miércoles, 26 de octubre de 2016

El tiempo y los recuerdos

Un labrador en sus tierras al atardecer.


El tiempo pasa y quedan los recuerdos, ni siquiera el tiempo tiene el poder de borrar los recuerdos… Hace 50 años, tal día como hoy, 26 de octubre, sufrí un gran desgarro, la pérdida del primer eslabón de mi cadena genealógica. Una grave enfermedad tenía a mi abuelo paterno atrapado en su mecedora, pero aquella mañana quería ponerse los zapatos para dar una vuelta por la finca.

No hacía un mes que había visto por última vez a mi abuelo. La gran familia alquilamos un coche para visitarlo, aunque mi padre iba a verlo con asiduidad a pesar de la lejanía, unos 20 km., y como no había transporte público se desplazaba en su yegua blanca. Verlo sentado con la mirada perdida me llenó de tristeza. Aquel regazo en el que me dormía ya no le quedaba fuerzas para sostenerme, y tras la puerta lo observaba ahogada en lágrimas.

lunes, 24 de octubre de 2016

Los defectos

Un sabio de la antigua Persia que era muy respetado se paseaba con sus jóvenes discípulos por un bello paraje. Iban todos absortos en la contemplación de la naturaleza y respirando el aire puro de la montaña, cuando uno de los muchachos interrumpió el silencio y dirigiéndose al sabio le preguntó:
—Maestro, ¿cómo podemos combatir nuestros propios defectos?
El hombre se paró, miró a todos sus discípulos y les hizo una señal para que se alejasen del sendero adentrándose en el bosque. Una vez allí, ordenó al que había formulado la pregunta que arrancara un arbusto. El chico se agachó, tiró suavemente y la raíz salió con facilidad del suelo. A continuación, el sabio le mostró un arbolillo algo más crecido y el muchacho pudo también sacarlo de la tierra sin ayuda. Cuando el sabio señaló otro árbol más grande el estudiante tuvo que pedir que otro alumno le echara una mano. Finalmente, le pidió que lo intentase con un árbol corpulento y ni ayudado por todos consiguieron arrancarlo. Los discípulos se miraron desilusionados y el sabio les explicó:
—Eso es lo que ocurre con nuestros defectos. Al principio, cuando están poco arraigados es fácil quitarlos, pero cuando crecen ya resulta imposible erradicarlos de nuestro corazón y marcarán nuestro carácter.

miércoles, 19 de octubre de 2016

Semillas

Un señor que cogía el autobús habitualmente para ir al trabajo, también veía que cada día se subía una anciana y siempre se sentaba junto a la ventana.
Seguidamente, sacaba una bolsita y durante todo el trayecto tiraba algo por la ventana. Un día no pudo aguantarse más y le preguntó qué era lo que hacía y ella le respondió:
Tiro semillas. Lo hago porque, cuando llegue la primavera al mirar por esta misma ventana disfrutaré de las flores durante todo el recorrido.
Pero, será difícil que crezcan sobre el asfalto y que no acaben chafadas o convertidas en alimento de los pájaros —objetó el trabajador.
Pero la señora lejos de perder su ilusión, le contestó:
Así es, pero algunas sobrevivirán y acabarán brotando.
Transcurrieron unos meses y, cuando aquel hombre miró por la ventana del autobús, vio como en el borde de la carretera habían brotado bellas florecillas multicolores. En aquel momento recordó a la anciana de las semillas a quien hacía días que no veía, se acercó al conductor y preguntó por ella, quién le dijo que había fallecido sin haber visto su sueño hecho realidad, pero las semillas florecieron.
Entonces el hombre pensó, que igual que las semillas que la anciana fue sembrando a su paso dio frutos, igualmente, el futuro depende de nuestras acciones presentes. Así, que si sembramos buenas semillas, más tarde o más temprano darán los frutos que correspondan.

lunes, 17 de octubre de 2016

Si yo tuviera…

Érase una vez un hombre que caminaba por la orilla del mar a la luz de la Luna y, en lugar de disfrutar de la agradable noche, de la paz del momento, de la inmensa belleza del cielo estrellado, iba todo el rato pensando en las cosas que no poseía:
«Si tuviera un coche nuevo, sería muy feliz», «ojalá pudiera comprarme una gran casa, con todo tipo de lujos», «¿qué sería de mi vida si, por fin, consiguiera ese trabajo con el que siempre he soñado?», «mi vida sería el colmo de la plenitud si estuviese con la pareja perfecta…».
En esas estaba, cuando tropezó con una bolsita llena de piedras y sin molestarse en echarles un vistazo, empezó a lanzarlas al mar mientras seguía con sus delirios de grandeza.
De regreso a su casa, sacó del bolsillo la bolsa creyendo que estaba vacía y de su interior cayó una de las piedras, cuál fue su sorpresa al darse cuenta de que se trataba de un diamante. Se echó las manos a la cabeza al calcular la fortuna que había perdido entre las olas del mar para siempre…
Eso mismo es lo que les sucede a muchas personas; cada día arrojan al mar los pequeños tesoros que ya poseen y a los que no dan valor soñando con lo que no tienen.
La felicidad está muy cerca de nosotros y nos permitimos el lujo de ignorarla.

