jueves, 9 de febrero de 2012

Mi humilde homenaje

Martín Moreno.
En quien aprende a escribir hay un potencial escritor, pero un sabio dijo que para escribir hay que tener algo que decir y saber decirlo. No sé si reúno todas las exigencias, lo que sí sé es que puedo compartir mis sentimientos, emociones, sensaciones y pensamientos con los que se identifican conmigo.

Gracias a los medios digitales, llevo varios años publicando mis artículos con total libertad. Con más o menos acierto he opinado sobre todos los temas, desde los más espinosos, controvertidos y discutidos: política y religión, también desde mi compromiso personal hago denuncias sociales en defensa del Estado de Bienestar y de los valores de relación y convivencia y, por supuesto, he hablado con orgullo sobre mis orígenes y raíces, y he manifestado públicamente el respeto y el amor que profeso a mi madre y a mi padre y lo mucho que les echo de menos. Mis padres son la razón de mi existir: a ellos todo le debo.

La lectura es placer y la escritura un arte. Ya desde la escuela me gustaba relatar con entusiasmo e imaginación y de la poesía me seducía la musicalidad del verso. En los libros de estudios venían los clásicos y con ellos descubrí y me adentré en el apasionado mundo de la versificación. Mis tímidos primeros pasos fueron silenciosos, lo que escribía lo guardaba como un tesoro pero me daba pudor darlo a conocer, ya que era algo muy mío, muy íntimo y personal. Recuerdo cuando le dije a mi madre que escribía poemas y que los guardaba para que nadie los viera. ¿Por qué? Los versos son el sentir de mis sentimientos más profundos, en ese momento le recité un cuarteto dedicado a ella:

Si pudiera, madre…
Volvería a tu vientre.
Para estar cerca de ti.
Contigo y para siempre.

Emocionada y con lágrimas en los ojos, me dijo:
¿Eso lo escribiste tú?
—Sí.
—No lo guardes que es muy bonito.

En todo en la vida hay un principio y en mis inicios en la poesía, también. Escribir era como un bálsamo y el medio de entrar en conversación con mi yo, y eso me ayuda a conocer mis más íntimos sentimientos y al ir desgranándolos supone una terapia curativa y sanadora. Pero el por qué de publicarlos en un libro, siempre es culpa de alguien que te quita los miedos, te anima y te dice que lo que haces merece la pena compartirlo.

Yo tuve la suerte de compartir mis poemas con una persona sensible y en los ratos que nos pasábamos leyendo los poemas me ayudó a confiar y tener seguridad en lo que hacía. Él me insistía para que editara. Yo diría que es el culpable porque me empujó y me obligó —en el buen sentido de la palabra— para que mis poemas estuvieran publicados en un libro.

Al señor Martín Moreno le admiraba por su trayectoria profesional y sobre todo le seguía semanalmente en sus «Siestas de Memorias» del suplemento del periódico La Provincia. Hombre bueno, cercano, con calidez humana y, como profesional, un apasionado de todo lo que hacía. Polifacético e incansable, sus compañeros periodistas y cronistas hablaron de su gran profesionalidad y su gran maestría como creador: «Ocurrente que conjugaba gracia y valor para aliñar las asperezas de la vida con fluida socarronería típica del hombre de tierra adentro, estirando la anécdota, tensando palabras, exprimiendo significaciones y enlazando semánticas impensadas».

Martín Moreno nos recordó que desde chiquito fue «novelero y juguetón, curioso y hablador». Francisco Pérez García, (Martín Moreno) nació en la ciudad de Gáldar el 30 de enero de 1916, en el hogar modesto, pero acomodado, de don Juan Pedro Pérez Mauricio y doña Josefa García Moreno, dueños de la única fonda que durante muchos años hubo en el pueblo y que más tarde fue transformada en el Hotel Águila. Desde niño se le notó a Paco, Martín Moreno, su afición a escribir y archivar papeles, así como su apego a la lectura de periódicos, revistas y novelas.

Con nueve años, a la luz de una vela, se leyó en dos noches su primera novela, «La Hermana San Sulpicio» de Armando Palacio Valdés. También descubrió su gusto por el teatro y el cine, no sólo como espectador, sino también destacando por sus cualidades de actor. Sobre el escenario de su propio pueblo interpretó varias obras: «Gente de honor», «La casa de Quirós», «El dólar», etc. y maduró más tarde en Las Palmas de Gran Canaria con «El Divino Impaciente», «El alcalde de Zalamea» y «Maipú». Su primer artículo periodístico lo publicó en El Tribuno sobre un desgraciado suceso ocurrido en Gáldar. Después continuó colaborando en La Provincia y en El Radical. «Paco el de la Fonda», como se le conocía en el norte, firmó sus artículos generales y deportivos con el seudónimo «Serapio Candilejas», pero cuando fue nombrado corresponsal informativo de Gáldar, el redactor jefe le pidió que buscara un seudónimo que sustituyera a su largo nombre y a su corriente apellido, Francisco Martín Sebastián Pérez García: eligió Martín y añadió Moreno, segundo apellido de su madre.

