sábado, 11 de mayo de 2013

Simio bipolar

Un chimpancé con la mirada perdida.


Cuando decimos ‘animal’ pensamos es un ser irracional en oposición al hombre. En los animales podemos ver comportamientos tiernos y brutales. Pues los más brutales los puede superar el hombre, ser racional. Los animales matan para alimentarse no para divertirse; saciada el hambre descansan. El hombre mata por venganza, diversión y por placer, eso supera a todas las bestias. Hasta los animales pueden sentirse ofendidos si los comparan con el hombre porque, además, el hombre produce a los animales mucho maltrato y sufrimiento.
Y cuando se dice bipolar, se refiere a los frecuentes cambios de humor: ahora ríe y después llora. Pero alguien que secuestra para violar, someter y oprimir, es un bicho que hace sufrir para disfrutar, y que sabiendo lo que hacen no son capaces de rectificar su conducta. Esos no son bipolares, esos son viles parásitos que no merecen ni el aire que respiran.

No… No se puede catalogar como persona a individuos como el caso descubierto últimamente en Estados Unidos. Son depravados, seres infames y miserables que son conscientes de lo que hacen, y por esa consciencia disfrutan más si cabe de su reprobable acción. Con estos personajes hay que actuar a conciencia y que se atengan a las consecuencias, el castigo debe ser implacable… Sobre este tipo de comportamiento hace un análisis de la mente de estos depredadores, Pablo Herreros en elmundo.es, que me parece interesante, el título del artículo «El depredador más cruel»:
Cuando de maldad se trata, el ser humano es capaz de lo más miserable y espantoso del repertorio de conductas que podemos encontrar en la naturaleza. A pesar de que en los animales y en los grandes simios también encontramos episodios tan deleznables como el infanticidio, la violación e incluso el asesinato premeditado, no existen precedentes de secuestro y esclavitud sexual prolongada en otras especies, como ha sucedido en los casos descubiertos esta semana en EE.UU. u otros acontecidos en el pasado en Bélgica y Austria.

Por esta razón, el primatólogo Frans de Waal acuñó el término ‘simio bipolar’ para describir a la especie humana. En una entrevista con este periódico, declaró que los humanos nos encontramos entre el altruismo típico de los bonobos y la agresividad de los chimpancés. Ya que ambos se encuentran a idéntica distancia genética de nosotros. Somos capaces de lanzarnos al agua en auxilio de un desconocido y de entrar en un edificio en llamas para salvar a un niño, pero también de torturar a unas adolescentes o quemar viva a una persona que vive en la calle sin pestañear.

Sabemos gracias a evidencias fósiles y observaciones de animales que la vida en grupo ha sido una obsesión para nuestra especie y la de los otros primates desde hace millones de años. Por esta razón, desarrollamos unos niveles de conciencia y empatía sin precedentes en la historia evolutiva de las especies. Desde ese momento fuimos capaces de imaginar cuáles eran las consecuencias de nuestras acciones. El objetivo consistía en mejorar el entendimiento mutuo. La capacidad de ponernos en el lugar del otro con la imaginación nos ayudó a conectar mejor con los diferentes miembros del grupo, a predecir sus necesidades y por lo tanto vincularnos los unos con los otros de manera más efectiva. Pero al igual que ha sucedido con otros logros humanos, también comenzó a ser usados para mentir, manipular y torturar. ¿Cómo puede saber un soldado de Guantánamo la angustia que produce recibir chorros de agua en la cara hasta producir la asfixia sin haberlo probado antes él mismo? La respuesta es la imaginación y la empatía. Por esta razón, en biología evolutiva solemos distinguir entre simpatía y antipatía, como los dos lados de la misma moneda.

El problema es que las capacidades que nos hacen una especie excepcional también pueden llevarnos a comportarnos como verdaderos depredadores de humanos, sobrepasando los límites de la maldad conocida. Este es el caso de las tres niñas secuestradas en Ohio durante más de diez años, por un ser monstruoso que las utilizó sexualmente durante el cautiverio.

