El cine es un medio fabuloso que nos ofrece mundos imaginarios y nos inspira sueños fantásticos y llenos de misterios: es como vivir vidas paralelas que satisfacen nuestras aspiraciones. Muy diferente es el mundo real de los mortales que nos produce congoja, porque a veces las heridas llagadas supuran y duelen, y la zozobra nos abruma y entristece poderosamente.
En las películas se relatan historias donde los protagonistas dan vida a una trama con visos de realidad. Ese realismo proyecta toda la carga emocional que impacta en el espectador y lo deja clavado en el asiento cuando el misterio y el dolor van de la mano; esos ingredientes los tiene «La Conspiración». De esta película relato los hechos acaecidos con una boda.
La boda se celebraba en un lugar distante a cientos de millas marinas y la mitad de asistentes llegarían en avión. Entre los invitados estaba Flor, que por estar convaleciente no pensaba ir, dado que había sido sometida a una operación un mes y medio antes y no se encontraba con fuerzas suficientes para hacer un largo viaje pero, animada por una de las hermanas, consultó al médico y no puso objeción. La hermana se encargó del billete y, coincidencias positivas, llegarían al aeropuerto en diferentes vuelos pero a la misma hora, cosa que vino bien porque iba a ser una sorpresa y no había que estar pendiente de la llegada de Flor.
Llega Flor fatigada al aeropuerto, se dirige a la salida y entre los que esperan está Chela, la hermana que casa a la hija. A medida que se acerca la que llega a la que espera (que no la esperaba), la que espera al verla, no reacciona, está inmóvil y le cambia la cara.
Con su expresión seria y malhumorada está como diciendo: «¡Tú qué haces aquí!». La que llega pensaba que su presencia sería una grata sorpresa, pero fue sorprendida con un desprecio inexplicable, ni recibida ni saludada… Figúrate; tú te acercas, le sonríes, la gente observa la escena y tú dices: «¡Tierra trágame!», y Chela inmóvil, impasible. Tú estás confundida y descorazonada, pero la abrazas a ver si reacciona y, nada, sigue inmóvil, ni una palabra…
Te duele el alma y la cicatriz de la operación recientemente suturada por treinta puntos parecía desgarrarse y sientes un dolor tremendo, pero resistes. Ni siquiera preguntó ¿Qué tal te encuentras? Parece una broma de mal gusto, no entiendes nada, te cuesta respirar y quieres correr para liberarte de tantas miradas…
Gracias que llegó el vuelo de la otra hermana con su pareja y rompió aquella situación fría y petrificada. A ellos era realmente a quienes esperaba, y como no había reaccionado aún de la «sorpresa», la alegría del recibimiento se vio empañada; hubo largos silencios.
Con el tiempo la que no fue recibida pensó, que frente aquel desprecio lo mejor habría sido no quedarse a la boda, y sobre la marcha, coger el avión de regreso.
En el recorrido hasta la casa, aquel azaroso momento se fue diluyendo y todo se desarrolló en un aparente ambiente distendido, pero en el corazón de una había un gran interrogante ¿…? Lo que ocurrió en el aeropuerto está en la memoria de las dos hermanas: Flor y Chela, y en la memoria de tanta gente que observaba, y en la memoria de las cámaras que lo grabaron.
La vida sigue y ese episodio tan doloroso no se podía olvidar, pero Flor a nadie contaba nada de lo sucedido en aquel aeropuerto, no quería enfrentarse a aquella desagradable situación y dar motivos para pensar en desavenencias. Si cuenta aquel «no encuentro» delata a una mala hermana, y quizás no aceptaba tener una mala hermana. Mejor esperar, que el tiempo es sabio e irá desvelando los por qué.
Poco a poco fue descubriendo lo que se escondía en aquel corazón: Chela conspiraba para que los demás despreciaran a Flor; su silencio y paciencia jugaron en su contra y fue su perdición. Flor ponía una mejilla y la otra y al final, todos le daban.
