Un General cruel y sádico entro un día con su ejército en una población. Sus hombres se lanzaron inmediatamente a robar todo lo que pudieron y a producir toda suerte de estragos. Violaron a las mujeres, mataron a los niños, prendieron fuego a las casas y destrozaron las cosechas.
Cuando el general se enteró de que había en la población un maestro zen muy respetado, se propuso vencerlo también.
El General galopó hasta una colina situada a las afueras de la ciudad y entro a lomos de su caballo en el atrio zen. Allí meditando sobre un cojín se hallaba un hombre pequeño. El General acerco su caballo hasta él y colocó sobre su cabeza la espada ensangrentada, y mirándolo fijamente le dijo:
¿No te das cuenta de que te puedo traspasar con esta espada en menos que canta un gallo?
El maestro serenamente le preguntó:
¿Y tú no te das cuenta de que yo podría ser traspasado con esa espada en menos de que canta un gallo?
En este punto se dice, que el General tomó conciencia de su mala acción y agachando la cabeza, abandonó la población.
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