Al lado del monasterio de Ibak vivía un sabio sufí, excelente negociante que había acumulado una gran riqueza.
Un visitante del monasterio al ver los altísimos costos de los trabajos de renovación del templo dijo para quien le quisiera escuchar:
—¡He aquí que los caminos de la sabiduría se transforman en la senda de la riqueza! He encontrado a alguien que dice buscar la verdad y sin embargo está podrido de dinero.
Las palabras llegaron a oídos del sabio. Cuando le preguntaron qué tenía que decir, comentó:
—Pensaba que lo tenía todo y acabo de descubrir que me faltaba una cosa. Ahora sé que soy realmente un hombre rico, pues he conseguido un lujo más sofisticado.
—¿Y cuál es ese lujo más sofisticado? —quiso saber uno de los monjes.
—Ver a alguien que tiene envidia de ti.
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