viernes, 17 de abril de 2015

Papá, te compro una hora

El niño tenía once años, era estudioso y muy cariñoso con sus padres. Pero el niño le daba vueltas a algo en la cabeza. Su padre estaba todo el día fuera de la casa porque trabajaba mucho, y el niño casi no lo veía y lo echaba en falta.
Cierto día el niño aguantó hasta tarde sin dormirse esperando a su padre, y cuando llegó le llamó desde la cama y le dijo:
—Papá, ¿cuánto ganas cada hora?
—Hijo, no sé… Podrían ser unas dos mil pesetas. ¿Por qué?
—Quería saberlo.
—Bueno, duerme.
Al día siguiente, el niño empezó a pedir dinero a su mamá, a tíos y abuelos. En una semana había reunido unas mil quinientas pesetas. De nuevo esperó otra noche la llegada del padre y le dijo:
—Papá, dame quinientas pesetas que me hacen falta para una cosa muy importante…
—¿Muy importante, muy importante? Tómalas y duerme.
—No, papá, espera… tengo dos mil pesetas. Tómalas. ¡Te compro una hora! Tengo ganas de estar contigo. De hablar contigo y contarte mis cosas. A veces me siento muy solo, y siento envidia de los chicos que pueden hablar con su padre.

El padre, comprendiendo la pena de su hijo, lo abrazó y le prometió estar más tiempo con él porque realmente no le prestaba la atención debida.

No hay comentarios :

Publicar un comentario