Muchas veces sentimos miedo de lo que podríamos ser capaces de hacer, y de lo que podrían pensar si lo intentamos. Dejamos que nuestros temores se apoderen de nuestras esperanzas. Decimos que no cuando queremos decir que sí, nos callamos cuando queremos gritar y gritamos cuando deberíamos cerrar la boca. ¿Por qué? Después de todo sólo vivimos una vez, no dejemos que el miedo se apodere de nuestro tiempo. Atrévete a realizar tus sueños y no te conformes con ser uno más. Nadie te ata ni te obliga… Sé tú mismo.
Muchas veces creemos en el destino y esperamos que las cosas pasen y nos olvidamos de lo más importante… ¡creer en nosotros mismos!
Nos conformamos en vez de arriesgar sin pensar, que cada día que pasa nunca volverá. Nada está escrito, nada está hecho, pues inténtalo, porque tus cualidades solo las podrás desarrollar tú.
Tenemos el poder cuando estamos decididos y convencidos, no hay obstáculo capaz de imponerse cuando de verdad queremos algo. Si queremos podemos llegar alto y hacer lo que sea. Sólo hay que proponérselo. Sólo falta que pierdas el miedo y tomes la mejor decisión.
¡Que el miedo no te paralice!
Menú navegación
miércoles, 30 de septiembre de 2015
martes, 29 de septiembre de 2015
El burro de Hakim
Hakim era un vendedor de sal en la antigua Bagdad y cada día iba al mercado con dos sacos que cargaba su burro. Un caluroso día al atravesar el río Tigris, el animal tropezó y se cayó al agua. Al salir Hakim vio que mucha sal se había disuelto y que la carga era, por tanto, más ligera para el burro. A partir de entonces le fue imposible evitar que cada vez que hacían el viaje el animal se metiera en el río arruinando parte de la carga. La situación se hizo insostenible porque sus ingresos empezaron a disminuir.
Ante este terrible problema, Hakim pensó en vender el burro y cambiar el medio de transporte, cosa que su familia no entendería porque el animal era parte de la familia; incluso, se planteó cambiar de trabajo. Al final se le ocurrió hacer una prueba. Cargó al burro como siempre y como de costumbre el animal acabó en el agua, pero esta vez lo que llevaba no era sal sino sacos de arena, de manera que cuando el burro intentó salir del río comprobó que los sacos pesaban mucho más. Así que, desde entonces el burro no volvió a zambullirse.
Y es que en situaciones difíciles la solución no está siempre en deshacerte de lo que causa el problema, sino mover adecuadamente algunas piezas y utilizar el ingenio.
viernes, 25 de septiembre de 2015
Pensamientos de vida
Le preguntaron a Mahatma Gandhi cuáles son los factores que destruyen al ser humano. Él respondió así:
La Política sin principios.
El Placer sin compromiso.
La Riqueza sin trabajo.
La Sabiduría sin carácter.
Los Negocios sin moral.
La Ciencia sin humanidad
y la Oración sin caridad.
La vida me ha enseñado que la gente es amable, si yo soy amable;
que las personas están tristes, si yo estoy triste;
que todos me quieren, si yo los quiero;
que todos son malos, si yo los odio;
que hay caras sonrientes, si yo les sonrío;
que hay caras amargas, si yo estoy amargado;
que el mundo está feliz, si yo soy feliz;
que la gente es enojona, si yo soy enojón;
que las personas son agradecidas, si yo soy agradecido…
La vida es como un espejo… Si sonrío, el espejo me devuelve la sonrisa. O sea, que la actitud que tome frente a la vida es la misma que la vida tomará ante mí.
¡EL QUE QUIERA SER AMADO, QUE AME!
La Política sin principios.
El Placer sin compromiso.
La Riqueza sin trabajo.
La Sabiduría sin carácter.
Los Negocios sin moral.
La Ciencia sin humanidad
y la Oración sin caridad.
La vida me ha enseñado que la gente es amable, si yo soy amable;
que las personas están tristes, si yo estoy triste;
que todos me quieren, si yo los quiero;
que todos son malos, si yo los odio;
que hay caras sonrientes, si yo les sonrío;
que hay caras amargas, si yo estoy amargado;
que el mundo está feliz, si yo soy feliz;
que la gente es enojona, si yo soy enojón;
que las personas son agradecidas, si yo soy agradecido…
La vida es como un espejo… Si sonrío, el espejo me devuelve la sonrisa. O sea, que la actitud que tome frente a la vida es la misma que la vida tomará ante mí.
