Viktor Frankl, filósofo y psiquiatra, sobre el
sentido de la vida: "Aquellos que tienen un ‘por qué’ para vivir,
pueden soportar casi cualquier ‘cómo’”.
Viktor Frankl, filósofo y psicoterapeuta, afirmó que incluso
en medio de las dificultades más extremas, la vida siempre tiene sentido. Para
Frankl, la búsqueda de significado es una necesidad humana fundamental, y esta
búsqueda puede llevar a encontrar un propósito que nos permita trascender el
sufrimiento.
¿Cómo puede alguien mantenerse en pie cuando todo a su
alrededor se derrumba? Pues, el psiquiatra austriaco Viktor Frankl, transformó
su experiencia en una propuesta que sigue inspirando a millones de personas en
todo el mundo.
¿Por qué estamos aquí? ¿Para qué sirve vivir cuando todo
duele? Estas preguntas, que han acompañado a la humanidad desde tiempos
remotos, encontraron una respuesta poderosa en Viktor Frankl, un psiquiatra y
filósofo austríaco que sobrevivió a Auschwitz y convirtió su dolor en una
revolución humanista. Su propuesta, la logoterapia, no solo es una corriente
psicoterapéutica, sino un manifiesto existencial para quienes se sienten
perdidos.
A diferencia de Freud, que apostó por el placer, o Adler, que
defendía la lucha por el poder como motores de la vida, Frankl proclamó que el
ser humano se mueve por la necesidad de encontrar un propósito. "La
voluntad de sentido", la llamó. Esta búsqueda no es un lujo reservado a
tiempos felices, sino una necesidad que se agudiza precisamente cuando la vida
se vuelve insoportable. En sus propias palabras, “el sentido es algo que
debemos descubrir a lo largo de nuestras vidas, eligiendo cómo responder a las
circunstancias que enfrentamos”.
Frankl desarrolló su filosofía no desde la comodidad de un
despacho, sino entre la muerte, el hambre y la humillación de los campos de
concentración nazis. Allí observó cómo quienes lograban dar sentido a su
sufrimiento sobrevivían con mayor entereza que quienes lo vivían como absurdo.
De esta experiencia extrajo tres vías esenciales para encontrar sentido en la
vida: la primera, a través del trabajo y la creación. No importa si se trata de
pintar, escribir, enseñar o construir. Lo importante es comprometerse con algo
más allá de uno mismo. Según Frankl, “al concentrarse en algo externo a uno
mismo, la persona se conecta con un propósito más grande”.
La segunda vía es el amor y las relaciones humanas. Para él,
el amor no era solo una emoción, sino un acto profundo de reconocimiento. Contó
cómo la imagen de su esposa le sostuvo durante la desesperación del cautiverio:
“el amor permite ver el potencial de los demás y de nosotros mismos”. Y la
tercera es el sufrimiento como vía de crecimiento. Una idea provocadora. Frankl
no romantizaba el dolor, pero defendía que, si este no puede evitarse, siempre
queda la libertad de elegir cómo enfrentarlo. “El sufrimiento puede ser una
oportunidad para alcanzar un nivel más alto de crecimiento personal”, defendía.
Para Frankl, el sentido no es universal ni fijo. Cambia con
el tiempo, depende de las circunstancias, pero siempre está ahí, esperando ser
hallado. Su mensaje resuena con fuerza en un mundo saturado de ruido, de
prisas, de exigencias externas: “Aunque la vida esté llena de dificultades,
siempre hay algo más grande por lo que vivir”.
Frankl lo dijo con claridad: la vida nunca es completamente
significativa de manera absoluta y predefinida. El sentido debe ser buscado
activamente. Su legado es una invitación a mirar hacia dentro, a redefinir
nuestras prioridades y a buscar, incluso en la oscuridad, esa chispa que nos
mantenga en pie. Porque a veces, lo único que necesitamos para seguir adelante…
es saber por qué hacerlo.
Está claro que, frente a las dificultades, saber gestionar
las emociones nos ayuda a sobrevivir. El resentimiento solo te hace daño a ti
misma. Aprender a ver lo mejor en los demás, nos explica Viktor Frankl, es lo
que realmente dota de sentido a nuestra existencia.
Dice una frase: “perdono, pero no olvido”. Qué gran error. Quien
mejor lo sabía era Viktor Frankl. Lo que él perdonó no fue una chiquillada, una
traición entre amigos o un malentendido. No. Frankl que fue superviviente de
Auschwitz, dijo: “No me olvido de ninguna buena acción que me hayan hecho, y
no guardo rencor por una mala”. La suya, es una lección de perdón y
propósito.
Una decisión valiente. Además de dejar atrás el rencor, lo
que Frankl nos propone es recordar lo bueno que hay en los demás. Una forma
poderosa de resistencia interna, esencial en tiempos crueles. No se trata de
idealizar al otro ni de negar las heridas propias. Es, sencillamente, cuestión
de mirar con generosidad.
Lo más asombroso no es que sobreviviera, que superase haber
perdido a sus padres, a su hermano y a su mujer en aquel lugar tan terrible y
aun así tuviese fuerzas para escribir y transmitir un mensaje a la humanidad.
Lo verdaderamente asombroso, es que Viktor Frankl perdonó. Entendió, como solo
pueden hacer las grandes mentes, que aferrarse al rencor solo lo mantenía
prisionero de un dolor que no podía cambiar.
La postura de Frankl no solo es efectiva desde el punto de
vista psicológico (era, al fin y al cabo, un excelente psiquiatra), sino que
también tiene un punto profundo y trascendental. Una vez dijo, “al ser
humano se le puede arrebatar todo, salvo una cosa. La libertad de elegir su
actitud ante cualquier circunstancia de la vida”. Y es cierto.
“Nuestro cerebro es el simulador más sofisticado que se haya
inventado jamás”, explicaba el gran profesor de Harvard, Tal Ben-Shahar, en una
entrevista. Lo que recordamos, al igual que lo que imaginamos, moldea nuestra
realidad. La frase de Frankl, por tanto, no es solo una declaración moral. Es
una poderosa estrategia psicológica.
La ciencia confirma su intuición. La psicóloga Emily Esfahani
Smith, en su libro The Power of Meaning, ha demostrado que las personas que
encuentran sentido en sus experiencias, incluso en las más duras, son más
resilientes, tienen relaciones más profundas y viven con mayor bienestar
emocional. El rencor te envenena. El perdón te salva.
Esa libertad es nuestra última frontera. Elegir ver lo bueno,
aunque lo malo exista. Elegir no odiar, aunque duela. Elegir recordar con
gratitud, aunque tengamos heridas. En eso, precisamente, se encuentra escondido
el sentido de la vida.
Fotografía: Internet

No hay comentarios :
Publicar un comentario