El niño interior que habita dentro de ti. Todos llevamos
dentro un niño pequeño. Me refiero a ese niño que es sinónimo de alegría,
creatividad e imaginación, pero también de miedos, angustias y desconcierto, al
que en psicología se denomina "el niño interior". Este niño, con sus
luces y sombras, se refleja en muchos de nuestros actos cotidianos y en las
decisiones que tomamos.
Nuestro niño interior es una parte antigua de nosotros mismos
que aparece en forma de emociones, pensamientos y sentimientos ante
determinadas circunstancias que lo activan. El concepto del niño interior se
refiere a una parte de nuestra psique que representa nuestra esencia más pura y
auténtica. Es la parte de nosotros mismos que guarda recuerdos, emociones y
experiencias de nuestra infancia.
El niño interior está compuesto por la combinación de
nuestras necesidades emocionales, deseos, creatividad y curiosidad. Cuando
éramos niños, teníamos una visión del mundo inocente y espontánea.
Experimentábamos emociones con intensidad, éramos imaginativos y nos
permitíamos disfrutar de las pequeñas cosas sin preocupaciones. Sin embargo, a
medida que crecemos, esta conexión con nuestro niño interior puede debilitarse
debido a la carga genética que va aflorando, a las demandas de la vida adulta, a las expectativas sociales y a las
experiencias negativas que hemos vivido.
Todos tenemos un niño interior. Si, tú también lo tienes,
solo que quizás, no seas muy consciente de ello. Esta entidad simbólica, que
reside en el subconsciente de cada individuo, representa las experiencias
tempranas, emociones y recuerdos que uno ha acumulado durante la niñez. El niño
interior puede guardar tanto recuerdos felices como traumáticos y dolorosos, y
su estado influye en cómo los adultos experimentan el mundo y reaccionan ante
él.
Con el paso del tiempo, este niño se va escondiendo en lo más
profundo de nuestro ser, pero sale a la luz en determinadas circunstancias, como,
por ejemplo, cuando necesitamos enfrentar un proyecto que demanda mucha
imaginación o cuando revivimos un miedo que, como adultos, no debería
atemorizarnos. La mayoría de las personas no se percatan de la existencia de
este niño interior, pero lo cierto es que en ocasiones es él quien determina
cómo respondemos ante determinadas circunstancias.
El niño interior debería servirnos para despertar la ilusión,
la creatividad, la espontaneidad y la alegría. Cuando nos hace revivir antiguos
miedos y nos incita a comportarnos de manera irascible, se convierte en un
problema que debemos solucionar.
Para Stephen A. Diamond la cuestión radica en la conciencia.
Todos fuimos niños alguna vez y todavía tenemos a ese niño habitando dentro de
nosotros, afirma, pero la mayoría de los adultos ya no son conscientes de ello.
Esta falta de relación consciente con nuestro propio niño interior es
precisamente el origen de muchas dificultades emocionales, de comportamiento y
de relaciones.
¿No te ha pasado que has tenido un enfado con alguien y al
rato tu niño interior quiere hacer las paces, pero la testarudez del adulto se
niega, y el niño interior se desilusiona y se retrae y sufre?
Los adultos que tienen a su niño interior saludable no se reprimen. Si dejáramos que la inocencia del niño interior se expresara, nuestras emociones estuvieran más sanas y seguramente, sufriríamos menos, porque a veces, por orgullo, nos negamos a nosotros mismos la felicidad.
Lo cierto es que no hay nada más saludable que dejar que tu
niño interior sea espontáneo. No lo reprimas, la edad adulta también necesita
de vez en cuando mostrar la inocente alegría del niño que fuimos.
Los hombres no dejan de jugar porque envejecen;
envejecen porque dejan de jugar. Oliver Wendell Holmes Jr.
Fotografía: Internet
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