Dicen que no existe la falta de tiempo, que existe la falta de interés, porque cuando la gente realmente quiere, la madrugada se vuelve día, martes se vuelve sábado y un momento se vuelve oportunidad.
También dicen que quien mucho espera, se decepciona y sufre. Así que tenemos que revisar nuestras expectativas y meternos en la cabeza aquello de «no esperes nada de nadie, espéralo todo de ti». Porque las esperanzas y las expectativas son muchas veces —sino todas— la base de los fiascos emocionales y, por lo tanto, percibimos como falta de interés las actitudes de los demás. Cuando percibimos lo que los demás hacen o dicen como un fraude, realmente llegamos a sentir dolor. Un dolor emocional que a nivel cerebral se comporta de la misma forma que el dolor físico.
En este sentido cabe hacer un apunte importante y es que debemos darle al malestar psicológico la importancia que tiene. No se nos ocurriría ignorar fuertes punzadas en el estómago o un tremendo dolor de cabeza constante. Así que, ¿por qué deberíamos ignorar el dolor emocional? No podemos dejar que el tiempo lo cure sin más, tenemos que trabajar sobre él y extraer las enseñanzas que nos brinda del mismo modo que dejaríamos de tomar chocolate si descubrimos que es el causante de nuestro malestar estomacal.
Esto es muy importante porque socialmente se tiene la falsa creencia de que el malestar psicológico es signo de debilidad, pero al mismo tiempo se piensa que el tiempo cura todas las heridas, sin necesidad de desinfectarlas ni de poner vendas para evitar que sangre. Ojalá nadie tuviera que pasar por un sufrimiento gratuito, producido por la inquina o el despecho.
Verdaderamente todo lo que sangra, duele, y duele más cuando son familiares los que actúan a sabiendas para producir el mayor daño. Es muy doloroso ver que alguien que quisiste o quieres tenga la capacidad de sentirse bien haciendo mal. Aunque esa actitud deja claro, que tras ese proceder está un ser enfermo de envidia, obsesionado y con baja estima, porque nadie que tenga los sentimientos sanos sería capaz de levantar falsos testimonios ni mentiras sobre alguien de tu sangre, que nunca te ha hecho daño y que más bien te ha ayudado.
Dijo George Sand que: «El tiempo no duerme los grandes dolores, pero sí los adormece».
Nadie puede evitar el sufrimiento, aunque a veces podamos aliviarlos ayudados de la medicina o de nuestra propia fuerza interior. El dolor, duele, pero también nos fortalece.
Según Cesare Cantú: «El dolor tiene un gran poder educativo; nos hace mejores, más misericordiosos, nos vuelve hacia nosotros mismos y nos persuade de que esta vida no es un juego, sino un deber».
Pues vivamos, no es tiempo de dolor.
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