viernes, 29 de agosto de 2025

Personas especiales



Las personas buenas son personas especiales, son personas sinceras consigo mismas, que no intentan aparentar ni fingir, que no buscan ajustarse a un canon, rompiendo incluso con cualquier tipo de prototipo si este no encaja con lo que verdaderamente son.

Las personas especiales poseen el don de las buenas personas. Los expertos recomiendan rodearse siempre de buenas personas, ya que su comportamiento es contagioso, además de muy positivo para nuestra estabilidad emocional, en definitiva mejoran nuestra salud.

Las buenas personas no llevan pancartas ni acostumbran a hablar de sí mismos, están más pendiente de las necesidades ajenas; es su esencia, su forma de ver el mundo: dándolo todo por los demás. Todos conocemos a personas especiales de las que nos gusta rodearnos. Son personas que transmiten alegría, luz y que pueden actuar como guía para que nuestro tránsito por la vida sea mejor. Tienen muchas cualidades, por eso es bueno estar siempre cerca de ellas e imitarlas. El psicólogo José Martín del Pliego nos explique cuáles son sus rasgos y características y nos da consejos para ser mejores personas.

Los pequeños detalles edifican vidas enteras. Hay quien no lo percibe, hay quien no es capaz de ver el esfuerzo por parte de otras personas por hacerles la existencia más fácil, por aportar luz en esos días oscuros y por desenredar nudos donde solo hay madejas. Hay para quien las buenas personas pasan desapercibidas.

Ser buena persona no significa que tienes que dejarse pisotear por los demás. Suele decirse que son las buenas personas las que nos dan auténtica felicidad. Por su parte, aquellas más complicadas y con doble cara que acostumbran a traernos pesares, nos ofrecen experiencia. Lo creamos o no, ambas son partes indispensables de esta vida

¿Cuántas buenas personas custodias en tu vida? Pues, la casualidad quiso que formaran parte de tu día a día, y que te enriquecieran con sus palabras y esa sutil humildad que no sabe de egoísmos. Es más, también tú puedes ser una de esas personas acostumbradas “a dar luz a los demás”, de las que desean por encima de todo la felicidad de los suyos cuidando al extremo cada detalle, cada situación. Busca dibujar sonrisas en rostros familiares, y conocidos… No pidas nada a cambio, deja que sea parte de tu naturaleza y se convertirá en una forma de entender la vida.

Yo tengo la suerte de tener en mi vida a las dos personas más buenas del mundo, y que son las más importante de mi vida: mi madre y mi padre.  Los padres son siempre especiales y los míos fueron dos buenos cristianos, que con sus buenas enseñanza transmitieron valores a sus hijos. Por ser bondadosos, generosos y serviciales, fueron queridos por todos los que les conocieron. Tal día como hoy, pero hace 105 años, nació mi padre: destacó por ser buen hijo, buen hermano, buen esposo y buen padre. ¡Qué orgullo de padre!

Los grandes corazones se conocen en los pequeños detalles. En ocasiones la bondad humana nos deja sin palabras. No podemos más que emocionarnos con los actos de personas anónimas que sin llevar alas a su espalda, traen polvo de hadas en sus bolsillos para  llenar de felicidad nuestro camino…

Suele decirse que el mejor homenaje que se le puede hacer a las buenas personas es imitarlas. Ahora bien, podemos compartir la idea de que no todos pueden hacerlo, de que no todo el mundo sabe practicar la bondad humana. Así pues, la auténtica pregunta que nos viene al respecto sería… ¿Las buenas personas nacen o se hacen?

Desde la neurociencia hay muchas voces que defienden la tendencia innata del ser humano hacia la bondad. Sería algo arraigado a nuestra biología y que ensalza la psicología positiva. Entonces se podría afirmar que las buenas personas nacen; que hay algo innato en las personas que son nobles y en las que son innobles. 

También influye, las experiencias tempranas, los estilos de crianza, el contexto social y educativo y las experiencias posteriores, podrían hacer que esa tendencia natural sufra las consecuentes variaciones. El propio acto de dar, de ofrecer, de ayudar y atender, debería ser por sí mismo un acto capaz de ofrecer felicidad y equilibrio interior. Sin embargo, no son muchas las personas que llegan a adquirir esta capacidad.

El arte de la bondad como ejercicio de empatía. Las buenas personas ni siquiera son conscientes de la capacidad de empatizar que tienen con sus semejantes. Sienten los dolores del mundo y los internalizan como propios, de ahí, que busquen cada día conseguir ese equilibrio externo para sentirse bien con ellas mismas. La bondad de estas personas especiales es altruista y se ofrece a cambio de nada. Para ellas el tiempo no existe, sus prioridades quedan relegadas y no existen distancias y aún menos las exigencias o los reproches, porque son movidas por y desde el amor. 

En el don de la humildad es donde los detalles son importantes. Quien nace con corazón humilde sabe muy bien la grandeza que se esconde tras los detalles. Sabe que un gesto, que una caricia, que unas palabras de ánimo y ser el rostro que sabe acompañar, hace mucho más que cualquier bien material.

Las buenas personas también se pueden cansar de serlo. En efecto, si a lo largo de tu vida has practicado el maravilloso arte de abrir tu corazón a los demás, de preocuparte por hacer lo mejor cada día por quienes te rodean y ves que se aprovechan de ti y que no eres correspondida, es posible que en algún momento hayas llegado al límite. Y llegará, desde luego, porque, aunque las buenas personas no quieren recibir nada a cambio, sí debemos tener en cuenta su altruismo y considerar su dedicación para con nosotros. Quien no es reconocido no es valorado y quien no sabe valorar no merece ningún esfuerzo. 

En ocasiones, los demás pueden llegar a acostumbrarse a tus buenas acciones, las dan por sentadas y los ruegos se vuelven ya exigencias. Quien no encuentra valoración a sus esfuerzos sino abuso, acabará deshilachándose como una tela que no puede dar más de sí. Y no importará su fortaleza o su belleza, porque también las buenas personas pueden acabar rompiéndose, y con el tiempo se dan cuenta que solo la quisieron para aprovecharse de su generosidad. La gente desagradecida no vive en plenitud. 

Cuiden a las buenas personas que te rodean como tus bienes más preciados. Y ellas que se cuiden, y cuando vean que abusan de su buena fe, que no duden nunca en poner límites, porque por decir “no” o “basta”, no dejan de ser un alma noble y buena.


Fotografía: Internet


  

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