domingo, 1 de mayo de 2016

Mi madre querida

Una niña en brazos de su madre.


La mujer madre es dadora de vida, por eso el amor de madre es sin duda el amor más altruista, generoso y abnegado, y muchas veces el menos valorado porque hay hijos que piensan que es su deber y no valoran su entrega y sacrificios por hacernos la vida más fácil. Todas las madres no son iguales como tampoco lo son todos los hijos, pero los hijos no podemos ser desagradecidos con quienes nos dieron la vida y se han desvivido por nosotros, porque una madre deja de vivir su vida para vivir la de su hijo.

¿Cómo no agradecer todo lo que has hecho por mí? Mi querida madre, desde que te fuiste volando majestuosa como una paloma blanca y alcanzaste la luz, atravesando nubes y mantos de estrellas te echo de menos. Miro al cielo y te busco entre los luceros que más brillan, porque tu luz me sigue guiando y tu amor me sigue acompañando. Cada día te añoro, por eso para mí todos los días son Días de la Madre, porque me diste la vida y me enseñaste a vivirla a pesar de las inevitables dificultades que se presentan.

Siempre que te vi llorar
junto a ti también lloré.
Yo derramaré las lágrimas
que en tus ojos no veré.
Quiero verte sonriendo,
en tus brazos dormiré.
Para ti flores y besos.
Madre. Vida. Amor. Mi ser.

Flor fue una hija muy apegada a su madre y entre ellas no había secretos. Se apoyaban emocionalmente y anímicamente, fueron cómplices y confidentes, tanto, que la madre no hacía nada sin contar con la opinión de la hija. Se necesitaban la una a la otra pero la vida terrenal es temporal y nos impone la ausencia y aceptarlo se hace muy doloroso. Gracias que nos quedan los recuerdos que nos trae a la memoria la presencia de quienes hemos querido y nos han querido. A veces los sientes tan cerca que puedes escuchar su voz y ver su sonrisa. Realmente los recuerdos aviban el cariño que alberga el corazón.

Nos empeñamos en decir que la vida es dura. No, la dureza de la vida la pone cada cual con sus propias actitudes. En la vida nos encontramos dificultades que podemos sortear con la ayuda de quienes nos quiere. Yo digo que la vida es hermosa porque junto a tus seres queridos encuentras alegrías, pones ilusiones en el futuro, compartes tus sueños y anhelos, y luchas contras las adversidades. Pero cuando te encuentras con alguien que te va poniendo zancadillas sí se hace duro el camino.

Flor sufrió mucho por su madre porque no soportaba verla sufrir y decía: «¿Verdad mamá que las penas compartidas son menos penas? ¡Qué no sabremos nosotras!»
No hay nada como recibir consuelo con la cabeza apoyada en un hombro. La vida tiene dulce y amargo pero con razón me decías que una boca amarga no puede escupir dulce. Dicen que los hijos alegran la vida, pero más veces de las deseadas la realidad contradice el dicho. Bien es verdad que cuando son pequeños deseas que crezcan porque crees que al crecer los hijos con la madurez se hacen más responsables y sensatos, pero no siempre es así. Para la madre de Flor fue el tiempo que recibió más amargo que dulce. También eran tiempos donde la moral y la decencia era el termómetro de una sociedad mojigata y las mujeres vivían presas del miedo al desprestigio, y los padres tenían que velar por el decoro de sus hijas.

Para esa madre los disgustos eran el pan de cada día, si no era una hija era la otra. Tampoco los chicos la libraron de preocupaciones y ella desesperada se preguntaba: «¿Qué he hecho yo para merecer esto? Y ¿Qué más me quedará por pasar?» Hay hijos que no atienden a razones ni advertencias y estos hijos suyos, si hubieran atendido sus consejos y ejemplo no habrían sido tan calaveras y usted no hubiera sufrido tanto. Pero el egoísmo no deja ver más allá del ombligo, y la madre importa poco.

Flor necesitaba hablar con su madre para aliviar su penar y su pesar, no porque estuviera anclada en el pasado pero las consecuencias del peso del pasado se reflejaban en el presente proceder de los hermanos… Mamá, recordar recuerdo todo lo que hemos vivido juntas, cosas increíbles. ¡Ay!, cuando fuimos en busca de su hija mayor que se había ido de casa y no sabíamos ni dónde vivía y la encontramos. Al llegar a casa papá me dio un abrazo y me dijo que estaba orgulloso de mí y quedamos vernos al día siguiente y no pudo ser porque papá al día siguiente nos dejó para siempre, pero ese abrazo me sigue dando fuerzas. Papá se fue sin haber sido dichoso con sus hijos porque ellos no se esmeraron ni se enmendaron, y mi querida madre sin papá se sintió muy sola y su sufrimiento se agrandó porque sus hijos no se esforzaron por verla feliz. Cada cual iba a lo suyo y abusaron de su generosidad, pero ellos no sienten remordimiento alguno.

La misión de Flor al faltar su madre era llevar a cabo algunos de su deseos y, cumpliendo su voluntad lo primero que resolvió fue recuperar un préstamo que hizo al hijo mayor y que daba por perdido después de casi diez años. Flor no se quedó el dinero como ella quería en pago a todos los desvelos, sino que lo repartió a partes iguales.

«¡Yo por mi madre, todo!», decía flor. Yo nunca le pagaré tanto bueno que hizo por mí. Luego se empeñó en mantener unidos a los hermanos y lo consiguió: constantemente se comunicaba con ellos para contarles como les iba a cada uno y les recordaba fechas y acontecimientos para estimularles el interés y tuvieran un motivo para ponerse al teléfono.

