Un águila se lanzó desde una cima y arrebató un corderito del rebaño. Un cuervo que vio lo que hizo el águila trató de imitarla y se lanzó sobre un carnero, pero la envergadura de su presa y su poca destreza en la caza dejó en evidencia sus inalcanzables pretensiones. Con tan mal arte sus garras se enredaron en la lana y por mucho que batió sus alas para liberarse no logró soltarse.
Viendo el pastor lo que sucedía, cogió al cuervo y cortando las puntas de sus alas se la llevó a sus hijos, éstos preguntaron de qué ave eran las plumas y el padre contestó:
—Es de un pobre cuervo que se cree águila…
Cada uno es lo que es y por mucho que se quiera aparentar, nunca será lo que no se es.
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