sábado, 5 de octubre de 2024

La madurez va más allá de la edad


 

Podemos decir que una persona madura es aquella abierta al mundo y a los otros, que vive en una sana tensión hacia la realización de valores y a la "consumación" (frente a adaptación) de su vida, es decir a la realización de aquello que sólo él como ser individual y único está llamado a realizar. En el camino de la vida, el desarrollo personal y emocional es fundamental para alcanzar un estado de bienestar y plenitud.

A menudo, se tiende a asociar la madurez con la edad cronológica, pero en realidad, la madurez va más allá de los años vividos. Hay señales que pueden ser indicativas de un nivel superior de madurez emocional y psicológica.

Mario Alonso Puig, médico y conferenciante español reconocido internacionalmente por su trabajo en el campo del liderazgo, la motivación, la creatividad y el desarrollo personal, nos brinda una perspectiva fascinante sobre las señales que indican que somos más maduros de lo que podríamos pensar. Estas señales no solo reflejan una mayor comprensión de uno mismo, sino también una actitud positiva hacia la vida y las relaciones interpersonales.

Estos puntos de Mario Puig están centrados en el autoconocimiento y el crecimiento personal, donde se valora la capacidad de reconocer y comprender las propias emociones, pensamientos y comportamientos. Esta madurez implica un compromiso activo con el desarrollo personal, buscando constantemente aprender de las experiencias vividas y mejorar como individuo. Además, estos puntos sugieren una profunda conexión con los valores personales y una firme determinación para vivir de acuerdo con ellos, lo que contribuye a una mayor coherencia y autenticidad en la forma de interactuar con el mundo y con los demás. 

La madurez nos viene dada cuando estamos capacitados para saber gestionar y canalizar las emociones en todo momento. No es fácil, pero se puede, si se quiere, porque nos evita muchos conflictos y problemas, por eso es muy importancia rodearse de personas con mentalidades afines y positivas.

La vida es aprendizaje y el conocimiento es fundamental, para saber actuar y tomar decisiones sin esperar a que todas las condiciones sean perfectas, reconociendo que la acción es fundamental para el progreso personal. El autocuidado es fundamental para mantener un equilibrio saludable entre el cuerpo, la mente y el espíritu.

Por lo general se piensa que la madurez personal lleva parejo la madurez emocional, pero al parecer no es así... La madurez se asocia, generalmente, a la edad cronológica y a los años de experiencia en la vida. Sin embargo, cuando se trata de madurez emocional, la edad puede tener poco que ver en esto. Se trata de saber gestionar emociones y comportamientos, lo que es lo mismo; un compromiso consciente de atender nuestras necesidades físicas, emocionales y psicológicas, con el fin de promover el bienestar integral y relaciones sanas.

Madurar significa entender que ha llegado ese punto de la vida en el que comprendes que no puede haber un amor más poderoso que el amor propio. Tener madurez emocional significa que has aprendido a aceptar lo que viene y a fluir ante la vida y así lo manifiestas en tus actuaciones.

Como es obvio, la madurez emocional no surge de la nada, sino que requiere de trabajo, de esfuerzo, de voluntad y de ganas de mirar en nuestro interior. Porque no solo es tener la cabeza amueblada, sino también el corazón.

Madurez es lo que alcanzo cuando ya no tengo necesidad de juzgar ni culpar a nada ni a nadie de lo que me sucede. Anthony de Mello.

Las personas emocionalmente maduras saben que la vida es mucho mejor si se vive en la verdad y en libertad. Si tú brillas, siempre habrá alguien que te quiera apagar. Las malas hierbas crecen con rapidez. Por ende, si no limpiamos nuestra senda, no podremos ver lo que hay a continuación. 

La madurez emocional ayuda a alcanzar una conciencia especial de los pensamientos y los sentimientos propios y ajenos, por eso es importante saber como piensas y como sientes. Madurar es cuidar lo que dices, respetar lo que escuchas y meditar lo que callas. La claridad mental de las personas maduras contrasta con la pereza y el caos constante de las personas que no han alcanzado este punto de madurez. Por ello, la madurez mental ayuda a resolver problemas de la vida cotidiana de manera eficaz, lo contrario, es dificultar las relaciones y crear conflictos constantes.

Dejar de quejarse es la mejor manera de encender el cambio. Las personas maduras lo saben muy bien: o cambias o aceptas. La queja puede meternos en laberintos oscuros que no tienen salida. Somos lo que pensamos y eso las personas con madurez emocional lo han experimentado. Si actúas más y te quejas menos, significa que estás creciendo emocionalmente.

Empatizar, sí, pero sin sentirse abrumado por las emociones ajenas. Las personas maduras emocionalmente son capaces de gobernar y manejar sus emociones y las que les contagian. Eligen lo que quieren conservar y lo que no, lo que les ayuda a ser muy eficientes en la labor de escucha. Además, consiguen que en sus relaciones haya un equilibrio entre dar y recibir, lo que les da la oportunidad de vivenciar intercambios mucho más satisfactorios.

No nacemos enseñados, aprendemos mientras hacemos el camino, pero sí hay que  responsabilizarse y asumir los errores. Muchas veces el error es fruto del desconocimiento, por tanto, los errores son una buena manera de aprender. Es decir, fallar nos permite saber cuál es el camino que no debemos seguir. Por eso, los errores son bienvenidos en las vidas de las personas emocionalmente maduras. Ellas no se castigan por tener limitaciones, aceptan y trabajan para mejorar. En la vida no todo es color de rosa y no siempre las cosas nos salen bien, y cada golpe puede ser una buena oportunidad para crecer y aprender. Aprender es abrirse de manera emocional. 

Hay que saber aceptar y no culpabilizar a nadie de tus propias actuaciones, porque las corazas para ocultarte te dificultan un viaje placentero. Por eso, es muy importante la sinceridad, para dejar de temer al compromiso y a la responsabilidad, confiando en uno mismo y en los demás de manera cordial. La madurez es saber afrontar las consecuencias de nuestras acciones, solo así, se vive libre sin las ataduras de los enredos embusteros.

Como vemos, la madurez emocional permite tomar las riendas de nuestra vida, para tener una visión propia del mundo y una gran capacidad de fijar un horizonte posible y apacible. Madurar, constituye todo un proceso de crecimiento personal, en el que la persona se hace más responsable de sus emociones y de sus actuaciones.

Al desarrollar la madurez emocional, la vida se convierte en un placer y no en una tarea; es un puente que conduce hacia el bienestar interior y exterior. Recuerda: si tú estás bien, todo irá bien.

El autoconocimiento es el primer paso hacia la madurez. Jane Austen.


Fotografía: Internet


 

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