Del labrador aprendí,
que primero se abren los surcos
para que abrace a la simiente;
sólo así tendremos frutos.
Si yo quiero recoger
tendré primero que sembrar,
cuidando que la semilla
tenga sazón para germinar.
Empuño siempre mi arado
con fuerzas y con ilusión,
esperando para algún día
próspera recolección.
Así es; en la vida somos
labradores laboriosos,
cargados con nuestro arado;
cosechar es algo hermoso.
Hermoso es dejar semilla:
los hijos, nuestras bellas flores;
aunque nos marchemos lejos
ellos emanan nuestros olores.