¡EL QUE QUIERA SER AMADO, QUE AME!
lunes, 21 de septiembre de 2015
Historia de una princesa
Una princesa inteligente y hermosa, hija única del Emperador de China, vivía en el palacio real rodeada de una corte espléndida. Cuando le tocó casarse, de acuerdo con su padre decidió escoger esposo entre todos los jóvenes súbditos del imperio. Quería el hombre más hermoso, más valiente y más extraordinario de todo el imperio.
Se enviaron mensajeros a todos los rincones del país. Los jóvenes que creían reunir las cualidades requeridas deberían presentarse en el palacio en un día señalado.
En una lejana provincia del imperio vivía un hombre muy hábil; no era hermoso, sus rasgos duros revelaban claramente que era cruel y malvado, desconfiado y calculador. Era efectivamente un ladrón y asesino mas quería a toda costa someterse a la selección y se le ocurrió una idea para poder participar. Encargó al mejor fabricante de máscaras de China, una que expresara la máxima belleza.
En aquellos tiempos el arte de hacer máscaras estaba en su apogeo y el mismo ladrón quedó asombrado del resultado. En vez del rostro cruel y duro, sus rasgos eran gracias a la máscara, los de un hombre a la vez dulce y noble. Expresaban poder y dignidad, fortaleza y honradez, amor y servicio, ternura y alegría, así que no le resultó difícil quedar seleccionado.
Al verlo la princesa quedó impresionada, sin dudarlo lo escogió. Pero delicada como era, no quería obligar a nadie a ser su esposo a la fuerza. Lo llamó aparte. Nuestro hombre enmascarado se encontró frente a un dilema: ¿qué hacer?, decir que no a la princesa era denunciarse a sí mismo y ser ejecutado. Si se casaba sucedería lo mismo. Maldijo el día en que se le ocurrió lo de la máscara y se sintió confuso y entristecido. Pero un día le vino a la mente una idea: pedirle el plazo de un año para reflexionar. A la princesa esto le agradó sobremanera y aceptó. Aquel hombre demostraba prudencia e inteligencia.
¡Qué situación la de aquel hombre! No podía escapar.
Conocido en todas partes como el hombre más hermoso del imperio le tocó representar su personaje. Debía de ser valiente y cuidar cada palabra que pronunciara, mostrarse lleno de elegancia y delicadeza. Aprendió la bondad y generosidad que todos leían en su rostro. Comenzó a ser compasivo y piadoso, ayudaba y consolaba a los tristes, pero veía bien clara la diferencia entre su máscara y su corazón… ¡Imposible olvidar quién era! ¡Cuánta lucha… Cuánta tensión. Cuánta energía tenía que desplegar para desempeñar su papel de impostor! Su corazón se consumía.
Cuando la gente agradecía su proceder o le hacían alabanzas se sentía muy incómodo. Se horrorizaba de lo fácil que resultaba engañar a la gente, en aparentar sin ser.
El peor momento fue el de volver a ver a la princesa, su prometida. Decidió decirle toda la verdad y asumir las consecuencias, las que fuesen. Arrepentido se echó por tierra y lloró contándole su engaño:
—Soy un bandido y me hice esta máscara con la intención de pasear por el interior de este palacio y para contemplar a la princesa más famosa entre todas las mujeres del imperio. ¡Cuánto siento haber retrasado, durante un año, sus planes de matrimonio!
La princesa se enfadó mucho pero, se sintió picada por la curiosidad: «¿Qué tipo de hombre se ocultaba bajo aquella máscara?» Y le dijo entonces:
—Me engañaste, pero te pediré un favor y luego te dejaré marchar… ¡Quítate la máscara para poder ver tu verdadero rostro y después, desapareces!
Temblando de miedo el hombre se fue quitando la máscara. Los ojos de la princesa estaban fijos y expectantes al asombro. De pronto, con voz segura sin ocultar su enojo le dijo:
—¿Por qué me has engañado? ¿Por qué llevas una máscara que reproduce exactamente tu verdadero rostro?
El impostor, confuso y aturdido negaba con la cabeza, pues de su boca no lograba salir ni una palabra. La princesa mandó acercarle un espejo. ¡Era cierto! Su rostro había cambiado. Llevaba un año entero luchando y sufriendo por ser como su máscara, pero sin darse cuento lo había conseguido y se había transfigurado.
