En el mundo indígena uno de los principios que constituyen el universo es el dolor, sin embargo los ojos de ese pueblo penetran en esta realidad sin miedo y la transforman en algo sublime.
Cuenta esta historia que un guerrero mirando a su hija recién nacida, tan hermosa le parecía, que no encontraba un nombre apropiado para ella, entonces decidió buscar lo más valioso del mundo y tomarlo como nombre para su primogénita. Salió temprano a caminar pensando que podría llamarla «Silencio», pues es hermosísimo… pero cuando comenzó a amanecer el guerrero detuvo sus pasos y dijo:
—No, la llamaré Aurora.
La elección del nombre no resultaba tan fácil. Continuó caminando y visitando amigos y mientras iba buscando un nombre hermoso para su pequeñita: Luz, Nieve, Mariposa, Paloma…
Por el camino se encontró al más sabio de los Indios que le aconsejó ir detrás de la montaña, a la casa de un pastor muy humilde y le dijo:
—Allí encontrarás lo que buscas.
Pacientemente el guerrero esperó fuera de la vivienda y pasado un buen rato vio salir a una niña, al fijarse en ella sintió escalofríos pues se encontraba cubierta de lepra, algo a lo que todos temían. En silencio observaba a la niña y pasados unos minutos se escuchó la voz cariñosa del pastor llamando a su hija, ésta se acercó corriendo y se fundieron en un fuerte abrazo y se llenaban de besos.
El rudo guerrero al ver aquella escena de amor verdadero se enterneció sin poder evitar que las lágrimas llenaran sus ojos y dejando el lugar, regresó a su casa convencido de haber encontrado el mejor nombre para su hija:
—La llamaré Heoma-nae-san «Amor en el Dolor».
Aún en este mundo tan lleno de vanidad y egoísmo, a veces basta con pararte a observar y podrás comprobar que todavía reina lo verdaderamente importante, el amor incondicional.
—¿Qué es el amor?
—La ausencia total de miedo —dijo el Maestro.
—¿Y qué es a lo que tenemos miedo?
—Al amor —respondió el Maestro.
Así sucede. Muchas veces nuestros propios miedos nos impiden amar, porque el miedo nos proporciona inseguridad y la inseguridad nos pone a la defensiva sacando lo peor para hacer daño a quién vemos como rival.
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