jueves, 20 de noviembre de 2025

Hoy me golpea la nostalgia

 


“A veces llueven recuerdos que solo mojan el alma…”

Hoy me golpea la nostalgia por quienes me dieron la vida y a los que no podré abrazar nunca más. Hay ausencias que no se llenan con el tiempo, sino con recuerdos, con suspiros y con esa esperanza silenciosa de volver a encontrarnos algún día. No se trata de olvidar, sino de intentar vivir con un pedazo del alma que decidió quedarse con quien se fue.

A veces el alma no llora con lágrimas sino con silencios.  Porque hay dolores que no se explican, solo se sienten y se aprende a llevar con el corazón hecho pedazos. Hoy hace  45 años que mi padre voló al cielo, pero igual me pesan los 34 años que mi madre también voló para unirse a él. Extraño tanto sus voces, sus consejos, sus risas, esa presencia ausente que todavía me acompaña, aunque el tiempo intente borrarla.

Ojalá el viento me trajera las voces, aunque fuera por un instante, hay veces que cierro los ojos buscando el calor de la palabra, porque mi corazón aún necesita escucharlas. Honrar la vida es recordar con amor a quienes ya no están y guardar lo bonito que vivimos juntos. Despedirse no significa olvidar, sino dejar que su amor siga viviendo en nuestro corazón. Nunca te sientas solo, recuerda que Dios siempre está a tu lado.

Valora y cuida a tus padres. ¡Ay, de esos hijos que desprecian a sus padres! Esos hijos que nos los valora, que pasan de ellos, que los insulta y les faltan al respeto, esos hijos cargarán en su conciencia su maldad, y no podrán vivir en paz. Un buen hijo los trata con cariño, los valora, los respeta, les ayuda y los protege. Nunca dejes de visitar a tus padres, porque cuando ya no estén llorarás amargamente su ausencia. El duelo pesa como una losa y hay días que duele tanto que te sientes morir. El dolor por haberlos perdido durará una vida entera. Trátalos con cariño, abrázalos fuerte, porque el último día nunca avisa, y ni el tiempo vuelve, y ni la vida se repite…

Mamá, papá, estoy orgullosa de que sean mis padres y doy gracias a Dios por darme los mejores padres, saben que los quise y los quiero y por siempre los amaré… Grito a los cuatro vientos que tuve a la mejor madre y al mejor padre. Me cuesta aceptar que ya no están conmigo, pero los siento a mi lado y cada día siguen guiando mi camino. Son mis padres para siempre, aunque la vida les haya llevado al lugar de paz y descanso.

Muchas veces, la persona con la que más necesitas hablar, está en el cielo. Gracias, mamá y papá, por dejar mi memoria llena de recuerdos, de algunos brotan lágrimas y de muchos otros, una sonrisa… Les recuerdo todos los días de mi vida, porque ustedes son parte de ella. Los amo y los amaré siempre, hasta que la vida deje que me encuentre de nuevo con ustedes y pueda abrazarlos de nuevo.

Llevo dos apellidos: del primero estoy orgullosa y siempre lo llevaré en alto porque le pertenece al hombre más bueno y trabajador. El segundo es pura admiración y respeto porque le pertenece a la mujer más generosa de mi vida, mi madre.

A mis padres los recuerdo en perfecta unión y armonía. Era una pareja que se amaba y se admiraban, eran cómplices y confidentes. Eran de fácil sonrisa, siempre estaban conversando y recordando su infancia y las anécdotas de sus vivencias.  Eran muy familiares, respetaban a sus padres y reverenciaban a sus madres. Eran muy generosos y serviciales con todo el mundo. No puedo estar más orgullosa de mis padres, de sus valores y de las vivencias que me transmitieron.

Mamá, te vi llorar la partida de papá, te vi desfallecer porque pensabas que no podrías vivir sin él, te vi pedirle a Dios fuerzas para poder llevar la carga de tantos hijos. Yo me apoyaba en ti y tú en mí. Me enseñaste que la vida puede ser dura, que hay momentos en lo que todo parece desmoronarse, pero también me enseñaste a no rendirme. Te vi llorar en silencio contra tus temores y yo lloré contigo, te vi luchar contra lo imposible y, aun así, sacaste fuerzas para seguir al pie del cañón. Sí, tú lograste levantarte cuando nadie más lo haría, ¿cómo no voy a intentarlo yo? Ustedes son mi inspiración, mi ejemplo de valentía y el amor más grande que existe.

Mamá… Podrán pasar mil años y aun me parece verte alrededor de los fogones, aunque cansada, siempre tenías una sonrisa. No puedo olvidar tu talante, ni tu voz, ni la forma en que hacías que todos se sintieran bien, aunque no todo fuera tan bien. En nuestras interminables conversaciones la memoria de papá siempre estaba presente, lo rememoro, porque igual que nos pasaba en aquellos momento, hoy yo necesito llenarme de fuerzas para afrontar vuestra ausencia, ahora que tanto los necesito y confieso que a veces me faltan ilusiones para seguir viviendo. Pero un día, sintiendo el amor que nos tuvimos, aprendí a sacar fuerzas de dónde no las había y me abracé fuerte y me dije: ¡Adelante, sigue sus huellas...! He caminado por los corredores del dolor más profundo, ese que se instala sin pedir permiso y hace nido en el alma. Lo he sentido desgarrar en mis entrañas, hacer silencio en mi risa y apagar la luz de mis días. Pero también aprendí a fuerza de lágrimas y ausencias, que no hace falta más que tiempo, ese tiempo que no cura del todo, pero enseña a convivir con las grietas.

“Amo las mariposas, ellas me recuerdan que tengo que seguir luchando. Que la transformación es dolorosa. Que no puedo rendirme. Que tengo que continuar con mi vida. Y que algún día el corazón y el alma, dejarán de doler”.

Mis padres lucharon por mi bienestar, mi educación y mi salud. No hay en este mundo nadie a quienes les deba más amor y agradecimiento. Cada día que pasa sin mis padres, es una página en el libro de mi vida que aún escribo con ellos en mi corazón. ¡Mirad al cielo! Cómo no va a estar bonito el cielo, si allí está lo que más he querido y quiero. A veces solo hace falta mirar hacia arriba para ver la ventana desde dónde me envían besos.

Papá, mamá… Cierro los ojos y los veo sonriendo, como si el tiempo nunca hubiera pasado, como si el abrazo aún pudiera alcanzarme. Escucho las voces en mi memoria y siento la calma de la presencia. La ausencia duele, pero vuestro amor sigue siendo mi fuerza, la raíz que me sostiene, la luz que nunca se apaga.

Mamá, papá, aunque no estén aquí, siguen siendo mi refugio externo, la certeza más grande de que el amor verdadero nunca muere. Gracias al amor que me dejaron, puedo seguir haciendo camino hasta el día que nos encontremos de nuevo en la morada espiritual. Gracias a ese amor, puedo seguir viviendo, porque esta vida mortal se apaga. Besos al cielo. ¡Hasta pronto!


Fotografía: Internet


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