El miedo a la muerte se conoce como tanatofobia cuando se
convierte en un temor irracional, persistente y que interfiere en la vida
diaria. Si bien un cierto malestar ante la muerte es normal, la tanatofobia
causa ansiedad, pensamientos obsesivos y puede llevar a evitar situaciones
relacionadas con ella, como salir de casa o hablar del tema.
Por qué tenemos miedo a morir; la razón real y científica de ese
temor: "Lo más temible es la muerte porque es el fin", decía
Aristóteles. Al sentir que todo se acaba, es natural que te sientas inquietud.
Dicen que necesitamos saber morir, para poder vivir. El mayor miedo es
el miedo a morir, perder el miedo a la muerte ocurre cuando se vive en la certeza
de que la eternidad nos pertenece, esto se logra por medio de una profunda fe,
que es a su vez la consecuencia de la conexión con Dios. "Eternidad no es un
largo tiempo, sino un lugar sin tiempo": decía San Agustín de Hipona. Es un presente
eterno.
La solución es dar prioridad al trabajo espiritual diario en nuestras vidas, para por medio de nuestra conexión con Dios, disipar el miedo a lo desconocido. La guía de los ciclos del alma, nos ayuda a crear la fortaleza espiritual, para enfrentar cualquier perdida terrenal, aceptando que es parte de nuestra experiencia natural y nos incluye a todos. No olvidemos que la humanidad es terrenal y espiritual. La vida terrena es la que conocemos y nos sentimos seguros; la espiritual pertenece a otro lugar que no conocemos y por eso, nuestros temores. Sabemos que hay un Dios creador y por medio de Jesús sabemos de su amor infinito, pero Dios quiere que seamos buenos para que nos salvemos, y es de ahí de donde nace nuestros temores, porque reconocemos que somos pecadores y creemos que Dios nos castiga por nuestros males y nos impone condenas eternas, este es el mayor motivo del miedo colectivo impuesto por nuestras creencias. Dios nos da gracia eterna, especialmente cuando vamos hacia un estado que no es un largo tiempo sino uno donde ya no existe el tiempo. En nuestra tradición de Oriente también creemos que todas las almas entran a un estado de eterno viaje hacia el Creador, no hay castigos, sino escuelas. Dios ante todo es Padre misericordioso.
Debemos estar preparados, no esperar lo peor, ni vivir
temiendo y pensando en la muerte constantemente, eso es obsesión y no te dejará
disfrutar de la vida. Debemos de ser conscientes de que la muerte es natural, como la vida misma. No hay que vivir con miedo, sino con la urgencia
de que nada podemos dejar para más tarde. No dejar nada por hacer, ni nada por
decir. Vivir en conciencia, en amor y en perdón, sabiendo que existe un Dios
que te protege, será la clave para vivir en paz y sin miedo a la muerte, así siempre estaremos listos y prevenidos para cuando nos llegue o les llegue el momento de graduarnos en la universidad terrenal que nos acredita el pase a lo espiritual.
Muchas veces lo que nos impide aceptar la separación de la pérdida, es el pensar que por alguna razón somos
responsables de la muerte de nuestro seres querido, o que no estuvimos presentes,
o que no hicimos lo suficiente para evitarlo, a veces esta creencia ocurre en el
subconsciente e interfiere en una sanación natural y no nos deja vivir en paz. No podemos
evitar la muerte de otra persona y tampoco podemos evitar que se salve cuando
a alguien no le toca la hora.
Se dice que los ángeles intervienen a la hora de la muerte, coordinando y preparándonos. Algunos seres queridos y amigos que han partido, son designados a recibir al que se va, por eso no es extraño que digan verlos, o que hablen con ellos. Al morir ocurre un momento sublime, las mismas puertas dimensionales del cielo se abren, y algunas personas tienen la sensibilidad de sentirlo por medio de luces, música o sensaciones.
Dijo el psiquiatra Irvin Yalom, en Mirando al Sol:
Superando el Terror de la Muerte: "La manera de valorar la vida, la manera
de sentir compasión por los demás, la manera de amar cualquier cosa con mayor
profundidad es ser conscientes de que estas experiencias están destinadas a
perderse".
Nuestra mortalidad y finitud nos recuerdan la urgencia de
vivir aquí y ahora, con pleno compromiso con la vida y con dedicación a quienes
nos rodean. Cuando la muerte venga por nosotros, que nos encuentre haciendo en bien entre los
vivos, para marcharnos en paz.
Fotografía: Internet

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