¿Qué es ser coherente? Una persona coherente es la que actúa
en consecuencia con las ideas que expresa.
La coherencia es la congruencia entre lo que piensas, lo que
dices y lo que haces. Y podemos agregar: lo que sientes.
Las personas coherentes son los que mantienen sus argumentos
tanto si le llevan a unas conclusiones que les benefician como si le llevan a
conclusiones que les perjudican.
Se denomina coherencia a la relación, conexión o unión de
unas cosas con otras, o aquello que interconecta o mantiene unidas las partes
de un todo. También se conoce la coherencia como la relación lógica y adecuada
que se identifica entre las distintas partes que conforman una totalidad.
Nos queda claro que la coherencia es la congruencia entre lo que dices, haces,
piensas y sientes; es decir, la actitud consecuente de una persona en relación
con una postura asumida anteriormente.
Ser coherente supone un aspecto muy positivo para el vínculo
con uno mismo, con el entorno y con los demás. Ya lo decía Gandhi: “La felicidad
consiste en poner de acuerdo tus pensamientos, tus palabras y tus hechos”.
En la coherencia reside nuestra verdad, nuestra paz interior,
el bienestar y nuestra felicidad. La incoherencia te aleja de la integridad y
es la puerta a la desconfianza, a la duda, a la decepción y la frustración. A
través de ella te sumerges en un espacio de pérdida, de sinsentido en la vida.
Si nuestra incoherencia no nos crea incomodidad, entonces es
posible que tengamos otros problemas diferentes, como falta de conciencia de un
problema, falta de disciplina, falta de autocontrol o falta de motivación.
Vivimos en un momento en el que los cambios a todos los
niveles se suceden a gran velocidad, generando un estrés y una gran
inseguridad. De modo que, evidentemente, bajo estas condiciones es muy difícil
ser coherente.
¿Qué conlleva ser coherente? Ser coherente con uno mismo es
saber en qué momento estoy y aceptar que mi momento no tiene por qué coincidir
con el de los otros, ni tan siquiera con el de la pareja.
Ser coherente conlleva trabajar para armonizar todo nuestro
ser, lo bueno y lo malo, nuestras virtudes y errores, nuestras fortalezas y
debilidades. En el momento que nos aceptamos tal cual somos, imperfectos,
impetuosos, impulsivos y que a veces actuamos distinto a como pensamos, nos
estamos reconociendo como seres humanos. A partir de aquí podemos comenzar a
establecer el principio de la coherencia.
Ser coherente consiste en convertir las limitaciones en
oportunidades y abrirnos a nuevas realidades y experiencias, colocándonos en
nuevas perspectivas.
Ser coherente es cuidar nuestras circunstancias con
dedicación y respeto, mientras, paralelamente desarrollamos nuestro respeto y
empatía por las circunstancias de los demás.
Ser coherente es asumir que la propia naturaleza de la
evolución humana tiene como recurso principal la relación con otros miembros de
la especie y con el entorno que nos acoge.
Ser coherente es aceptar que somos seres espirituales en
proceso hacia una mayor consciencia, aceptando la soledad individual y
sintiéndonos solidarios con aquellos que no pueden mirar dicho proceso
evolutivo por el miedo y el vértigo que les produce.
A la pregunta ¿hay que ser coherente en la vida o coherente
con las ideas y las acciones? Desde el coaching se define la coherencia como
el estado de armonía entre lo que pensamos, lo que decimos y nuestras acciones.
EL equilibrio entre el lenguaje, el cuerpo y nuestras emociones. Y debemos
saber que: lenguaje, cuerpo o emociones son los tres dominios de la coherencia.
Los tres están íntimamente ligados; si trabajamos uno de ellos veremos cómo los
otros dos se transforman. Por ejemplo: si cambiamos nuestros pensamientos sobre
nuestro trabajo modificara nuestro lenguaje y acciones relacionados al mismo.
Solo en estado de coherencia podremos lograr los objetivos y cambios que nos
propongamos.
Con nuestros actos reflejamos la coherencia. Al conversar con
otra persona solemos escuchar no sólo lo que dice, sino también cómo lo dice.
Hacemos un análisis de su tono de voz, su corporalidad y la emoción con que nos
habla, porque sus expresiones llevan mensajes que nos ayudan a detectar la
sinceridad de la persona, y a veces podemos descubrir ciertas contradicciones
que nos llevan a desconfiar de su integridad.
A veces sentimos que es más seguro callar que expresar
nuestros sentimientos más profundos, y realmente no podemos construir
relaciones auténticas y de confianza si no somos sinceros con el otro. La falta
de coherencia entre lo que sentimos y lo que hacemos también repercute en
nuestra salud y bienestar. Primero, es difícil que podamos sentirnos en paz
mientras no seamos coherentes con nosotros mismos. Esto produce un estado de
estrés permanente. La ciencia ha podido demostrar la relación entre el ser
incoherentes y la aparición de enfermedades. La física cuántica nos habla de
que somos creadores de nuestra realidad. La realidad no es algo “que está allá
afuera”, sino una creación que hacemos desde el observador que somos. Si
nuestro interior está en orden, si hay coherencia interna, es más probable que
vivamos una vida armoniosa y saludable.
Ser coherentes es una decisión. Lograr un estado de plenitud
dependerá de tus acciones y sólo lo lograras haciéndote responsable de ellas.
Si tomas la decisión de ser incoherente en tu vida, no hay nada de malo en
ello, pero debes aceptar las consecuencias que esto traiga.
La falta de coherencia es uno de los aspectos más
negativos en los vínculos: con uno mismo, con los demás, con el entorno en
general. Promueve la desconfianza, la duda siembra la decepción y la
frustración, y te sumerge en un espacio de sinsentido, motivado por
esa imposibilidad de ser íntegro.
La integridad humana se construye por tus valores, y la forma en que los ejercitas diariamente en tu hacer en el mundo, y una de sus herramientas es la coherencia, que es la concordancia entre lo que piensas, dices y haces. Cuando algo en esa cadena virtuosa está fuera de lugar, caes en la incoherencia, y así lo percibe tu alrededor, transformándote en alguien de poco fiar, inconsistente, maleable y manipulable, puesto que hoy piensas y dices una cosa y mañana haces otra distinta.
Sé coherente. Actúa conforme a tus valores, a tus metas y a
tu misión. No hay nada más desconcertante y desesperante que tratar con alguien
que dice una cosa y hace otra.
La coherencia ocupa los valores más profundos como la
honestidad, y también toca temas complejos como la religión y la política. Recordemos
que Jesús llamó hipócritas a la incoherencia de los fariseos, porque predicaban
una cosa y hacían la otra. No se puede decir quieres a un hermano y pateas al otro;
cuando abrazas a uno y empujas al otro, no puedes decir que eres un buen
hermano.
Debes tener claro aquello que es verdaderamente importante
para ti y después debes integrarlo a tu manera de actuar y de expresar para
mostrarte ante los demás. Sé esa persona que te gustaría tener a tu lado, que
admirarías y amarías por su integridad y su coherencia. No prediques una cosa y
hagas la contraria.
La autenticidad es la alineación de la cabeza, la boca, el
corazón y los pies- pensar, decir, sentir y hacer lo mismo- de forma coherente.
Esto genera confianza, y los seguidores aman los líderes que pueden confiar.
Cuando intentamos vivir de una manera poco auténtica, siempre
somos nuestra primera víctima, ya que, en definitiva, el fraude va dirigido
contra nosotros mismos. Nathaniel Branden.
Fotografía: Internet
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