miércoles, 23 de abril de 2014

De libros y de escritor-es

Un señor hojea un libro en una librería.

Los orígenes de la historia del libro se remontan a las primeras manifestaciones pictóricas de nuestros antepasados. Primero fue la palabra y después la escritura, la escritura precisaba de soporte y nació el libro: pergamino, papel, vitela… Hojas con palabras… Libros.
No se puede hablar del ‘Día del Libro’ sin mencionar al escritor y menos, tras la reciente perdida de un gran escritor. El escritor se va, sus libros no y gracias a sus libros, el escritor no muere.

Tanto en la realidad como en la ficción, toda historia tiene un principio un desarrollo y un desenlace. El final de una persona es su adiós a la vida y siempre es triste despedir a quien quieres y admiras, y con el adiós de Gabriel García Márquez (17 de abril de 2014) nos han caído ‘cien años de soledad’.

Nació en Aracataca (Colombia), el 6 de marzo de 1927. Creció entre sus abuelos maternos y sus tías, fueron los abuelos quienes marcaron el periplo literario del futuro Nobel: el coronel Nicolás Márquez, veterano de la guerra de los Mil Días, le contaba infinidad de historias de su juventud y de las guerras civiles del siglo XIX, lo llevaba al circo y al cine, y fue su cordón umbilical con la historia y con la realidad. Su abuela, Doña Tranquilina Iguarán, se la pasaba contándole fábulas y leyendas familiares, mientras organizaba la vida de los miembros de la casa de acuerdo con los mensajes que recibía en sueños: ella fue la fuente de la visión mágica, supersticiosa y sobrenatural de la realidad.

Afincado desde muy joven en la capital de Colombia, Gabriel García Márquez estudió Derecho y Periodismo en la Universidad Nacional e inició sus primeras colaboraciones periodísticas en el diario El Espectador. Fue ahí donde se publicó su primer cuento, La tercera resignación (1947). A los veintisiete años publicó su primera novela, La hojarasca, en la que ya apuntaba los rasgos más característicos de su obra de ficción. A partir de esta primera obra, su narrativa entroncó con la tradición literaria hispanoamericana al tiempo que hallaba en algunos creadores estadounidenses, sobre todo en William Faulkner, nuevas fórmulas expresivas. Participó en la fundación de Prensa Latina. Tras dos nuevos libros de ficción: El coronel no tiene quien le escriba y Los funerales de la Mamá Grande, en 1965 fue galardonado en su país con el Premio Nacional.

En 1967, después de no pocas vicisitudes, García Márquez logró que una editorial argentina le publicase la que constituye su obra maestra y una de las novelas más importantes de la Literatura Universal del siglo XX: «Cien años de soledad». Y con Relato de un náufrago, reportaje sobre un caso real, constituye un brillante ejemplo de ‘nuevo realismo’ y refleja su capacidad para cambiar de registro.

Tras una temporada en París, Gabo se instaló en Barcelona donde entabló amistad con intelectuales españoles y sudamericanos, como Mario Vargas Llosa. Su estancia fue decisiva para la concreción de lo que se conoció como ‘boom’ de la Literatura Hispanoamericana, del que fue uno de sus mayores representantes. En 1972 obtuvo el Premio Internacional de Novela Rómulo Gallegos. Al poco tiempo regresó a América Latina para residir alternativamente en Cartagena de Indias y Ciudad de México, dónde pasó sus últimos 30 años.

En 1982, le fue concedido el Premio Nobel de Literatura. Su actividad literaria y periodística es imparable; artículos y libros consolidan su trayectoria literaria: «Textos costeños», «Entre cachacos», «Noticias para un secuestro», «El amor en los tiempos del cólera», «El general en su laberinto», «Noticia de un secuestro», «Vivir para contarla», «Memoria de mis putas tristes», «Yo no vengo a decir un discurso». El escritor estuvo trabajando hasta el límite de sus posibilidades y nos ha dejado una obra inédita: En agosto nos vemos. Esperamos tener esta obra póstuma pronto en las librerías. Decía el propio Gabo que: «En literatura no hay nada más convincente que la propia convicción».

Aún olemos los aromas de rosas amarillas para despedir a García Márquez. Por eso pienso que estaría bien que todos los días se celebrara la Fiesta del Libro, porque todos los días se inmortalizan nuevos escritores que a través de sus obras vivirán para siempre.

Los libros son obras vivas que trascienden en el tiempo junto con sus autores, tanto a los que antecedieron a Miguel de Cervantes y William Shakespeare, como a todos los que con posterioridad han contribuido a engrosar el tesoro literario, les felicito y les doy las gracias.

Escritor-es, aquel que con sus libros cambia la vida a sus lectores. El escritor hechiza al lector con su imaginación y destreza narrativa, le abre nuevos mundos y los adentra con sabiduría y naturalidad en historias que les envuelve y conmueven con bellos personajes, con mensajes subliminares y con prosa poética, también con el sentido del humor y el desparpajo…

España cuenta con grandes literatos y tenemos que estar orgullosos de tener grandes obras escritas en lengua española. La literatura es universal, por tanto, los escritores son universales y en ese universo también hay escritores canarios.

Los escritores son tan variados como los gustos y la gran ventaja del lector es que puede elegir los libros por temática y según su estado de ánimo: en un momento te apetece algo romántico, en otros enredos familiares o intriga, y misterios, en fin, mil historias donde perderse para evadirse.

«Hay grandes libros en el mundo y grandes mundos en los libros». Celebremos el Día del Libro leyendo… Yo no les recomiendo ningún libro, lo dejo a libre elección, pero sí les recomiendo que lean, porque la lectura tiene la virtud de ayudarnos a vivir la vida soñando.

Fotografía: eflon, cc.

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