Flor dejándose llevar, seguía contando las cosas que le estaban sucediendo… No es fácil contar lo que me está tocando vivir, pero gracias a Dios y al amor de mis padres tengo las fuerzas para seguir adelante. Desde el primer minuto que me dejaste, madre, he seguido actuando como me enseñaste y sin embargo de sus hijos he recibido lo que nadie sabe: insultos, mentiras, desprecios… Decirle que fui convaleciente a la boda de su nieta y no fui recibida por su hija, mi hermana, la misma que lleva años levantando falsos testimonios para desprestigiarme y la misma que me quiso asfixiar mientras yo dormía. Terrorífico, ¿verdad mamá? Otra hija suya, la que me dijo que el luto que llevaba por usted era para llamar la atención, llena de ira me echó de la habitación de un hospital en el que me encontraba haciendo turnos para acompañar a la hermana accidentada. La que estaba accidentada, la que no se comía su comida porque era porquería, me quiso tender una trampa y chantajearme emocionalmente en presencia de su hija la más vieja, y ésta me dijo: «Eres la vergüenza de la familia». Ella, la oveja perdida que solo la mueve el interés y me tuvo a su servicio más de veinte años, hoy ciega de ira no quiere ni verme y enciende con su ira a los demás. Su hijo mayor, que nunca hizo nada por usted, sin analizar lo que pudiera esconderse tras la inquina de las hermanas que lo empujan a tomar partido, lo aleccionan y mandan a que se enfrente a ella. Él viendo que todos están en contra de una hermana, se sumó porque sino se queda fuera del grupo, y si el grupo vomita él también aunque no entienda el porqué. Su corazón se llenó de ponzoña y el rencor y la venganza envenenó su sangre y ahogó los sentimientos. Convertido en un ser sin piedad, como le ordenaron fue a casa de Flor menospreciándola y no la dejaba ni hablar ninguneándola como hermana, y para amedrentarla e imponer autoridad se presentó como «hermano mayor» repitiendo las consignas de la «jauría» que iba a ponerle los puntos sobre las íes, y a él ¿quién se los pone? Para ser hermano mayor hay que ser hijo mayor. ¿Cuándo cuidaste y velaste por tu madre? Tú a tu madre nunca la valoraste ni la respetaste como madre, aunque le llamaras mamá, la trataste como la considerabas, como a una «chacha». No, no voy a seguir contando porque mis ojos están llenos de lágrimas y si se lo cuento es porque sé que ustedes, mamá y papá, han visto todas estas malas acciones de sus hijos y no dan crédito a tanta maldad. Ningún buen hermano actúa tan despreciablemente. ¿Por qué? Esa es la pregunta que les ha hecho y la han tratado de loca, pero ella no se rinde y está esperando respuesta.

La verdad la sabe Dios. No sufran por mí, yo sigo fiel a su ejemplo aunque haya tenido que tomar la decisión de apartarme de sus hijos que se han convertido en mis enemigos. Sus hijos fueron su cruz, ahora son la mía, pero resistiré. Soy como soy a imagen de mis padres y sus hijas no me perdonan que les haya querido y que sea como soy. Pero no cambiaré mis valores, solo pido verdad, sinceridad y justicia.

Quien me lo iba a decir. Al principio cuando nos quedamos huérfanos fui el nexo de unión y poco a poco los lazos se fueron afianzando, pero como si hubiera pasado un huracán y dejara a su paso todo destruido, así se ha destruido en la mente y en el corazón de sus hijos las lecciones que ustedes, como buenos padres nos legaron y ellos han denigrado. Eso de que los hermanos deben ser leales y honestos, amarse, respetarse, ayudarse, no decir mentiras, ni levantar falsos testimonios, no meterse en la vida de nadie… Todos estos valores lo han pisoteado y encima alardean de buenos hermanos. ¡Hipócritas! ¿Cómo puedes dar un beso a un hermano teniendo las dos manos en el cuello del otro?

Los hijos son heridas que nunca terminan de cicatrizar, pero sus hijos juntos dan miedo: son como hienas buscando el momento para despedazarte. Las hijas han urdido un maquiavélico plan que se les ha ido de las manos y han hecho cómplices a los varones para desprestigiarme y aniquilarme moralmente. Sus hijos, como hermanos están más unidos que nunca, pero están los que son. Y al parecer, su hija la más vieja como consejera espiritual, para quitarse cargos de conciencia por su mala andadura y de paso limpiársela a sus hermanos les dice que ustedes, mis queridos padres, sufrieron lo que les tocó sufrir porque ellos, sus hijos, tenían que vivir su vida y su tiempo. ¡Se dice y no se cree!

Del dolor de mis padres no se ríe nadie… Mi querida madre, no se entristezca. Seguiré caminando a pesar de los pesares. Por siempre la llevaré en mis recuerdos, en mi corazón y en todo mi ser y en el día a día lucharé por lo que anhelo en esta vida, porque el tiempo de morir ya está fijado y nos volveremos a encontrar.

Fuiste, eres y serás el espejo en que mirarme y la fuente de la que siempre beberé. Quiero decirle gracias mamá por haber existido y por ser mi madre, por cuidarme, protegerme y guiarme. Estoy muy orgullosa de ti y nunca la olvidaré porque mi alma está llena de su cariño, de su ejemplo y consejos. Solo le pido que me de la bendición para seguir avanzando. ¡Te quiero mamá!

Fotografía: Brett Davies, cc.

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