Hace tiempo, las aves y los mamíferos entraron en guerra y el resto de animales se posicionaron en uno de los dos bandos. Sin embargo, el murciélago llevado por su cobardía, no sabía por quién apostar. Pensó que los mamíferos eran más fuertes y se presentó ante el león y le pidió:
—Como ves, soy pariente del ratón. Por favor, déjame unirme a vuestro bando. Lucharé y arriesgaré mi vida si es preciso.
El león lo aceptó, pero a la mañana siguiente las aves le atacaron con piedras y el murciélago temeroso de la derrota, voló hasta el águila real y le dijo:
—Como puedes ver por mis alas, soy un ave. Me gustaría luchar contra los mamíferos con vosotros; arriesgaré mi vida por ello si hace falta.
El águila lo admitió. Al día siguiente los mamíferos contraatacaron con dureza y el murciélago volvió a unirse al grupo, y cuando las aves se hicieron otra vez con el poder, se cambió de nuevo.
Tanto las aves como los mamíferos se dieron cuenta de la cobardía del murciélago. Esto les llevó a comprender que era una tontería luchar entre ellos y se hicieron amigos, pero dejaron fuera al murciélago, que se quedó solo y vivió oculto en las grutas. Sólo salía por las noches cuando nadie le veía. Y es que, quién cambia de bando según le conviene, puede acabar sin amigos.
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