Martín Moreno estudió magisterio, pero fue un fuera de serie, un todo terreno. En tiempo de la guerra alcanzó el grado de teniente pero rehusó seguir en el Ejército. Estando en el Batallón de Guía, en Gran Canaria, pidió la baja voluntaria para dar clases en las escuelas de su pueblo. Martín Moreno, hombre sencillo, complementaba sus obligaciones de esposo, padre y su actividad escolar con el periodismo. Además, el cine y el teatro llenaban su vida. Puso en escena comedias dramáticas y cómicas que realizaba y dirigía. También como director de cine rodó varios documentales: «Gran Canaria» y «Canción del Nublo» entre otras. 

De su trayectoria artística dejó huella en la Filmoteca Insular y en la memoria de los grancanarios, tanto del norte como del sur. Hay que recordar que fue el primer canario que cultivó «milagrosamente» cine sonoro en las islas. Decir que también fue empresario en tierras del Sáhara sin abandonar el cine. A pesar de tener una larga trayectoria cultural, se le recuerda con cariño por «Siestas de Memorias», donde demostró sus extraordinarias dotes de cronista contando hechos y anécdotas que desparramaba con su pluma abierta, mente lúcida y diáfana, que tenían como testigos a la gente de las calles y pueblos de Gran Canaria. Pero si algo le llenaba de orgullo fue que le nombraran cronista oficial de su ciudad natal, Gáldar. Cronista inmortal, fue el primer pregonero de las fiestas patronales de 1951 y, a la muerte de Nestór Álamo, fue nombrando cronista oficial de Gran Canaria y hasta sus últimos días compaginó las dos corresponsalías.

Decir que desde la etapa fundacional de la Junta de Cronistas, su ilusión era que cada municipio tuviera su cronista oficial. Cuenta el cronista de Artenara, José A. Luján, que en un Encuentro Internacional de Cruz Roja, estando invitados todos los cronistas de Gran Canaria, en el vestíbulo del Auditorio Alfredo Kraus, ante el mismísimo Rey de España, Martín Moreno puso de manifiesto su singularidad; le dijo al Rey:
Majestad, yo tengo algo que usted no tiene.
¡A ver!, ¡a ver!, replicó Don Juan Carlos.
Ochenta y siete años, Majestad. Y nadie lo pudo discutir.

Permitirme que haga un llamamiento a las diferentes Instituciones Canarias: al Cabildo de Gran Canaria para que no siga olvidándose de este ilustre grancanario y le otorguen el premio y reconocimiento que se merece como Hijo Predilecto de Gran Canaria. También al gobierno de Canarias para que el Premio Canarias de la Cultura recaiga, a título póstumo, sobre la amplia trayectoria cultural del Señor Martín Moreno, un artista inquieto y polivalente. Sería imperdonable el menosprecio hacia tan destacada labor en pro de la cultura canaria; aunque los premios y reconocimientos mejor que se otorguen en vida.

Decir que Gáldar sí le rindió homenaje a Don Francisco Pérez García «Martín Moreno» a título póstumo, en un solemne acto Constitucional celebrado en el Teatro Municipal en el cual se hizo entrega del nombramiento, a su esposa e hijos, de Hijo Predilecto de La Real Ciudad de Gáldar, como Cronista Oficial de Gáldar y de Gran Canaria. Acto presidido por el Alcalde de la Ciudad, Teodoro Sosa Monzón y acompañado por el Cronista actual de Gáldar, Juan Sebastián López García y la presencia de compañeros periodistas y cronistas y galdenses que le apreciaba.

Quiero hacer saber que de las casi setecientas crónicas de Siestas de Memoria sólo se ha publicado un tomo a los que le seguiría once tomos más pero se paralizaron. Sería justo por parte del Cabildo de Gran Canaria que cumpliera con el compromiso adquirido. Sé que todo escritor, pintor, cantante… posee su propio estilo y esa particularidad hace que conecte con la gente, porque la vibración de cada artista llega individualmente a cada sensibilidad. Por eso nadie debe menospreciar ni menospreciarse, porque permanecerá en la memoria de quienes le admiraron.

Séneca dijo que «morir no es pena sino naturaleza del hombre», pero la pena es inevitable. Martín Moreno nos dejó el 18 de enero de 2007, un lustro después, aunque las Instituciones no le hayan hecho justicia con un merecido homenaje, la gente de su tierra aún recuerdan, elogian y le muestran el mayor de los respetos.

Decir de las cosas de la cultura que «El Día de la Poesía», 21 de marzo, pasó sin gloria. Espero que «El Día del Teatro», el 27 de marzo, tenga resonancia y desearía que se le recuerde sobre el escenario…

Los dos somos galdenses del reino de los Guanartemes: yo nací en la cumbre y él en la costa, en La Real Ciudad de Gáldar. Unos de sus pensamientos en voz alta: «¡Ay Gáldar en el altar de mi corazón tan venerada!». Mi primer poemario está prologado por Martín Moreno. Él hizo la presentación con una idea algo teatral y me mantuve fiel a su idea hasta la presentación de mi quinto libro.

Quiero hacer mi humilde homenaje a la persona, al profesional, al artista, al grancanario campechano, afable, fraterno, a mi paisano entrañable. Señor Martín Moreno, periodista, maestro, actor, cineasta y cronista de Gáldar y de Gran Canaria, mi recuerdo emocionado, mi agradecimiento y cariño por siempre.

Dijo san Agustín que «la memoria es el alma misma en tanto que recuerda, y que el alma recuerda en la medida en que es». El arte permanece por siempre, por eso Gran Canaria no puede olvidarse del artista y tampoco del hombre.

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