La Iglesia católica celebra la fiesta de la Asunción el 15 de
agosto. La Virgen María fue asunta al cielo en cuerpo y alma, un dogma de la
Iglesia católica conocido como la Asunción de María. Se entiende que María, al
final de su vida terrenal, fue llevada a la gloria celestial no solo en
espíritu, sino también con su cuerpo físico.
La Asunción es un dogma de fe, lo que significa que es una
verdad revelada por Dios y propuesta por la Iglesia para ser creída por todos
los fieles. Este dogma fue definido solemnemente por el Papa Pío XII en 1950,
pero la creencia en la Asunción de María existe desde los primeros siglos del
cristianismo.
La Asunción se diferencia de la Ascensión de Jesús, donde
Jesús asciende al cielo por su propia virtud, mientras que María es asunta, es
decir, llevada al cielo por la gracia de Dios. El término "Asunción" significa
"ser elevada" o "ser llevada al cielo", según la Iglesia
católica.
¿Qué significado podemos extraer de la Asunción? La Asunción de María es un modelo y una esperanza para todos los cristianos, ya que muestra el destino glorioso que nos espera si seguimos a Cristo. María, al ser asunta al cielo, es considerada la reina del cielo y la madre espiritual de todos los creyentes. La Asunción también destaca la grandeza de María, quien fue preservada del pecado original y elegida por Dios para ser la madre de su Hijo.
La solemnidad de María Asunta al Cielo, debe llevarnos a los
cristianos a la reflexión, para meditar sobre la lecturas de este solemne día, (Ap 12,1-18).
El capítulo se abre con, «Y apareció en el cielo “un gran signo”»: este signo indica un mensaje por descifrar y se manifiesta en el cielo, por lo tanto, se trata de un mensaje que no pertenece al mundo terrenal, sino al mundo de Dios y como tal es decisivo.
Es “una mujer revestida del sol”: ¿cuál es el significado de
esta imagen? Esta representa al mismo tiempo la Virgen María y la Iglesia. La
mujer revestida del sol representa el esplendor y la luz de Dios y expresa una
condición que se refiere en toda su magnitud al Ser de María: Ella es la toda “llena de
gracia”, colmada del amor y de la luz que es Dios.
Esta mujer tiene “la luna bajo sus pies”, la luna evoca el
tiempo del hombre, los días y las estaciones, la luna está bajo sus pies, esto
representa que ella tiene dominio sobre esa, o sea, ella supera los acontecimientos
del hombre. La luna indica también la muerte y la mortalidad. El hecho que esté
bajo sus pies significa que María “está plenamente unida a Jesucristo su Hijo,
en la Victoria sobre el pecado y la muerte; es libre de cualquier sombra de
muerte y totalmente llena de vida. Como la muerte no tiene ningún poder sobre
Jesús resucitado (Cf. Rm 6,9), así, por una gracia y por un privilegio singular
de Dios Omnipotente, María la sobrepasó, la superó. Y esto se manifiesta en los
dos grandes misterios de su existencia: al inicio, haber sido concebida sin
pecado original… y al final, haber sido asunta en cuerpo y alma al Cielo, a la
Gloria de Dios. Pero también, toda su vida terrenal ha sido una victoria sobre
la muerte, porque se ofreció por entero al servicio de Dios, en la oblación de
sí misma a Dios y al prójimo. Por esto María, es en sí misma es un himno a la
vida: es la creatura en la cual se ha realizado la palabra de Cristo: “Yo he
venido para que tengan Vida, y la tengan en abundancia” (Jn. 10,10).
Hay otro detalle importante: María tiene “en la cabeza una
corona” (Ap 12,1), símbolo de su realeza; y la corona está formada por doce
estrellas, aquí es clara la referencia a las doce tribus de Israel y a los doce
apóstoles. Ella es la madre y la reina del pueblo del Antiguo y del Nuevo
Testamento, que juntos, forman el pueblo de Dios. De este modo la mujer
revestida del sol se convierte también, en símbolo de la Iglesia, la comunidad
cristiana de todos los tiempos. Ella “lleva en su seno a Cristo y lo debe traer
al mundo”: este es el trabajo de la Iglesia peregrina sobre la tierra, que en
medio a las consolaciones de Dios y a las persecuciones del mundo debe llevar a
Jesús a todos los hombres”. – “El Hijo varón que debía regir a todas las
naciones” (12,5) – en vano porque Jesús – a través de su muerte y resurrección,
subió al Cielo y está sentado a la derecha en el trono de Dios”. Por este
motivo el dragón dirige sus ataques en contra de la mujer, la Iglesia. Sin
embargo, “en todas las épocas, la Iglesia ha sido sostenida por la luz y la
fuerza de Dios, que nutre en el desierto con el pan de su Palabra y de la Santa
Eucaristía. Y así, en cada tribulación, a través de todas las pruebas que
encuentra en el curso del tiempo y las diferentes partes del mundo, la Iglesia
sufre persecuciones, pero siempre sale vencedora”.
El tiempo de la persecución y de la tribulación, es un tiempo
limitado, de hecho, la mujer está en el desierto “por un tiempo, dos tiempos y
la mitad de un tiempo” (Ap 12,14). El significado muy confortable es que no
debemos temer nada, porque el Señor está siempre con nosotros y no permite que
seamos tentados más allá de nuestras fuerzas.
El destino que nos espera es la Resurrección, el mismo destino
de Jesús y María, que en el Cielo nos esperan y que nos han preparado un lugar
desde la eternidad.
«Todas las generaciones me llamarán bienaventurada porque el
Señor ha hecho obras grandes en mí». (Lc 1, 48-49).
«La Santísima Virgen María, cumplido el curso de su vida
terrena, fue llevada en cuerpo y alma a la gloria del cielo, en donde ella
participa ya en la gloria de la resurrección de su Hijo, anticipando la
resurrección de todos los miembros de su Cuerpo». (CIC, 974).
Fotografía: Internet
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