El santo es aquel que está fascinado por la belleza de Dios y su perfecta verdad. Por esa belleza y verdad están dispuestos a renunciar a todo, incluso a sí mismos. Le es suficiente el amor de Dios, que expresan y transmiten en el servicio humilde y desinteresado al prójimo. Como consecuencia de su entrega experimentan una transformación progresiva y, en esa continuidad, se complementan con la inconmensurable labor realizado por Dios.
La palabra «santo» se utiliza como adjetivo para indicar una relación directa con Dios. La santidad de Dios denota su absoluta perfección moral y transmite la idea de puro o limpio en sentido religioso. Tenemos ejemplos recientes de la influencia de un santo que supera el ámbito de su religión y adquiere componentes universales: es el caso de Teresa de Calcuta, de Vicente Ferrer o de Gandhi y otros tantos que destacan por sus virtudes en la capacidad para amar a Dios y a los demás, o en los demás amar a Dios. Su entrega, su lucha y trabajo está encaminada a ayudar a sus semejantes, por eso su vida está con el que sufre y al que sufre hay que proveerle de comida, cobijo y de calor humano, sin condiciones ni distinciones, «es mi hermano y me necesita». Admirable labor, valoro esa capacidad humana que brota del amor sin medida, de la verdad diáfana y de la autenticidad del ser.
Al día de hoy, decir la verdad es un acto heroico, vivimos rodeados de engaño y hay quién convierte su vida en pura mentira. Todo se maquilla para darle en cada situación el valor conveniente, por eso el parecer no es lo que parece aunque lo que resalta es llamativo. A pesar de la confusión del momento hay muchos santos de carne y hueso que vive entre la sociedad sembrando una lluvia de estrellas que va tocando los corazones más sensibles para que reaccionen y recuperen su propio aliento.
La verdad es que a pesar de tanta corrupción existen santos entre nosotros, personas que se entregan a los demás como un rayo de esperanza para facilitarles el camino, para dignificarles la existencia y endulzarles la vida.
Santos de carne y hueso los hemos tenido o tenemos en la familia, pero como la modernidad va devorándolo todo, hasta la familia va a menos y las madres de hoy en día no dejarán tan buenos recuerdos. ¡Madre! esa santa madre de hace treinta, cuarenta y más años que con sacrifico y trabajo abnegado desbordaban los límites de la resistencia humana, por la gran capacidad para criar docenas de hijos con una entrega amorosa y callada. Ejemplo y modelo en todo su inagotable quehacer; insustituible en toda la extensión del término «madre».
En mi memoria el recuerdo imborrable de mi madre santa… Es santa por ser mi madre, la que me engendró, me educó, me instruyó y me reveló los misterios del alma. Fue la mejor hija, una buena hermana y una gran persona, y como no podía ser menos, encontró su alma gemela con igual valores y la misma grandeza, por eso rindo permanente homenaje a mis santos padres, por su bondad y dulzura, por su amor generoso y por ser buenos cristianos están junto al Amor que ellos amaban. Dios con sus santos, que en la tierra a pesar del sufrimiento fueron dichosos; y son plenamente felices en el cielo, sin temor a que esa felicidad eterna pueda arrebatársela nadie. ¡Con Dios para la eternidad!
…Todos tenemos algún santo
que nos vele desde el cielo.
¿Quién no tiene un padre, una madre,
una abuela o un abuelo…?
La alabanza y la gloria, la sabiduría y la acción de gracias, el honor, el poder y la fuerza son de nuestro Dios… Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos! Sabemos que, cuando se manifieste, seremos semejantes a Él, porque lo veremos tal cual es. Todo el que tiene esperanza en Él se purifica así mismo…
Qué dicha para los que esperamos ver, cara a cara a Dios. Dios se deja sentir en todo lo hermoso y bueno. Es el aire que respiras y el aire es la vida que no se ve y todo lo invade. Es la voz que penetra y expande su amor para que tú te embriaguez del aroma de la paz que te conduce por el sendero de la luz, hacia lo infinito.
Qué dicha para los que esperamos ver, cara a cara a Dios. Dios se deja sentir en todo lo hermoso y bueno. Es el aire que respiras y el aire es la vida que no se ve y todo lo invade. Es la voz que penetra y expande su amor para que tú te embriaguez del aroma de la paz que te conduce por el sendero de la luz, hacia lo infinito.
Estos días de efluvio de la muerte, de nostalgia y misterio, nos deja apesadumbrados y el alma resentida se llena de añoranzas y recuerdos… No, no lo adulteren con frivolidad carnavalesca.
Siempre se ha dicho que el silencio vale más que mil palabras. Un día me preguntaron: ¿Si te encontraras con Dios que le dirías? Yo le contesté: Creo que nada, porque su inmenso amor despeja sin lugar a dudas, cualquier interrogante.
Puestos a imaginar… Dicen que un periodista le hizo una entrevista a Dios:
—¿Qué es lo que más le sorprende de la humanidad?
Dios respondió.
—Que se aburren de ser niños y quieren crecer rápido, para después desear ser niños otra vez. Que desperdicien la salud para hacer dinero y luego pierden el dinero para recuperar la salud. Que ansían el futuro y olviden el presente y así no vivan ni el presente ni el futuro. Que vivan como si nunca fuesen a morir y mueran como si nunca hubiera vivido…
El periodista quedó un rato en silencio y le dijo:
—Padre, ¿cuáles son las lecciones de vida que quieres que tus hijos aprendamos?
Y con una sonrisa respondió:
—Que no pueden hacer que nadie los ame pero que se dejen amar.
Que lo más valioso de la vida no es lo que tenemos sino a quien tenemos.
Que una persona rica no es quién tiene más sino quién menos necesita y que el dinero puede comprar todo menos la felicidad. Si quieres ser feliz, haz feliz a alguien.
Que el físico atrae pero la personalidad enamora.
Que quién no valora lo que tiene, algún día se lamentará por haberlo perdido y nunca arruines tu presente por un pasado que no tiene futuro.
Quien hace mal algún día recibirá su merecido. Rodéate de buenas personas y sé una de ellas.
Una persona fuerte sabe como mantener en orden su vida y aun con lágrimas en los ojos, se las arreglará para decir con una sonrisa, «estoy bien».
Que lo más valioso de la vida no es lo que tenemos sino a quien tenemos.
Que una persona rica no es quién tiene más sino quién menos necesita y que el dinero puede comprar todo menos la felicidad. Si quieres ser feliz, haz feliz a alguien.
Que el físico atrae pero la personalidad enamora.
Que quién no valora lo que tiene, algún día se lamentará por haberlo perdido y nunca arruines tu presente por un pasado que no tiene futuro.
Quien hace mal algún día recibirá su merecido. Rodéate de buenas personas y sé una de ellas.
Una persona fuerte sabe como mantener en orden su vida y aun con lágrimas en los ojos, se las arreglará para decir con una sonrisa, «estoy bien».
Pues reflexionemos y celebramos con alegría «La Fiesta de Todos los Santos» los que están en los altares y los que no. Los que fueron santos en la tierra son los santos del cielo. Santos de carne y hueso que dejaron viva la huella de sus pasos, pasos a seguir e imitar… Santos que viven y si viven, no son difuntos.
…Veamos a nuestros difuntos
no como a simples muertos.
Veámoslo como santos
que nos preparan el cielo…
Fotografía: Hartwig HKD, cc.
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