“Cuando caminamos sin la cruz, cuando edificamos sin la cruz
y cuando confesamos un Cristo sin cruz, no somos discípulos del Señor”. Papa Francisco.
Por estos días, el sufrimiento está latente en el mundo,
existe un sufrir desde lo espiritual y desde lo físico. En una cultura donde
prevalece el gozar y disfrutar de las cosas, y donde la felicidad se ha vuelto
comercial, Jesús nos invita a frenar en el correr de la vida y a recordar su
Pasión- Muerte y Resurrección.
Tal como señaló el Papa Francisco, no somos discípulos si no
caminamos, edificamos y confesamos un Cristo en la cruz. El signo de la cruz
nos recuerda que en el madero la forma vertical representa la divinidad de
Jesús y la forma horizontal representa su humanidad. Los primeros cristianos
profesaron a este Cristo Divino y Humano, este Cristo que aceptó padecer para
entender la aflicción de su pueblo, para hacerse uno entre todos.
Aceptar la cruz. Hoy Jesús no se queda lejos del sufrimiento que padecen
tantas personas a causa de las enfermedades, las indiferencias y los desprecios,
hoy con más fuerza nos invita a caminar junto a él, nos exhorta a hacer este Vía
Crucis del dolor, para que juntos se pueda gritar y abrazar como en los
primeros siglos, para anunciar que después de la muerte viene la resurrección,
que después del dolor viene la alegría pascual.
“Un gran silencio reina hoy en la tierra; un gran silencio y
una gran soledad. Un gran silencio porque el Rey duerme. La tierra ha temblado y
se ha calmado porque Dios se ha dormido en la carne”.
Oh, María, madre de Jesucristo y madre Nuestra, Tú que estas
junto a nuestras cruces como permaneciste junto a la de Jesús, sostén nuestra
fe, para que, aunque estemos inmersos de dolor, mantengamos la mirada fija en
el rostro de Cristo en quien, durante el sufrimiento extremo de la cruz se
manifestó el amor inmenso de Dios.
Madre de nuestra esperanza, danos tus ojos para ver más allá
del sufrimiento y de la muerte, la luz de la resurrección. Danos un corazón
sensible para seguir amando y sirviendo también en medio de las pruebas. Oh,
María Madre, que sufres en soledad los dolores de ver a tu Hijo con su cuerpo
lacerado, llevando una corona de espinas y clavado en una cruz con fuerte clavos, ruega por nosotros para que cuando
el dolor nos visite logremos decir: "Hágase tu voluntad".
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