domingo, 1 de mayo de 2022

Amor infinito...


 

“Ningún idioma puede expresar el poder, belleza y heroísmo del amor de una madre”. Edwin Chapin.

La maternidad no significa sonreír siempre, sino también llorar a mares. Requiere muchas noches de insomnio fundiendo a la almohada en un asfixiante abrazo. Significa un sinfín de preocupaciones; horas de correr tras sus hijos; días, meses y años inventando cientos de maneras para que coman, jueguen y duerman; aguantan las peleas de hermanos y tolera con toda la paciencia del mundo los avatares y la infinidad de incertidumbres que presenta la vida.

Ser madre significa nunca más estar sola en el pensamiento, pues una madre siempre piensa doble: por sus hijos y por ella. Una madre se siente tremendamente afortunada porque sabe que sus hijos son el mayor tesoro que podría tener.

Una madre no puede vivir por sus hijos, pero sí procura compartir lo máximo con ellos. Por eso una madre intenta cada día coser unas alas enormes y ligeras que permitan a sus hijos volar alto, pero sin que pierdan las perspectivas…

El amor de una madre es eterno e infinito… Mi madre lo fue y lo es todo para mí. Todo lo que viví estando a su lado sigue vivo y latente. No cabe duda: mi madre es y será por siempre mi mejor ejemplo, mi fuerza y mi guía. Desde muy pequeña ella se convirtió en mi modelo a seguir. Crecí aprendiéndolo todo de ella y sintiéndome orgullosa de ella. Éramos confidentes y existía mucho cariño y una mutua admiración.

No todos los hijos son esponja que absorben las enseñanzas de sus padres. Una madre como madre sabe que con sus enseñanzas y ejemplo sus hijos aprenden, pero como todos los hijos no son iguales, unos ponen en práctica lo aprendido y otros no. Aunque las buenas lecciones de una madre nunca se olvidan, ella nos transmiten los mensajes y como buena artesana nos va moldeando para construir personas de bien. Tenía un sinfín de valores en los cuales me educó, para llegado el mañana me encontrará bien parada como persona. Y todo lo aprendido ha sido gracias a ella y a su destacable esfuerzo. ¡Gracias mamá por brindarme tanto en esta vida!

Mi madre es el mejor ejemplo de amor que he podido conocer, ella con mi padre… Me enseñó a darlo todo sin esperar nada a cambio, solo por amor. El amor más real puro e incondicional del mundo. Me enseñó el modo en que ese sentimiento tan bonito se convierte en una fuerza motriz para llevar los días con la alegría que ayuda a sobrellevar las vicisitudes de la vida y las zancadillas que te ponen los que mal te quieren. Me enseñó a ser fuerte frente a las adversidades, a no mentir ni hacer daño a nadie, a ser sincera, honesta, fiel a los valores y principios morales, en definitiva, a no devolver mal por mal, a perdonar y a agradecer por todo y por tanto, y siempre sonriendo a la vida por todo lo bueno que nos regala.

Ese mismo amor de entrega manifiesta que da pie a un sinfín de sacrificios y esfuerzos desinteresados todos y cada uno de ellos. El amor es el sentimiento capaz de mover montañas, de albergar toda la dedicación de una abnegada madre. Esa abundancia del corazón que se plasma en todo el afecto y cariño que colman mi alma desde que llegué a este mundo. Pero mi madre es también el mejor modelo de respeto. Ella me incluyó en su vida y yo la incluí en la mía, nos necesitábamos y estábamos la una para la otra, (hay hijos que no tienen en cuenta a su madre). Me enseñó que así debo ser en mi vida cotidiana: respetar, valorar, agradecer, ser empática con el más diverso entorno y dar lugar siempre al diálogo sincero para resolver las diferencias, y con aquellos que crean conflictos mejor alejarse: “Donde no puedas amar, no te quedes”. Pero bien sabe ella que en la actualidad sus hijos han arremetido contra una de su sangre y han ultrajado su memoria y su buen nombre, y debe ser su memoria la que restablezca el orden... 

Respeto, amistad, sabiduría, solidaridad, principios y valores es solo una parte de su inmenso legado. Toda esa herencia me hace sentir millonaria en cuerpo y alma. No hay ni habrá en el mundo mayor riqueza que estas. No hay mejor regalo que se le pueda dar a la humanidad que el que hace día a día una buena madre.

