“El amor
verdadero es como el viento: no se ve, pero se siente".
El amor posible y real está íntimamente emparentado con lo que en el lenguaje cotidiano podríamos enunciar como “querer mucho a alguien”, y que simplificado se puede definir como la sencilla y comprometida manifestación del “más puro interés que alguien es capaz de sentir por otra persona”. Y que quede claro que digo “sencilla” no para restarle importancia, sino para darle solemnidad y para que todos podamos entender la magia y presencia de este sentimiento en la vida de toda persona.
La persona que se ocupa de ti, la que se alegra con tus logros, la que respeta tus elecciones, sin lugar a dudas, esa persona te quiere de verdad. Dicho de otra manera: la persona que se ocupa de ti y siente que le importas, la que se alegra con tus éxitos y te acompaña en un momento difícil, la que respeta tus tiempos y tus elecciones está claro que te quiere, aunque algún momento no te elija para compartir algunos de sus proyectos.
El amor verdadero no es absorbente. Los espacios y tiempos personales de cada uno de los miembros de una pareja son una parte fundamental de la estructura de un vínculo sano. La pareja se alimenta de la diversidad y para que esta exista, deben estar definidos los distintos espacios, intereses y tiempos. Debemos hacer saber a nuestra pareja que no dejamos de amarla ni de prestarle atención o tenerla en cuenta a pesar de que nos agrade tener espacios de soledad. Porque los espacios personales no son, ni deben ser, una amenaza para el otro.
El amor auténtico no tiene límites. Claro que esta definición de los límites del amor, solo puede conformar a los que sabemos que necesitamos de los otros, de su presencia y de su ayuda, pero jamás los responsabilizamos de nuestras vidas, de nuestros éxitos ni de nuestros estados anímicos. Y por supuesto, esta mirada nunca será suficiente para aquellos que prefieren concederles a otros el poder de hacerles enojar, de hacerles llorar o de hacerles felices, porque no quieren aceptar que son los responsables de sus vidas.
"Si
yo no me amo a mí mismo, no puedo amar a los demás".
Solo se
puede amar en libertad; esa libertad que deja espacios individuales. Libertad no es libertinaje, eso que degrada y humilla. La libertad de la no tiranía y sometimiento; libertad de compartir particularidades por separado. Es verdad que no somos autosuficientes, pero en nuestro
compromiso hay que saber amar adultamente, comprender la diferencia entre pedir y
exigir, aceptar que el otro puede no tener o no querer darnos lo que hoy
necesitamos, y aprender la diferencia que existe entre renunciar y
sacrificarse. Libertad es alegrarse de compartir la vida y amar las cualidades del otro.
Todos los filósofos, pensadores y terapeutas de la historia han creado su propia definición del amor. Hasta yo, sin ser nada de eso, tengo la mía. “El amor es la sincera decisión y la consecuente acción de crear un espacio de libertad para la persona amada. Un espacio no condicionado como para que ella pueda elegir lo que desee, aun cuando su decisión no sea la que más me favorezca, aun cuando su elección no me incluya”.
Se ajuste
o no esta definición a la forma de relacionarse de cada persona,
lo cierto es que conseguir no depender de los demás es, sin lugar a dudas, uno de
los grandes desafíos de los que pretenden ser felices; de los que sabemos que no declararse
pendiente de la mirada del otro, porque se admiran, se respetan y se valoran, y se ayudan uno al otro a crecer y mejorar sus potenciales. Hay diferentes maneras de mostrar el amar, y estas
maneras de manifestar lo que siento, dependerá más de quién soy que de cuánto
quiero.
"En
el amor lo ideal no existe. Existe lo real". Fina Sanz.
Hay amores buenos y sanos, que son los que sienten aquéllos de corazones buenos y
sanos. Y habrá también amores enfermizos, el de los incapaces, el de los
manipuladores, el de los posesivos, el de los dependientes, el de los que nunca
se dieron cuenta de que el mayor valor de que alguien esté aparece cuando uno
se da cuenta de que podría elegir haberse ido.
Quizá se
podría sintetizar, que los que han aprendido a amar no
dependen de la persona amada, pero tampoco permiten que ella dependa de ellos,
porque saben que, de cualquiera de los dos lados de la cadena, el esclavo y el
amo son víctimas de la esclavitud y la rechazan de plano. Los que saben y
sienten el amor verdadero se entregan sin poner límites;
y pretenden ser amados de la misma manera.
El amor
verdadero no es jactancioso, ni envidioso, el amor es paciente, lo tolera todo.
El amor nada espera y todo entrega, el amor no mide ni tiene medida. El amor
todo lo perdona. Por eso Dios es Amor.
Fotografía: Internet
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