En India, es conocida la inconmensurable labor humanitaria llevada a cabo por la Madre Teresa de Calcuta y por el español Vicente Ferrer —entre otros—, pero hoy quiero hablarles de una mujer llamada Diana Ros, nacida en München-Gladbach (Alemania). Vive entre Madrid y Barcelona dedicada de lleno a su gran pasión, la fotografía, y a denunciar con ellas las injusticias que se suceden a lo largo y ancho del planeta.
Diana decidió marcharse a India tras quedar impactada por lo que se narraba en la película ‘Agua’: En las escrituras, los textos sagrados del Hinduismo, dice que «Las viudas tienen tres opciones: casarse con el hermano más joven del marido, quemarse con el marido muerto o llevar una vida de abnegación». En otro versículo dice que «Una viuda debe sufrir hasta que muere, debe ser comedida y casta; Una esposa que permanece casta tras la muerte de su esposo va al cielo; Una mujer que es infiel vuelve a nacer en el vientre del chacal…»
A Diana, el relato de la película le impactó y decidió marcharme a la India para hacer un reportaje fotográfico pero lo que se encontró al llegar fue mucho peor que lo que había visto en la película. Cuando pisó por primera vez Vindravan para interesarse por esas mujeres, «veías a las viudas vagando como fantasmas, rezando durante ocho años por una rupia (que equivale a 0,01457 euros)… y decidí intentar hacer algo», describía.
Horrorizada por la situación tan deplorable a la que están abocadas, y para luchar por la dignidad de unas mujeres estigmatizadas y despojadas de toda humanidad, creó la Fundación ‘SOS Mujeres’, y hoy, para Diana Ros, su principal objetivo es hacer que las viudas indias se sientan seres humanos.
Se pone manos a la obra y abre el primer dispensario, nace la ONG para ayudar a las mujeres ‘SOS Mujeres’. Con Diana Ros, nace un lugar para la esperanza.
Esto se debe a que, según el Código de Manu, una de las escrituras sagradas más antiguas, «una mujer no será nunca independiente, una viuda debe sufrir mucho antes de morir, debe ser pura en cuerpo, pensamiento y alma». Por ello, tal y como expone Ros, sufren en India una «doble discriminación: por ser mujeres y por ser viudas». «Una vez ha muerto su marido, pasan a vestir de blanco —el color del luto en India— y ven cómo su feminidad queda anulada ya que llevan la cabeza rapada, envuelta en una tela sin coser, la marca de la ceniza en su frente, no pueden llevar joyas, no pueden ir a fiestas… se las despoja de todo estatus social».
Lo más paradójico es que las leyes indias contemplan que cada viuda debe recibir anualmente unas 1.500 rupias, cosa que muchas de ellas no saben —de hecho el 95% no llega a cobrarlo— porque son analfabetas o no conocen sus derechos. Es más, según esta misma normativa, las viudas tienen todos los derechos sobre las posesiones de sus maridos, pero muchas no se atreven a reclamarlos. «Eso es contra lo que luchamos desde hace cuatro años, nuestro objetivo es que se sientan seres humanos», explica Diana.
Los ángeles existen… Sucede que, a veces, en mitad del panorama más austero y complicado, nace una historia de esas que consiguen hacer sonreír, que logran convencer de que si se lucha a veces se alcanzan grandes metas. Esto es lo que ha sucedido en India, donde a día de hoy las viudas tienen un lugar para empezar, para volver a creer en sus vidas. En la ciudad sagrada de Vrindaban, en el estado de Uttar Pradesh, viven entre 30.000 y 40.000 viudas indias, consideradas por la creencia hindú un mal augurio y una maldición. Es allí donde ha nacido el primer dispensario gracias a la ayuda de la organización española ‘SOS Mujeres’, que ha tenido que luchar contra impedimentos burocráticos y otros vinculados a una sociedad muy arraigada a la religión, además del hecho de que la persona que está detrás de esta iniciativa, Diana Ros, es mujer y extranjera.
Ella cuenta, en una entrevista en abc.es, que «A pesar de que India es la mayor democracia del mundo y tiene entre sus leyes las más avanzadas, la costumbre es muy religiosa y más en una ciudad santa como es Vrindaban. No hace falta decir que esto se resume en machismo e ideas preconcebidas hacia la mujer occidental, por lo que he tenido que aprender por el camino largo todas sus costumbres».