La pena y el dolor se apoderaban de Flor, pero callaba con la esperanza que la pesadilla pasara sin tener que evidenciar nada. Era inútil, observaba y se daba cuenta que a la «conspiración» se iban aunando aliados y cada vez era más humillada y despreciada descaradamente, y Chela estaba pletórica porque había conseguido su objetivo: arrinconar a Flor que era su obsesión. La tenía todo el día en la boca como culpa de sus males y con lágrimas y mentiras chantajeaba emocionalmente para dar pena (se jactaba de que tenía un cursillo de psicología y al parecer poseía el poder de atrapar y dominar mentes a voluntad).
¿Por qué aquellos hermanos que parecían poseer sentimientos limpios y amorosos se dejaron embaucar para conspirar contra Flor? ¿Cómo hablan de unidad de hermanos despreciando a uno? El liderazgo era cosa de las féminas que sometían a los varones a su antojo y ordenaban qué hacer y qué decir a Flor, y ellos para darle valor a su alegato, uno iba de hermano mayor siendo un fantoche… Flor, que era buena pero no boba, descifraba claramente los mensajes de los «no» sentimientos y prudentemente guardaba la distancia.
Cada verano se producía los encuentros familiares y cada verano se sucedían historias indeseables. Flor en silencio aguantaba las consecuencias de los celosos fantasmas, hasta que un día cansada de humillaciones le pregunta a Chela el por qué lo hacía, y le recuerda y pide explicación de la horrenda actitud del aeropuerto, a lo que histérica grita:
—¿Yo, a mi hermana le voy hacer eso? ¿A mi hermana le voy a ser eso?
Flor le contestó…
—A tu hermana no se lo harás, pero a mí sí me lo hiciste.
Era evidente, su forma de proceder no era de hermana, llevaba tiempo actuando como enemiga… En ese momento Chela le confesó que le tenía «rabia, mucha rabia» y que llevaba toda la vida sufriendo por culpa del marido de cabeza cuadrada como la de Flor.
Flor queriendo aclarar de una vez aquel desagradable episodio del aeropuerto, insiste, pero Chela que sigue negando la verdad dolorosa y queriendo salvarse de ser tan despreciable incurre en otro error, pone como testigo a su marido, que no estaba en el aeropuerto. Entonces Flor se dirige a la hermana que le animó a ir a la boda (¿recuerdan? a la que sí estaba esperando Chela) sabiendo que el marido no estaba presente, no abrió la boca para defender la verdad. Ahí vio Flor claramente la teoría de la conspiración.
Pero donde no quedó lugar a dudas de la «conspiración» fue en el último encuentro «forzado». Flor ya estaba decidida a acabar con la farsa de hipocresías y mentiras, y pidió que de una vez le dijeran qué había hecho para merecer tanto desprecio. A la sana pregunta, recibe de la más vieja un altanero resoplido de ira contenida. Mientras atienden aquel amago despectivo, Flor queda perpleja y todos le clavan una mirada justiciera… «La Conspiración» manifiesta. La innoble Chela se dirige a Flor como culpándola de la situación creada y hace aspaviento de calmar el ambiente y va a agarrarla, Flor se da cuenta de sus malas intensiones y ¡basta ya! no aguanta más y en voz alta le dice:
—¡Siéntate, siéntate para escuchar que voy a hablar!
Flor rompe por fin el silencio y pierde el miedo. A partir de ahí se revitalizaron sus fuerzas, ya nadie la callará y desea ardientemente que prevalezca la verdad y el honor.
Flor se ha aliado con la verdad. Sinceramente ya no teme a nada ni a nadie, eso sí, espera que en los conspiradores un día se encienda la luz que los liberen de malas ataduras y afloren sentimientos puros y nobles. Ahora sólo lucha para que triunfe la verdad porque «allá en la lejanía, vislumbra una esperanza». Dios lo ve todo y lo sabe todo, hasta nuestros pensamientos, pues Él ha sentenciado que «No habrá paz para los malvados»…
La realidad a veces supera a la ficción y el cine tiene la magia de presentarnos la ficción como realidad y la realidad como increíble… De las pesadillas se despierta de la realidad, no.
Desde el cielo como testigos inmutables de «La Conspiración», una madre, un padre y Dios.
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