¿Por qué se celebra el «Día de la Madre»? ¿Cómo apareció esta conmemoración? Son algunas de las preguntas que cualquiera se puede hacer sobre este merecido homenaje a las madres. Todo comenzó en la antigua Grecia, cuando los griegos rendían tributo a la diosa Rhea, madre de Zeus, Poseidón y Hades.
Con el paso del tiempo, los cristianos transformaron esta fiesta en un tributo que honoraba a la Virgen María, madre de Jesús y madre de toda la humanidad. No sería hasta el siglo XX que esta conmemoración recibiría un carácter oficial de la mano de Anna M. Jarvis. Tras un encuentro familiar con motivo del tercer aniversario de la muerte de su madre, esta profesora americana tuvo la idea de dedicar un día a todas las madres. Anna prosiguió su campaña por el «Día de la Madre» y finalmente el 10 de mayo de 1908 se celebró esta fecha públicamente.
El tiempo ha ido transcurriendo y la celebración del «Día de la Madre» ha variado según las costumbres de cada país. Lo importante es que a pesar de tener distintos orígenes, todas las conmemoraciones desembocan en un mismo propósito, homenajear a las madres. Una madre representa el comienzo de la vida, la protección, la esperanza y la alegría. Ser madre es algo tan valioso, tan importante, tan hermoso y tan necesario que debe ser una fiesta ensalzada al máximo exponente, otorgándole la importancia que se merece.
El «Día de la Madre» es una celebración que se vive con más intensidad cuando se es consciente de lo que representa, lo que ofrece una madre no tiene precio. No se trata de grandes detalles, lo que cuenta es el saber valorarla y agradecerle el amor que te profesa.
Decía José María Pemán:
A una madre se la quiere
siempre con igual cariño
y a cualquier edad se es niño
cuando una madre se muere.
¡Ay! Cuando una madre se muere… Duele su ausencia y duelen los recuerdos. Aunque la tienes presente y tienes en cuenta sus consejos y ejemplo, solo el amor calma el dolor: el amor que le tuviste y el que recibiste. Si la trataste con respeto y admiración; si le diste cariño y alegrías; si le ayudaste cuando te necesitó; si la cuidaste en su debilidad, eso es amor y ese amor te acompañará por siempre. Ese amor te iluminará, te dará fuerza, te alimentará, y nadie podrá arrebatártelo porque te pertenece, es solo tuyo, porque tu amor se fundió con el de ella y se alojó en tu corazón. Pero, aunque tengo su amor, no puedo evitarlo… ¡Mamá, te echo de menos!
Han sucedido muchas cosas y me hace falta tenerte, sentirte y quererte, pero debo aceptar la vida tal como es. Cruzar la barrera del tiempo es el destino de todos, y ya nos daremos los abrazos que tanto necesitamos y ansiamos. Déjame decirte mamá, que guardo tus abrazos para poder acariciarlos cada vez que me hacen falta, quiero sacar cada día uno de ellos sin gastarlos jamás.
Mamá, eres parte de mí y lo seguirás siendo por siempre… ¡Te quiero, mamá!
Fotografía: James Dowse, cc.
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