Su rostro se había identificado con su máscara y había llegado a convertirse en lo que intentaba ser. Y aquel hombre transformado, fue el mejor esposo y el mejor Emperador de la China que los siglos conocieron.
viernes, 18 de septiembre de 2015
Los dos sacos
Hay una antigua leyenda acerca de tres hombres, cada uno cargaba dos sacos sujetos a sus cuellos, uno al frente y el otro a la espalda. Cuando al primero de ellos le preguntaron que había en sus sacos, él dijo:
—Todo cuanto de bueno me ha dado la vida y mis amigos se halla en el saco de atrás, fuera de la vista, algo olvidado. El saco de enfrente contiene todas las cosas desagradables que me han sucedido y con frecuencia me detengo y dirijo mis pensamientos a todos y cada uno de los acontecimientos para poder examinar con detenimiento los pro y los contra de lo acontecido.
Este hombre, como consecuencia a estar siempre deteniéndose para reflexionar sobre las cosas desafortunadas que le habían sucedido en el pasado, no lograba avanzar.
Cuando al segundo hombre le preguntaron qué era lo que llevaba en sus dos sacos, él respondió:
—En el saco de delante están todas las buenas acciones que he hecho. Las llevo delante de mí y continuamente las saco y las exhibo para que todo mundo las vea. Mientras que el saco que llevo atrás contiene todos mis errores. Los llevo a donde quiera que voy. Es mucho lo que pesan y no me dejan avanzar con rapidez, pero por alguna razón no puedo desprenderme de ellos.
Y al preguntarle al tercer hombre sobre sus sacos, él contestó:
—El saco que llevo a la vista está lleno de maravillosos pensamientos acerca de la gente, los actos bondadosos que han realizado y todo cuanto de bueno he tenido en mi vida. Es un saco muy grande y está repleto, pero no pesa. Su peso es como las velas de un barco «lejos de ser una carga» me ayudan a avanzar. Por otra parte, el saco que llevo a mis espaldas está vacío, pues le he hecho un gran agujero en el fondo, y en él puse todo lo desagradable y lo malo que escuché de los demás así como todo lo malo que a veces pienso acerca de mí mismo. Pues, todo lo negativo se ha escapado por el agujero y se perdieron para siempre, de modo que ya no llevo peso que me haga más penoso el camino.
—Todo cuanto de bueno me ha dado la vida y mis amigos se halla en el saco de atrás, fuera de la vista, algo olvidado. El saco de enfrente contiene todas las cosas desagradables que me han sucedido y con frecuencia me detengo y dirijo mis pensamientos a todos y cada uno de los acontecimientos para poder examinar con detenimiento los pro y los contra de lo acontecido.
Este hombre, como consecuencia a estar siempre deteniéndose para reflexionar sobre las cosas desafortunadas que le habían sucedido en el pasado, no lograba avanzar.
Cuando al segundo hombre le preguntaron qué era lo que llevaba en sus dos sacos, él respondió:
—En el saco de delante están todas las buenas acciones que he hecho. Las llevo delante de mí y continuamente las saco y las exhibo para que todo mundo las vea. Mientras que el saco que llevo atrás contiene todos mis errores. Los llevo a donde quiera que voy. Es mucho lo que pesan y no me dejan avanzar con rapidez, pero por alguna razón no puedo desprenderme de ellos.
Y al preguntarle al tercer hombre sobre sus sacos, él contestó:
—El saco que llevo a la vista está lleno de maravillosos pensamientos acerca de la gente, los actos bondadosos que han realizado y todo cuanto de bueno he tenido en mi vida. Es un saco muy grande y está repleto, pero no pesa. Su peso es como las velas de un barco «lejos de ser una carga» me ayudan a avanzar. Por otra parte, el saco que llevo a mis espaldas está vacío, pues le he hecho un gran agujero en el fondo, y en él puse todo lo desagradable y lo malo que escuché de los demás así como todo lo malo que a veces pienso acerca de mí mismo. Pues, todo lo negativo se ha escapado por el agujero y se perdieron para siempre, de modo que ya no llevo peso que me haga más penoso el camino.
