sábado, 24 de diciembre de 2016

Cuento de Navidad

La abadía de Melk.


El juglar de Nuestra Señora

Cuenta una leyenda que, en el país que hoy conocemos como Austria, era costumbre que la familia Burkhard (compuesta por un hombre, una mujer y un niño) animase las ferias navideñas recitando poesías, cantando baladas de antiguos trovadores, y haciendo malabarismos que divertían a todo el mundo. Por supuesto, nunca sobraba dinero para comprar regalos, pero el hombre siempre le decía a su hijo:
—¿Tú sabes por qué el saco de Papá Noel nunca termina de vaciarse, con la de niños que hay en el mundo? Pues porque, aunque está lleno de juguetes, a veces también deben entregarse algunas cosas más importantes, que son los llamados «regalos invisibles». A un hogar dividido, él lleva armonía y paz en la noche más santa del año cristiano. Donde falta amor, él deposita una semilla de fe en el corazón de los niños. Donde el futuro parece negro e incierto, él lleva la esperanza. En nuestro caso, cuando Papá Noel nos viene a visitar, al día siguiente todos nos sentimos contentos por continuar vivos y por poder realizar nuestra trabajo, que es el de alegrar a las personas. Que esto nunca se te olvide.

Pasó el tiempo, el niño se transformó en un muchacho, y cierto día la familia pasó por delante de la imponente abadía de Melk, que acababa de ser construida.
—Padre, ¿recuerda usted que hace muchos años me contó la historia de Papá Noel y sus regalos invisibles? Creo que cierta vez yo recibí uno de estos regalos: la vocación de hacerme religioso. ¿Le contrariaría mucho a usted si en este momento diera el primer paso hacia lo que siempre he soñado?
Aunque la compañía de su hijo les hacía mucha falta, los padres comprendieron y respetaron su deseo. Llamaron a la puerta del convento, y fueron recibidos con generosidad y amor por los monjes, que aceptaron al joven Buckhard como novicio.

Llegó la víspera de la Navidad y, justamente ese día, se obró en Melk un milagro muy especial: Nuestra Señora, llevando al Niño Jesús en brazos, decidió bajar a la Tierra para visitar el monasterio.
Sin poder disimular su orgullo, todos los religiosos hicieron una gran fila, y cada uno de ellos se iba postrando ante la Virgen, procurando homenajear a la Madre y al Niño. Uno de ellos les mostró las bellas pinturas que decoraban el local, otro les llevó un ejemplar de una Biblia que había requerido cien años de trabajo para ser manuscrita e ilustrada, y un tercero recitó de corrido el nombre de todos los santos. Al final de la fila, el joven Buckhard aguardaba ansioso. Sus padres eran personas simples, y sólo le habían enseñado a lanzar bolas a lo alto para hacer con ellas algunos malabares.

Cuando le tocó el turno, los otros religiosos querían poner fin a los homenajes, pues el antiguo malabarista no tenía nada importante que decir, y podría dañar la imagen del convento. Sin embargo, también él sentía en lo más hondo una fuerte necesidad de ofrecerles a Jesús y a la Virgen algo de sí mismo. Avergonzado, sintiendo la mirada recriminatoria de sus hermanos, se sacó algunas naranjas de los bolsillos y comenzó a arrojarlas hacia arriba para atraparlas a continuación, creando un bonito círculo en el aire, al igual que solía hacer cuando él y su familia caminaban por las ferias de la región.
Fue sólo entonces cuando el Niño Jesús empezó a aplaudir de alegría en el regazo de Nuestra Señora. Y fue sólo a este muchacho a quien la Virgen María le extendió los brazos y le permitió sostener durante un tiempo al Niño, que no dejaba de sonreír.

La leyenda termina diciendo que, por causa de este milagro, cada doscientos años, un nuevo Buckhard llama a la puerta de Melk, y es admitido, y mientras permanece allí tiene el don de alegrar el ánimo de todos los que lo conocen.

Fdo. Paulo Coelho.

Este cuento me lo envió, Paulo Coelho, el 21 de diciembre de 2007. ¿Que cómo fue eso? Yo había leído varios de sus libros, y me puse en contacto con él a través del correo electrónico, para felicitarle por sus sabias historias. Lo que no esperaba, era que me contestara y menos que me enviara, como primicia, unos de sus cuentos. Copio el e-mail, que me envió:
Cuento de Navidad de Paulo Coelho – Espanha
Paulo Coelho
vie 21/12/2007
Conto de Natal 2007

Estimado lector,
En primer lugar, le deseo Feliz Navidad y Próspero Año Nuevo. Como forma de agradecer el apoyo recibido durante el año 2007, le estoy enviando un cuento de Navidad que escribí para las columnas periodísticas que publico en diarios de todo el mundo, tal y como ya hice el año pasado.

Un fuerte abrazo,
Paulo Coelho.
Unos días más tarde, yo le contesté lo siguiente:
Felicitación
Margarita Ojeda García
mié 26/12/2007

Quiero agradecerle y mostrarle mi alegría por la grata sorpresa que me ha producido su Felicitación Navideña, y además, su cuento de Navidad con un mensaje de esperanza, donde la humildad se convierte en grandeza.
Mis mejores deseos de Felicidad y Prosperidad y que sus libros sigan siendo el mejor amigo para pasar los mejores ratos.

Desde Gran Canaria (España), reciba mi afectuoso saludo,
Margarita Ojeda.

Fotografía: Dagget2, cc.

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