Recuerdo unos inviernos
de frío, lluvia y granizo,
semanas sin ver el sol
y de neblina cubiertos.
La neblina llegaba al barranco
ocultando a la gente y sus cuevas,
aparecíamos y desaparecíamos
como fantasmas en tinieblas.
Los barrancos crecidos y turbios,
las lluvias sin parar en semanas;
fango, charcos y barranqueras
ese era el panorama.
También pasábamos miedo
con aquellos ruidos infernales:
rayos, relámpagos y truenos,
piedras que bajan rodando, imparables.
Después de esos inviernos duros
llega la hermosa primavera,
cargada de hierba, color y olor a flores
y pájaros que con sus cantos nos alegran.
El aire está siempre puro,
el cielo lleno de estrellas.
Gozar de días y noches de ensueños
sólo se goza en mi tierra.