«La Fe es la certeza de lo que se espera y la evidencia de lo que no se ve» (Heb. 11,1). «El justo vivirá por la fe» (Rm. 1,17).
La Fe según el concepto judío significa tres cosas: firmeza, seguridad y fidelidad.
La Fe es un bien íntimo, personal e individual que se vive, se enriquece y fortalece en comunidad. Hay quien define la Fe como una convicción en la tradición cristiana. La Fe no es sólo convicción sino obrar consecuentemente con lo que se cree: «Obras son amores».
La Fe divina es una virtud teologal y procede de un don de Dios que nos capacita para reconocer que es Dios quien habla y enseña en las Sagradas Escrituras. Los dogmas de fe están ahí y son sagrados. La Fe es un don de Dios basado y sustentado en el Amor. La Fe es creer y yo Creo en Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo; Creo en la Iglesia y en la comunión de los Santos; Creo en la resurrección y en la vida eterna.
La Fe se transmite, se vive, y se contagia su alegría y esperanza. Mis padres me transmitieron la Fe y si hoy yo permanezco en la Fe es porque conscientemente he elegido permanecer en ella, la vida no tiene sentido si no es desde la Fe.
Todas las miradas están puestas en la convocatoria espiritual que en estos días se celebra en la capital de España. Madrid, se ha convertido en la Ciudad Universal y hasta allí conducen todos los caminos iluminados por la luz de la Fe. Aunque nunca se podrá borrar la estela del siempre recordado y querido, apóstol-peregrino, el Papa Juan Pablo II y sin comparar, porque cada persona es única e irrepetible, vemos como el Papa Benedicto XVI se ha ido ganando, poco a poco, la simpatía, admiración y el cariño de los creyentes.
El Papa no es un Líder ni un Jefe de Estado, que también, el Papa es el representante de Pedro en la tierra y como cabeza visible de la Iglesia nos visita para evangelizar con los mensajes, siempre nuevos, de Jesucristo nuestro Señor.
Jesús fue un predicador incansable, cruzó desiertos, montañas, ríos y valles. Anduvo de pueblo en pueblo hablando del inmenso amor que Dios nos tiene. Jesús se acercó a todos, sin excepción, y no todos lo acogieron ni le abrieron su corazón, y el Papa debe seguir su ejemplo, a pesar de las críticas demagógicas de aquellos que quieren ahogar el verdadero sentido y significado del apostolado Papal. El apóstol llama pero no obliga, la libertad de elección es personal y la intensidad espiritual, también.
La Fe mueve montañas y «Las Jornadas Mundiales de la Juventud» (JMJ) es un buen reclamo para constatar el número de creyentes, jóvenes, que acuden a la llamada del Papa. Son jóvenes entusiastas que desbordan alegría y nos contagian su sonrisa.
Hermanados, razas y lenguas elevan sus cánticos llenos de esperanza en un futuro más solidario y más humano. Unidos al Papa avanzaremos por el Camino de la Luz y la Verdad, sintiéndonos discípulos de Jesús, fiándonos e identificándonos con su testimonio, sus enseñanzas y sus mensajes de amor.
El Papa siguiendo el ejemplo de Jesús, debe llegar a los alejados para llevar el testimonio de paz a todos los pueblos, pero son los jóvenes los que están navegando en un mar de confusiones y son los que más necesitan la alegría de un mensaje de esperanza y en ellos ha puesto sus ojos la Iglesia, para orientarles y ayudarles a encontrar la «Verdad».
Hoy la sociedad está necesitada de esperanza renovadora, la evangelización para la reconversión traerá consuelo a todos los que sufren de alma y cuerpo. La auténtica fe se renueva frente a cada dificultad y frente a la sinrazón de los falsos predicadores cuyo objetivo es sembrar la incertidumbre y el desasosiego, sobre todo entre los jóvenes que viven alejados porque desde otros púlpitos les ofrecen proclamas de libertad y felicidad en el libertinaje.
«Sin Dios todo vale». Este lema nos llama a la reflexión… Sin ética y moral no existe un horizonte halagüeño de serenidad y sosiego que ofrezca e invite a vivir con plenitud interior. La satisfacción de tus actos ilumina tu vida y sentirás la presencia de Dios y su amor infinito cada día, en cada paso.
No tenemos más que ver la diferencia entre jóvenes de fe y entre los que van buscando desesperados aliciente y estímulo para su vida. Ocultos en la noche se ahogan en alcohol y otras drogas y asfixiados de humo pierden la noción y se hunden en el fango de sus vómitos, sus decepciones y desencantos, siendo la violencia su carta de presentación. ¡Qué pena! Jóvenes en la flor de la vida y han perdido la alegría… no saben ni divertirse.
La persona de fe es persona de esperanza y dada a la caridad. La solidaridad y la entrega son virtudes evidentes en los creyentes. La Iglesia es criticada despiadadamente por quienes quieren desprestigiarla y aniquilarla, porque no quieren ver la inconmensurable labor que lleva a cabo por todo el mundo. Cáritas está presente allí dónde otros se alejan en cuanto la situación les pone en peligro, sin embargo los religiosos, por la grandeza de su fe, están más unidos a los desfavorecidos. Es admirable la valentía de misioneras y misioneros, que cuando más se les necesita ahí están, junto a los desprotegidos hasta dar su vida por ellos.
Hoy escucho mucha verborrea reiterativa: «Soy católica pero, mejor hubiera sido que el Papa fuera a paliar el hambre en Somalia». Sepan que en Somalia y, por desgracia, en muchos otros lugares del mundo hay hambre, incluso en España. Zapatero deja un País con más hambre que cuando llegó, por lo tanto nos damos cuenta que el hambre es fruto de los gobiernos. Sátrapas… parásitos que viven lujosamente a costa de las penurias de su pueblo. Les recuerdo que en Somalia está Cáritas y alguna otra ONG ayudando a la gente.
Hay que ser coherente con lo que se es, se dice y practica. Se escucha mucho lo de «soy católica y no practicante». También «soy católica y no creo en los Curas». Pues yo en los Curas no creo porque los veo, para lo que se ve no se necesita fe. Lo que sí está claro es que para ser mala gente hay que tener condición y para ser buena gente disponibilidad y, a pesar de las políticas amoral e inmorales de este gobierno nuestro, todavía hay esperanza de que los españoles, sobre todo la juventud, no sea arrastrada al abismo del desenfreno por la falta de valores que conforman al ser humano.
La Fe mueve montañas y sobre todo sensibilidades y nadie, aparte de la religión que profese, queda indiferente a la presencia del Papa de los católicos. La identidad cristiana sigue atrayendo a las almas necesitadas de respuestas y en el evangelio están las claves para no desfallecer. Hay que estar fuertes para no ser vencidos por el vacío de un mundo impúdico. Los desvaríos del cuerpo apagan la luz del alma y los valores éticos y morales están dentro de los valores de la Fe. Que la Paz del Señor esté con todos nosotros. ¡Bienvenido Benedicto XVI!
Fotografía: radiant guy, cc.
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