Una tarde de verano la gente paseaba por el pueblo y observaron como la sabia anciana buscaba, sin pestañear, algo en la calle delante de su choza.
Dispuestos a ayudar se acercaban para preguntarle qué estaba buscando.
—He perdido mi aguja —respondía.
Y todo el pueblo colaboró para encontrar aquel diminuto objeto. Al cabo de un rato, alguien le dijo:
—La calle es muy amplia y la aguja es algo muy pequeño. ¿Dónde se te cayó exactamente?
Y la mujer contestó:
—Dentro de mi casa.
Todos se miraron con cara de sorpresa y exclamaron:
—¡¿Y por qué la buscas aquí fuera?!
La anciana les miró y respondió:
—Porque aquí hay luz y dentro de mi choza, no.
Los vecinos pensaron que la anciana se había vuelto loca y le propusieron delicadamente buscar la aguja dentro de la casa.
—¡Sois tan inteligentes para solucionar las cosas pequeñas, pero… ¿Cuándo vais a utilizar esa misma capacidad para vuestra vida interior? —les preguntó muy seria.
Y entonces les habló sobre la infelicidad que arrastra la gente y la manía de intentar esconderla bajo cosas externas:
—¿Por qué buscáis la dicha en el mundo exterior? ¿Qué se os ha perdido allí? Por mi propia experiencia sé que la felicidad se encuentra en el interior de cada persona. Como la aguja que estamos buscando que está dentro de mi casa.
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