miércoles, 16 de septiembre de 2015
Exigimos recompesa
Una tarde un pequeño se acercó a su madre que preparaba la cena en la cocina y le entregó una hoja de papel en la que había escrito algo. Después de secarse las manos y quitarse el delantal ella leyó lo que decía la nota:
–Cortar el césped del jardín… 15.00
–Limpiar mi cuarto esta semana… 5.00
–Cuidar de mi hermano… 5.00
–Ir a la panadería… 0.50
–Sacar la basura toda la semana… 2.50
–Libreta con buenas calificaciones… 50.00
–Limpiar el patio… 5.00
–TOTAL ADEUDADO… 83.00
La madre lo miró fijamente mientras él aguardaba expectante. La madre tomó un lápiz y en el reverso de la misma hoja anotó:
–Por llevarte 9 meses en mi vientre y darte la vida… NADA
–Por la alegría y el amor de nuestra familia… NADA
–Por tantas noches de desvelos… NADA
–Por preocuparme y cuidarte cuando enfermas… NADA
–Por comida, ropa y educación… NADA
–Por tomar tu mano y darte apoyo… NADA
Cuando el niño terminó de leer lo que había escrito su madre tenía los ojos llenos de lágrimas. La miró a los ojos y le dijo:
—¡Te quiero mamá…!
Luego tomó el lápiz y escribió con letra muy grande: «TOTALMENTE PAGADO».
Muchas veces los mayores actuamos como niños, pretendiendo recompensa por las buenas acciones que hacemos. Se nos hace difícil entender que la mejor recompensa es el AMOR y para nuestra suerte es totalmente GRATIS.
lunes, 14 de septiembre de 2015
El sol y el viento
El sol y el viento discutían sobre cuál de dos era más fuerte. La discusión fue larga, porque ninguno de los dos quería ceder. Viendo que por el camino avanzaba un hombre, acordaron en probar sus fuerzas contra él.
—Vas a ver —dijo el viento— como con sólo echarme sobre ese hombre desgarro sus vestiduras.
Y comenzó a soplar cuanto podía, pero cuanto más fuerte soplaba el hombre más oprimía su capa y gruñendo contra el viento seguía caminando. El viento encolerizado descargó lluvia y nieve; ni con eso pudo detener al hombre que se aferraba a su capa. Entonces comprendió el viento que no era posible arrancarle la capa.
Sonrió el sol mostrándose entre dos nubes, recalentó la tierra y al hombre que se regocijaba con el dulce calor de su capa. Se la quitó y se la puso sobre el hombro.
—Ya ves —le dijo el Sol al Viento—, con la bondad se consigue más que con la violencia.
—Vas a ver —dijo el viento— como con sólo echarme sobre ese hombre desgarro sus vestiduras.
Y comenzó a soplar cuanto podía, pero cuanto más fuerte soplaba el hombre más oprimía su capa y gruñendo contra el viento seguía caminando. El viento encolerizado descargó lluvia y nieve; ni con eso pudo detener al hombre que se aferraba a su capa. Entonces comprendió el viento que no era posible arrancarle la capa.
Sonrió el sol mostrándose entre dos nubes, recalentó la tierra y al hombre que se regocijaba con el dulce calor de su capa. Se la quitó y se la puso sobre el hombro.
—Ya ves —le dijo el Sol al Viento—, con la bondad se consigue más que con la violencia.
viernes, 11 de septiembre de 2015
Dios está presente
Un hombre susurró:
—Dios, habla conmigo.
Y un ruiseñor comenzó a cantar, pero el hombre no oyó. Entonces el hombre repitió:
—Dios, habla conmigo.
Y el eco de un trueno se oyó… mas el hombre fue incapaz de oír. El hombre miró en derredor y dijo:
—Dios, ¡déjame verte!
Y una estrella brilló en el cielo… Pero el hombre no la vio. El hombre comenzó a gritar:
—Dios, muéstrame un milagro.
Y un niño nació… mas el hombre no sintió el latir de la vida. Entonces el hombre comenzó a llorar y a desesperarse:
—Dios, tócame y déjame saber que estás aquí conmigo.
Y una mariposa se posó suavemente en su hombro. El hombre espantó la mariposa con la mano y desilusionado continuó su camino, se sentía solo, triste y con miedo.
Estad atentos, porque Dios se muestra ante nosotros en cada obra de la vida; escucharlo y sentirlo depende de ti, de tu fe en su inmenso Amor.
—Dios, habla conmigo.
Y un ruiseñor comenzó a cantar, pero el hombre no oyó. Entonces el hombre repitió:
—Dios, habla conmigo.
Y el eco de un trueno se oyó… mas el hombre fue incapaz de oír. El hombre miró en derredor y dijo:
—Dios, ¡déjame verte!
Y una estrella brilló en el cielo… Pero el hombre no la vio. El hombre comenzó a gritar:
—Dios, muéstrame un milagro.
Y un niño nació… mas el hombre no sintió el latir de la vida. Entonces el hombre comenzó a llorar y a desesperarse:
—Dios, tócame y déjame saber que estás aquí conmigo.
