sábado, 7 de mayo de 2022

Ángel - demonio


 

Ángel - demonio: los caminos del bien y del mal, entre ser buenos o malos. Ángeles y demonios antes las dudas; esos seres ficticios de las series animadas son más reales de lo que creemos.

Fernando Savater —filósofo especializado en ética— afirma que, el bien es todo lo que está de acuerdo con lo que somos y lo que conviene al ser humano, y el mal es lo contrario: lo que significa la negación de lo que somos y lo que no nos conviene como seres humanos.

Cuántas veces vemos en la pantalla demonios y ángeles apareciendo de repente sobre el hombro de cualquier personaje animado que se encuentra ante un dilema para el que tiene que decidir si actuar bien o mal, o no tan bien, o simplemente según la consideración humana establecida sobre lo que está bien y lo que está mal. Muchas veces no tomamos la mejor decisión a pesar de saber qué es lo más adecuado, y puede ser difícil juzgar si se ha tomado una decisión buena o mala basándose sólo en el resultado.

Nietzsche escribió, aquello que se hace por amor esta más allá del bien y del mal, y tomó está frase para exponer los conceptos Bien y Mal tan presentes en la vida cotidiana, "todo se refuta entre lo que está bien y lo que está mal, creando una confusión en el interior, porque aquello que está bien para unos está mal para otros, y entonces estos conceptos se convierten en el desencuentro de la justicia, la cual a partir de esta percepción se revela tiránica y el mundo se reduce en dos posturas reducidas a concepto de moral más no de ética".

El bien y el mal desde la moral marcan lo que debe hacerse sin dar una explicación lógica del porqué, el bien y el mal desde la ética no tienen un significado de separación sino de unión que hace consciente al ser humano de sus actos y de sus responsabilidades. Si adán y Eva hubiesen aceptado su responsabilidad ante su equivocación Dios los hubiese perdonado, pero al culparse uno al otro mostraron la incapacidad de hacerse responsables de su libertad, por ello, les costará más trabajo caminar, porque la humanidad no se acompaña con libertad sino para obtener beneficios y evadir sus actos.

El bien y el mal alejan al ser humano de su semejantes al convertirse en conceptos abstractos, ¿qué es el bien, qué es mal?, y en estos cuestionamientos el ser humano se diluye, se culpa, se distrae, trata de entender y desde ahí se conoce a sí mismo, al otro y a Dios, se divide, y tergiversa, camina con miedo porque todo lo que haga sólo tendrá un resultado, se comporte como quiera su caminar se irá hacia un camino bueno o hacia uno malo, entonces el ser humano no tiene muchas opciones de vida, todo lo que haga será para bien y/o para mal, pero, ¿esto realmente debe ser así?

En la sabiduría antigua el ser humano es un ser infinito, un ser eterno creado de la unidad que se une con la dualidad, por ello en el libro del Génesis está escrito, Dios creó el cielo y la tierra, marcando lo divino y lo humano, e hizo el firmamento e hizo las aguas del cielo, hizo las estrellas e hizo los continentes, hizo las aves del cielo y los animales terrestres, si ponemos atención se percibe que un elemento corresponde al cielo y otro a la tierra, así hasta llegar a la creación del ser humano, donde toma la tierra para crearlo y el aliento como soplo de vida, un aire, que corresponde al cielo, esto nos muestra que el ser humano fue creado de lo celeste y lo terrenal, que todo en él lleva en sí misma está dualidad que lo hace único.

Fernando Sabater —filósofo especializado en ética— dice que, "el bien y el mal son conceptos o nociones relativos al sentido, al valor, a las consecuencias de la actuación humana, y también son entendidos como lo que afirma —el bien— o lo que niega —el mal—ciertas exigencias o valoraciones. Así entendidos ambos, el bien es lo que se ajusta a lo exigido o satisface valoraciones como la verdad, la justicia, el orden, la armonía, el equilibrio, la paz o la libertad, o todo lo que favorece el bienestar, ya sea en el ámbito individual o comunitario. El mal, por su parte, es todo lo contrario a lo anterior y el bien es todo lo que está de acuerdo con lo que somos y lo que conviene al ser humano, y el mal es lo contrario: lo que significa la negación de lo que somos y lo que no nos conviene como seres humanos".

Al hablar sobre el bien y el mal, tres aspectos importantes llaman nuestra atención: primero, al calificar algo como bueno o malo lo hacemos desde nuestra propia conciencia personal, y lo hacemos —actuando como jueces veritativos— aún desde que somos niños; segundo, los integrantes de un grupo o comunidad humana —generalmente—llegamos con relativa facilidad a un punto de acuerdo o coincidencia acerca de lo que es bueno o malo con respecto a algo que conocemos o nos afecta a todos, y rara vez sucede lo contrario; y tercero, el mal relacionado de manera específica con una valoración ética o estética —como amor, orden, justicia, armonía, equilibrio, bienestar, paz o libertad— no se define o describe en función de sí mismo sino que se hace —directa o indirectamente— por ser lo opuesto a algo otro que constituye la valoración positiva; por ejemplo: el desorden es la carencia de orden, el odio es lo opuesto al amor; el malestar es la ciencia o lo opuesto al bienestar.