Definitivamente mi madre fue y es mi mejor ejemplo de vida: como hija, la mejor hija; como hermana, la mejor hermana; como esposa, la mejor esposa y como madre la mejor madre. Todo el que la conoció sabe de sus virtudes y de su gran corazón. Aun sin ni siquiera saberlo ni imaginarlo deposita en mí un sinfín de principios, valores y capacidades para mejorar mi presente y futuro. En mi día a día simplemente abundan las enseñanzas y aprendizajes maternas. 

“De todos los regalos que la vida tiene que dar, una buena madre es el más grande de todos”.

Desde que nací me regaló las más altas dosis de paciencia para con sus hijos. Me enseñó a perseverar ante cada traspiés o revés del destino. Me enseñó que Dios nos ama y de Él recibimos la gracia y las fuerzas para sostenernos en la vida. Me enseñó a creer y a soñar, aunque existen ladrones que nos quieren arrebatar la realidad.

Aprendí entonces que no existen imposibles y que, en suma, no hay nada como abrazar una causa y un deseo. El secreto no consiste en otra cosa que no sea la tenacidad. Otra clave sería confiar en uno mismo, en la fe y en el potencial que se esconde en nuestro corazón para alcanzar hasta aquellas metas que nos parecen inalcanzables.

Mi madre me demostró que la vida es una lucha; la única lucha que vale cada una de las batallas que libramos. Una pelea cotidiana que necesariamente debe encontrarnos de pie, como ella estuvo hasta el último día de su vida. Por todo lo que viví y aprendí junto a ella, sostendré que mi madre es y será la mejor madre y mi mejor ejemplo.

Con su ejemplo me ha enseñado a ser fuerte, aunque corra una lágrima, a tener paciencia con los desatinos de los hijos y perseverancia en los objetivos. Y frente a los contratiempos me alentó a sobreponerme para no sucumbir al desánimo, porque si nos dejamos doblegar por las circunstancias, nos vamos abajo y cuesta salir. Por el contrario, me ha hecho entender que todo, por difícil que sea tiene una solución. 

Mi madre es la persona que más admiro en el mundo. No solo me ha enseñado que el amor verdadero existe, sino que ha sido mi guía y mi ejemplo a seguir. Por ser como fue y es, por sus grandes valores, por ser una mujer valiente, una buena cristiana, una persona que supo sobreponerse a las adversidades… Y si bien, como cualquier humano tenía momentos de vulnerabilidad, siempre abrazada a la esperanza traía a sus ojos esos deseos de vencer y de salir adelante. Gracias mamá, porque todo esto se ha reflejado en mi forma de ver y asumir la vida y hoy puedo afrontar las dificultades con las fuerzas que recibí de ti.

Si supieras, mamá, que deseo con toda mi alma sentir tu presencia y darte un abrazo, un abrazo que no necesita palabras para recibir esa protección esa fuerza y ese amor que solo una madre alberga y puede regalar. Aunque ya no soy esa pequeña niña que se esconde bajo tu falda, aún puedo sentir por momentos esa fragilidad y la necesidad de tu compañía; esa necesidad de tenerte cerca y de sentir tu amor tan puro.

Mi madre ha estado a mi lado todos los días de mi vida, porque yo estuve al lado de la suya, y en mis angustias puedo escuchar su voz sosegada: “Hija, no te apures, las mejores cosas de la vida llegan cuando menos las esperas y cuando sientas que te ahogas, recuerda que Jesús camina sobre el agua; pon tu confianza en Él para que no desfallezcas”.

Si hay un amor que podamos llamar verdadero es el amor incondicional de una madre, un amor que a su vez es eterno e infinito. En realidad ser madre implica seguir los pasos de unos pequeños maestros, los hijos, hasta que se hacen grandes. Con solo existir y sin saberlo los hijos les enseña a amar de manera entregada. Porque las madres son las personas más fuertes del mundo. Su debilidad es su punto fuerte y este siempre será el amor hacia los que cada día encienden su corazón y sus ganas de vivir.

"Jamás en la vida encontraréis ternura mejor, más profunda, más desinteresada ni verdadera que la de vuestra madre". Honoré de Balzac.

Mamá, siempre estás presente en mi corazón; cierro mis ojos y me voy hasta ese lugar hermoso donde te encuentras para fundirnos en un abrazo y llenarte de besos amorosos que salen de mi alma... Y la Felicidad es mía porque te tengo como madre. 

Madre de mi alma, envíame tu bendición... ¡Te quiero mamá!


Fotografía: Internet

 

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