Empatía y agresividad. En pruebas de laboratorio que ponían a prueba las tendencias innatas de los humanos, se ha demostrado que la mayoría nacemos con un fuerte impulso hacia la preocupación empática. Es decir, los niños prestan mucha atención y no paran de mirar a personas que se encuentran en apuros. Captamos la angustia, al igual que la satisfacción, desde que venimos al mundo. A pesar de estos resultados tan esperanzadores, no podemos evitar que una pequeñísima minoría se salga del promedio y cometa atrocidades.

Cuando salen a la luz estos crímenes, todos nos preguntamos por qué nadie fue capaz de percatarse durante una década. Por qué nadie se extrañó ante detalles que podrían haber acabado con su pesadilla. Puede que este caso u otros similares, poco pudiéramos hacer para predecirlo y evitarlo, pero la vigilancia mutua ha resultado ser una estrategia muy exitosa para evitar los excesos en las comunidades de chimpancés. Las redes de alianzas (amistades) y el acompañamiento evitan los excesos de algunos individuos agresivos. De hecho, los maltratadores de mujeres, comienzan rompiendo la red de familiares y amigos de sus víctimas, aislándoles así de cualquier posible contacto. Varios antropólogos han especulado sobre la posibilidad de que esta función se encuentre en el origen de la afición femenina por ir juntas al servicio. Era peligroso para una mujer sola alejarse del grupo durante el paleolítico.

De Waal cree que el humano es un primate semejante a la cabeza del Dios Jano, cuya cabeza poseía dos caras: una cruel y otra amable. Afortunadamente, estos depredadores son casos muy aislados. De haber sido más los depredadores que los cooperadores a lo largo de la evolución, nuestra especie no viviría en grupo desde hace miles de años o se hubiera extinguido directamente.
Es difícil retomar el aliento cuando noticias de este tipo se dan, no se puede creer que una persona sea capaz de producir tanto dolor, oprimiendo, maltratando, sometiendo, subyugando…
Cierto que la crueldad del hombre no tiene límite, pero frente a estos hechos la justicia debe ser firme y severa. En EE.UU., las leyes son implacables y se imparte justicia, y eso es bueno porque tener conciencia de que ciertas actuaciones conllevan el castigo es un factor psicológico disuasorio.

En España, la opinión general es que tenemos la sensación de que el código penal está destinado a proteger a los delincuentes y se olvidan de las víctimas. En EE.UU., cuando se aplica la pena capital, no sólo se le asegura a la sociedad que ciertos individuos vuelvan a depredar, se protege realmente a las víctimas… En España, este violador ya estaría en su casa en espera de juicio bajo el argumento de ser víctima de otro depredador sexual y encima engrosaría su cuenta corriente porque sus hermanos se encargarían de ir a los programas de Tele5 para hacer caja y de paso vender las virtudes de ese individuo. Menos mal que a este ser repugnante le han trincado en un país donde se hace justicia porque por estos ‘Reinos de Tayfa’, sólo con decir que está arrepentido, este despojo tendría la puerta abierta, le darían una paga y se preocuparían si adelgazara. Además, no faltaría algún juez que saliera en su defensa diciendo que está rehabilitado para dejarlo libre, poniendo en juego la libertad de posibles víctimas.

Posiblemente sean personas acomplejadas y humillando se sienten poderosos. Estos tipos tienen doble cara, en la calle son amables y al pasar el umbral de la puerta de su casa son agresivos, déspotas y temibles. Por desgracia se da mucho en el ámbito familiar pero ellos se tienen por buenos…

Entre todos los seres vivos de la naturaleza, el ser humano es capaz de lo mejor y de lo peor, todos somos presa de nuestra genética… Si la vida te sonríe, es muy fácil ser buena persona pero si te vienen mal dadas, ya es diferente, y llevados por nuestros impulsos todos somos víctimas y verdugos. Pero el raciocinio hace de los valores el mejor conductor emocional. El respeto y la educación implican moralmente, y la bondad y generosidad humanizan y dejan ver el alma, y el alma emana amor.

Fotografía: jerry dohnal, cc.

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