martes, 11 de octubre de 2016

Nadie te puede hacer daño

Cuando tienes claros los objetivos en la vida, nada ni nadie se puede interponer en tu camino. Cuando conoces al detalle la misión que tú mismo te has encomendado en la vida, es imposible que te sientas víctima de los ataques y ofensas de los demás. En tales casos, puedes incluso llegar a percibir que el peor daño no lo sufre quien lo recibe, sino el que lo infringe.
El ejemplo extremo de este principio fue el que dejó para la posteridad el gran sabio universal de todos los tiempos: Sócrates.
Víctima de la envidia y la confabulación de sus competidores, fue sometido a un proceso judicial por las ideas y valores que transmitía a sus discípulos. En lugar de renunciar a sus ideas o hacer uso de sus amistades e influencias, decidió mantenerse firme y someterse al proceso.
El mensaje que transmitió Sócrates en su discurso final ante el tribunal que lo juzgó fue éste:
—Sabed bien que si me condenáis a muerte, siendo yo cual digo que soy, no me dañaréis a mí más que a vosotros mismos. A mí, en verdad, ningún daño me han de hacer nadie, por mucho que quiera: que no creo que el malo pueda causar daño al hombre de bien. Tal vez lograrán que se me condene a muerte o al extrañamiento o a la pérdida de mis derechos de ciudadano, penas que Melito y otros consideran como grandes males, pero yo no; sino que para mí mucho peor mal es hacer lo que él, Melito, está haciendo ahora: intentar que se mate injustamente a un hombre.
Finalmente, Sócrates fue condenado a muerte y ejecutado. No hay datos objetivos, pero cabe pensar que murió feliz, sin sentirse víctima de sus enemigos y sabiendo que pasaría a la eterna posteridad…, algo que sus ofensores no consiguieron. Sabemos que la materia es endeble, pero recuerda que nadie te puede hacer daño porque el alma es inmortal.
Condenas injustas las hay a diario, porque la cobardía de los envidiosos es implacable…

sábado, 8 de octubre de 2016

La aguja

Una tarde de verano la gente paseaba por el pueblo y observaron como la sabia anciana buscaba, sin pestañear, algo en la calle delante de su choza.
Dispuestos a ayudar se acercaban para preguntarle qué estaba buscando.
—He perdido mi aguja —respondía.
Y todo el pueblo colaboró para encontrar aquel diminuto objeto. Al cabo de un rato, alguien le dijo:
—La calle es muy amplia y la aguja es algo muy pequeño. ¿Dónde se te cayó exactamente?
Y la mujer contestó:
—Dentro de mi casa.
Todos se miraron con cara de sorpresa y exclamaron:
—¡¿Y por qué la buscas aquí fuera?!
La anciana les miró y respondió:
—Porque aquí hay luz y dentro de mi choza, no.
Los vecinos pensaron que la anciana se había vuelto loca y le propusieron delicadamente buscar la aguja dentro de la casa.
—¡Sois tan inteligentes para solucionar las cosas pequeñas, pero… ¿Cuándo vais a utilizar esa misma capacidad para vuestra vida interior? —les preguntó muy seria.
Y entonces les habló sobre la infelicidad que arrastra la gente y la manía de intentar esconderla bajo cosas externas:
—¿Por qué buscáis la dicha en el mundo exterior? ¿Qué se os ha perdido allí? Por mi propia experiencia sé que la felicidad se encuentra en el interior de cada persona. Como la aguja que estamos buscando que está dentro de mi casa.

martes, 4 de octubre de 2016

Acuérdate…

Cuando el cielo esté gris; acuérdate de todas las veces que lo viste profundamente azul.
Cuando sientas frío; piensa en los días de sol radiante que te han calentado.
Cuando sufras una derrota; acuérdate de tus triunfos y logros.
Cuando necesites amor; revive tus experiencias de afecto y ternura.
Acuérdate de lo que has vivido y de lo que has dado con alegría.
Recuerda los regalos que te han hecho, los besos que te han dado, los paisajes que has disfrutado y las risas que de ti han emanado.
Recordar es inevitable y recordar es revivir lo que hemos vivido, y la vida tiene tristezas y alegrías, llegadas y despedidas, pero la emoción de haber compartido momentos inolvidables con los seres queridos queda grabado y se convierte en estímulo y fuerza para seguir avanzando hacia el atardecer de los días.
No hay nada como tener la conciencia tranquila por haber proporcionada agradables momentos a todos los que te han rodeado. Lo que fue queda y te alegras por ello.
Recorre tu vida y detente en donde haya bellos recuerdos y emociones sanas y vívelas otra vez.
Visualiza aquel atardecer que te emocionó.
Revive esa caricia espontánea que se te dio.
Disfruta nuevamente de la paz que has conocido.
Piensa en lo bueno, en lo amable, en lo bello y en la verdad…
Allá en tu mente están guardadas todas las imágenes, y solo tú decides cuáles has de volver a mirar.