viernes, 3 de mayo de 2013

Cuento de Trino

Un pajarito en la rama de un árbol.


Esto era un lugar muy hermoso, verde y frondoso. La naturaleza ofrecía todo un espectáculo de música, aromas y colores. Por sus riachuelos corría agua clara y cantarina. Los pájaros alegraban el ambiente con cantos melodiosos. Las flores embriagaban con infinidad de olores y los habitantes vivían felices, en perfecta armonía con el medio que les proporcionaba bienestar y sustento. Los mayores inculcaban a los niños el respeto por los animales y las plantas y los niños eran grandes amigos de la naturaleza y la protegían y cuidaban.

Los niños conocían todos los secretos de la tierra fértil que era regada por la generosa lluvia. Eran conscientes de su riqueza, el sustento diario lo tenían garantizado y sabedores de ese privilegio, estaban agradecidos a la madre naturaleza.

Los niños vivían alegres y felices por la abundancia de productos que les ofrecía la tierra, pero entre ellos había un niño que se interesaba por saber de otros rincones del mundo y a través del maestro y de los libros descubrió que existían lugares donde apenas llovía y la tierra allí era estéril, sin vegetación, y los los niños pasaban hambre y arañaban la tierra seca buscando raíces que comer.

Al niño lo llamaban Trino porque imitaba el canto de sus amigos, los pájaros. Siempre estaba silbando rodeado de pájaros, pero al saber que existían niños que no tenían que comer, estaba algo triste y preocupado pensando qué podría hacer para ayudarles.

Trino sentado debajo de un árbol hablaba en voz alta y los pájaros le rodeaban y, él se preguntaba:
"¿Qué podemos hacer?". En esto una lucecita se ilumina y una idea se enciende, y mirando a los pájaros les dijo:
—Mis queridos amigos, cuento con ustedes porque, creo que podemos hacer algo por el bien de unos niños que necesitan ayuda.
Entonces señalando las semillas a punto de brotar que llenaban el suelo, les indicó que las cogieran con el pico y las llevaran volando al lugar árido donde vivían los niños, sin plantas ni árboles. Así fue, los pájaros cogían las semillas y volaban hasta el lugar, abrían el piquito y dejaban caer la semilla, así, muchos vuelos. Al poco vino la bendita lluvia y regó la tierra y empezaron a brotar las semillas sembradas por los pájaros y se cubrió todo de verde. Las plantas atraían las nubes y los árboles iban creciendo, y poco a poco poblaron el lugar.

Los habitantes estaban sorprendidos al ver tanta maravilla, y frente al paisaje verde no sabían qué pensar, porque aquello era algo inexplicable. Asombrados observaban cómo aquella tierra seca, se había cubierto de plantas y daban frutos para llevar a la mesa.

Los niños estaban tan contentos que se abrazaban a los árboles y jugaban y se cobijaban a su sombra, y los pájaros revoloteaban y les alegraba con sus trinos. Entonces, cayeron en la cuenta de que tiempo atrás veían como una bandada de pájaros llegaban, revoloteaban y desaparecían… Y a ellos atribuyeron el milagro, pero en realidad, era gracias a Trino.

Así fue como cambió el paisaje de aquel lugar devastado, y las condiciones de sus habitantes mejoraron. Plantas y árboles ofrecían alimento y atraían la lluvia, y entre más árboles, más lluvia.

Trino recuperó la alegría, porque pudo hacer algo bueno por otros niños, y pensaba que todos los niños del mundo tienen derecho a comer y a ser felices, como lo era él, porque disfrutaba de todo lo que Dios había creado.

Fotografía: Tim Sackton, cc.

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