Un intento de teorizar sobre el bien y el mal —entre otras opciones metodológicas—consiste en un esquema representado por un continuo con dos polos o extremos, en cada uno de los cuales existe un concepto límite (relativo a lo bueno o a lo malo). En este continuo, toda acción humana se ubica en un punto, más cercano al bien o más cercano al mal. Ejemplos de polos: amor/odio; orden/desorden; paz/guerra; equilibrio/desequilibrio.

Ahora bien, nos damos cuenta que además de las especificidades de significación de cada uno de estos pares dicotómicos —amor/odio, orden/desorden—, cada elemento del par nos impacta en un sentido o en otro sentido opuesto. El cómo nos impacta se traduce en el valor, no sólo del concepto, sino de su concreción en nuestra vida, lo cual nos lleva a preferir el orden sobre el desorden, el amor sobre el odio. Esto parece sugerirnos la noción de “supra orden subyacente” o de “estructura superior invisible” del universo, “orientada con un sentido positivo”. Esta noción es reforzada por nuestra (¿innata?) capacidad valorativa, presente en todas las culturas, vinculada con las nociones positivas mencionadas, por lo cual no resulta nada difícil lograr consenso o conseguir el respaldo de la gente en cuanto a favorecer condiciones asociadas a los conceptos de orden, equilibrio, justicia y amor, a menos que algunos se sitúen —febrilmente o a ciegas— en posiciones fundamentalistas, que pongan lo doctrinario o ideológico por encima del bien común.

Entre los animales no es pertinente hablar del bien y del mal, sino sólo de lo adecuado y lo inadecuado, lo que les conviene y lo que no les conviene, pues ellos están programados genéticamente para hacer lo que corresponde a su especie, y así lo hacen, dentro de lo programado. Además, los conceptos bien y mal surgen de nuestra conciencia, y los animales no tienen conciencia de sí mismos ni conciencia valorativa más allá de lo meramente objetivo (valorar la comida, por ejemplo). Por otra parte, los humanos podemos actuar —y de hecho actuamos— en un sentido o en otro, hacia lo bueno o lo malo, hacia lo que conviene o lo que no conviene, aún en contra del criterio de conservación de la vida o de lo simplemente biológico. O sea, los humanos hacemos el bien o el mal según nuestra elección, preferencia o capricho, es lo que se ha llamado libre albedrío. Los animales han demostrado moverse o reaccionar según preferencias —aunque sólo de carácter fisiológico— cuando hay a la vista opciones para escoger, tales como estar expuestos al sol o buscar la sombra, o comer ciertas cosas en lugar de otras.

Esta separación del Bien y del Mal ha provocado una falta de responsabilidad ética y ha creado un caminar moral invadido de juicios y críticas, de posturas e ideologías que se quedan en lo subjetivo y que no ayudan en lo absoluto al mejoramiento del mundo y sobre todo, no fundamenta la paz, pero si se retornará a la conciencia primigenia se sabría que desde la ética objetiva con la cual el ser humano fue creado, hacer daño y asesinar está mal, pero, como se percibe desde la moral, estos actos están bien porque se tiene una causa.

El Bien y el Mal desde la ética de la sabiduría de la creación no deben separarse y deben de ser objetivos no subjetivos porque se pierde el valor humano, separar estos conceptos conlleva fragmentar al ser humano, volverlo interesado e individualista porque todo tiene algo de bueno y de malo desvaneciendo la responsabilidad. El Bien y el Mal existen en la libertad y ésta en la ética de cada ser humano.

Las valoraciones éticas nos sirven de guía para evitar que nos abrumen, nos derrumben o nos aniquilen los resultados de acciones contrarias a lo que somos y a lo que nos conviene por ser lo que somos. Y hacer el bien o hacer el mal tiene no sólo una significación diferenciada en términos de valor sino también sus propias implicaciones. No es algo neutral el hacer el bien o hacer el mal, o el proceder de una manera o de otra contraria a valoraciones y expectativas. Ciertamente, las valoraciones —y con ellas las expectativas—cambian culturalmente y han cambiado con los siglos, pero los criterios acerca de lo que somos, cómo somos y cómo nos conviene ser y vivir, siguen siendo las luces que guían nuestra razón en la dilucidación entre lo bueno y lo malo.

Las personas somos conscientes del bien y del mal y por eso actuamos a conciencia:  puede haber alguna excepción, pero tanto cuando hacemos el bien o el mal sabemos qué estamos haciendo...


Fotografía: Internet 


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