Un ex convicto de un campo de concentración nazi fue a visitar a un amigo que había compartido con él tan penosa experiencia.
—¿Has olvidado ya a los nazis? —le preguntó el amigo.
—Sí, dijo éste.
—Pues yo no. Aún sigo odiándolos con toda mi alma.
Su amigo le dijo apaciblemente:
—Entonces aún siguen teniéndote prisionero.
«Nuestros enemigos no son los que nos odian, sino aquellos a quienes odiamos».
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