritualmente hablando se le llama regeneración y del lado humano se le llama conversión. (Tito 3:5) 

El nuevo nacimiento viene del Espíritu de Dios que desciende sobre la persona que lo desea, cuando ésta reconoce que necesita una transformación interior y por eso se entrega de cuerpo, alma y espíritu a Él. Sin embargo, no son todas las personas que admiten esa necesidad de Dios y de una nueva vida. Muchas son aquellas que creen que por ser solidarias, honestas, bondadosas y justas ante la sociedad no necesitan ese nuevo nacimiento. Pero, esas cosas vienen de la justicia humana y se necesita mucho más que una vida correcta y hasta religiosa, para alcanzar la Salvación. 

Jesús vino para todos, pero no todos se consideran perdidos y necesitados. Algunos se creen lo suficientemente capaces de cualquier hecho por confiar en la propia naturaleza, en sus buenas y perfectas acciones o en su vida religiosa impecable. Siendo así, ¿cómo puede haber un nuevo interior en la vida de alguien que no reconoce que necesita cambiar? ¿Quién cree que es lo suficientemente bueno como para tener una transformación interior?

Este tiempo que estamos conmemorando es un buen momento para la transformación. El tiempo de Cuaresma corresponde a las cuatro semanas que preceden a la celebración de la Semana Santa. Es una oportunidad que se nos entrega para prepararnos en la esperanza y en el arrepentimiento para la llegada del Señor; un periodo privilegiado para los cristianos ya que nos invita a recordar el pasado, celebrando y meditando este tiempo tan importante para los católicos.

El Triduo Pascual, son los tres días más importantes de la liturgia cristiana que marcan el fin de la Cuaresma, en los cuales se actualiza la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo. Es un tiempo destinado a celebrar y conmemorar el misterio pascual. Su importancia reside en recordar que Jesús en su pasión y muerte nos eximió de culpa y dio la gloria de Dios y la vida por medio de su resurrección. 

Contemplando el Jueves y el Viernes Santo, llega el Sábado de Gloria. La noche de este día, madrugada del domingo se realiza la Vigilia Pascual para celebrar con mucha alegría el triunfo de Jesús sobre la muerte; es Domingo de Resurrección ¡Aleluya!

En este tiempo pascual se nos invita a nacer de nuevo, a convertirnos, a perdonarnos, a reconciliarnos con nosotros mismos, para aligerar las cargas y llegar a Dios a través de la oración. Un espíritu libre conecta con Dios y está abierto a relacionarse en paz con los demás. 

También se nos invita a vivir el presente de nuestra vida diaria, considerando la presencia de Jesucristo en nosotros y por nosotros: ayuda mucho a esto el fijarse unas metas diarias, como podría ser saludar diariamente con nuestra mente y corazón al Señor, y si físicamente pasamos por una Iglesia, acerquémonos al Sagrario a saludarle; la de mantener relaciones sanas y sinceras; la de ayudar y colaborar para mejorar las condiciones de vida de muchos necesitados; la de mantener una actitud cercana y sonriente; la de valorar y agradecer por el alimento por la salud por la amistad; y sobre todo, cuidar de decirle gracias a Dios muchas veces al día, o como señalaba, San Alberto Hurtado: “Contento Señor, contento”

Finalmente, se nos invita a preparar el futuro para la segunda venida de Jesucristo. Es un tiempo en el que podemos revisar cómo ha sido nuestra vida espiritual, nuestra vida en relación con Dios y convertirnos de nuevo. 

Oh, voluntad divina a tiempo y destiempo. Vivo momentos de dolor, de confusión, de sufrimientos, de heridas causadas por las humillaciones e injurias recibidas, por el olvido de los míos, de los que amo… En este momento me recojo en mi interior para decirte, Dulce Huésped de mi alma: ¡Aquí estoy Señor para hacer tu voluntad! ¡Haz que nazca de nuevo!

Fotografía: geralt

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