Así, con mucho esfuerzo, la fundadora de ‘SOS Mujeres’ consiguió el 1 de octubre de 2013 completar los pasos burocráticos y, lo que es más importante, hacerse un hueco en la sociedad india. «Una tarde me llamaron porque el dueño de los ashramas (los centros religiosos donde rezan las viudas) quería conocer a ‘la mujer que ayuda’. Cuando nos sentamos cara a cara y pude explicarle mis intenciones y proyectos, posó su mano sobre mi frente y me bendijo. Ese fue el verdadero inicio de mi éxito. Según me explicaron mis colaboradores indios, sin esa bendición nunca podría haber llegado a donde estoy ahora. Tras esa bendición, otros poderosos y políticos me bendijeron casi obligados por el hecho de que tenía ya la bendición de este señor», cuenta Ros.
Esta ciudad en la que Diana ha abierto su pequeño dispensario, Vridaban, es sagrada porque es donde se cree que nació el Dios Krishna. Se encuentra a orillas del río Yamuna, afluente del Ganges. Es aquí donde viajan viudas de todas partes de India para esperar la muerte, que Krishna las libere de su karma y así poder entrar en el nirvana, donde nadie puede echarlas ya. De ahí que Diana Ros se refiera a Vridaban como ‘la última parada’.
«Es, por tanto, el lugar donde esperan el final de su vida, una vida que creen que ya no tiene sentido pues tras la muerte de sus maridos son despojadas de la vida y todas sus posesiones y repudiadas por sus familias. No les gusta hablar de su pasado, se ponen a llorar cada vez que les pregunto y tampoco entienden los motivos por los que las quiero ayudar. Es más, viven en tal situación que muchas de ellas se sorprenden cuando las toco, porque se supone que da mala suerte», añade Ros.
Son muchos los factores que tienen en su contra estas pobres mujeres, que parten de una sociedad tradicionalmente patriarcal y muy supersticiosa que hace que la situación haya cambiado muy poco para ellas en 2000 años aunque, eso sí, desde ‘SOS Mujeres’ admiten que «Las cosas están empezando a cambiar aunque realmente hace falta mucha educación y muchas generaciones para que empiecen a verse los resultados».
La labor de esta organización, ‘SOS Women’ en India, se extiende ahora, explica Ros, «básicamente por el boca a boca». «Otra de las cosas que hicimos en mis comienzos fue ir ashram por ashram hablando con los responsables para que se lo contasen a las viudas. También fuimos a las entradas de los templos donde mendigan, abordándolas directamente por la calle. Komala Gosh, colaboradora y activista por los derechos de la mujer y en concreto de estas viudas, ha sido esencial en nuestro objetivo.»
Ross recuerda emocionada su conversación con Janakee, la primera viuda con la que entabló una conversación. La conoció en su primer viaje a Vrindaban. Ella tenía 26 años y vagaba por las calles de esta ciudad desde hacía 10. En esos comienzos Diana le preguntó lo mismo que a todas, quería saber cómo era, cuáles eran sus esperanzas, sueños… Mientras que la gran mayoría coincidió en que lo único que esperaban era «morir a orillas del río Yamuna», Janakee fue más allá al afirmar: «Yo le pedía a Dios que viniera alguien como tú y nos ayudara».
Janekkee ha sido una de las primeras viudas que han atendido y dos días después de recibir tratamiento, su mejoría era notable. Es un ejemplo y motivación para una organización que, según explica Diana, «siempre ha tenido el objetivo de que las propias viudas autogestionen, no sólo el dispensario, sino también una residencia donde puedan vivir y ayudarse las unas a las otras. Es más, que también dispongan de un hospital gratuito ya no sólo las viudas, sino otras muchas mujeres que sufren abusos en un entorno machista donde una mujer no es nada».
Por lo tanto, el trabajo que queda por hacer todavía en India es mucho. Es una sociedad con muchas libertades determinadas en su Constitución y leyes pero en la que las tradiciones religiosas aún están muy arraigadas.
Que Dios bendiga esta gran labor. Da la sensación de que estas antiguas escrituras sagradas están escritas en contra de la mujer. El desprecio y la marginación de ningún ser humano es aceptable, lo que está escrito si no hace honor a la humanidad, ha sido escrito desde el rencor, y lo aberrante no se puede tolerar. La sociedad india parece no evolucionar, y a los gobernantes no les interesa cambiar algo tan indigno.
A mí me sorprende comprobar, cómo la sociedad india (tanto las mujeres como las castas), aceptan unas condiciones tan calamitosas impuestas por leyes tan inhumanas. Estoy segura que los ricos se rigen por leyes placenteras, que todo se lo pone a favor y a conveniencia, pero como pasa allí, aquí y en Pekín, a los pobres todo se le complica…
El misticismo (I).
Fotografía: PREM KUMAR MARNI, cc.
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