Y una mariposa se posó suavemente en su hombro. El hombre espantó la mariposa con la mano y desilusionado continuó su camino, se sentía solo, triste y con miedo.
Estad atentos, porque Dios se muestra ante nosotros en cada obra de la vida; escucharlo y sentirlo depende de ti, de tu fe en su inmenso Amor.
jueves, 10 de septiembre de 2015
Decidir y ser constantes
En la pequeña escuelita rural había una vieja estufa de carbón muy anticuada. Un chiquito tenía asignada la tarea de llegar al colegio temprano todos los días para encender el fuego y calentar el aula antes de que llegaran su maestra y sus compañeros.
Una mañana, llegaron y encontraron la escuela envuelta en llamas. Sacaron al niño inconsciente más muerto que vivo del edificio. Tenía quemaduras graves en la mitad inferior de su cuerpo y lo llevaron urgente al hospital del condado.
En su cama, el niño horriblemente quemado y semiinconsciente oía al médico que hablaba con su madre. Le decía que seguramente su hijo moriría que era lo mejor que podía pasar, en realidad, pues el fuego había destruido la parte inferior de su cuerpo. Pero el valiente niño no quería morir. Decidió que sobreviviría, y para gran sorpresa del médico, sobrevivió.
Una vez superado el peligro de muerte, volvió a oír al médico decirle a su madre que, dado que el fuego había dañado gravemente las extremidades inferiores de su cuerpo, habría sido mucho mejor que muriera, ya que estaba condenado a ser inválido toda la vida, sin la posibilidad de usar sus piernas.
Una vez más el valiente niño tomó una decisión. No sería un inválido, caminaría, pero desgraciadamente de la cintura para abajo no tenía capacidad motriz. Sus delgadas piernas colgaban sin vida. Finalmente, le dieron de alta. Todos los días su madre le masajeaba las piernas, pero no había sensibilidad ni control, no obstante su determinación de caminar era más fuerte que nunca.
Cuando no estaba en la cama, estaba confinado en una silla de ruedas. Una mañana soleada, la madre lo llevó al patio para que tomara aire fresco. Ese día en lugar de quedarse sentado se tiró de la silla. Se impulsó sobre el césped arrastrando las piernas.
Llegó hasta el cerco de postes que rodeaba el jardín de su casa. Con gran esfuerzo se subió al cerco. Allí, poste por poste, empezó a avanzar por el cerco decidido a caminar. Puso todo su empeño y todos los días repetía el mismo recorrido, hasta dejar una pequeña huella junto al cerco. Nada quería más que darle vida a sus dos piernas.
Por fin, gracias a las oraciones fervientes de su madre y sus masajes diarios, su persistencia férrea y su resuelta determinación, desarrolló la capacidad, primero de pararse, luego de caminar tambaleándose y finalmente caminar sólo hasta correr.
Empezó a ir caminando al colegio, después corriendo por el simple placer de correr.
Más adelante, en la universidad formó parte del equipo de carrera sobre pista. Y aun después, en el Madison Square Garden, este joven que no tenía esperanzas de sobrevivir, que nunca caminaría, que nunca tendría la posibilidad de correr, este joven determinado, Glenn Cunningham, llegó a ser el atleta estadounidense que corrió el kilómetro más veloz el mundo.
miércoles, 9 de septiembre de 2015
Sopa de piedras
Un día llegó a un pueblo un viajero que, cansado y hambriento, pidió por las casas algo para comer. Pero todos le decían que no tenían nada. Entonces, el hombre fue a la plaza, sacó de su mochila unas piedras y dijo:
—Si tuviera una olla prepararía una sopa de piedras.
Todos empezaron a reírse, pero como sentían mucha curiosidad, le trajeron la olla más grande que encontraron y la pusieron en medio de la plaza. El viajero encendió un fuego, llenó el recipiente de agua y cuando empezó a hervir, puso las piedras. Tomó una cuchara de madera y la probó:
—¡Deliciosa! pero estaría más sabrosa si tuviera unas patatas —dijo.
Un anciano le trajo unas de su casa. El hombre probó de nuevo la sopa:
—Muy rica, pero si le echara un poco de carne, hasta los ángeles se chuparían los dedos —aseguró.
Una mujer corrió a su casa a buscarla. Y así se repitió con otros ingredientes, como verduras y sal.
Al cabo de un rato el viajero probó otra vez el caldo y exclamó:
—¡Creo que es la sopa de piedras más deliciosa que he probado en toda mi vida!
Entonces pidió platos y cucharas y todos los fueron a buscar a sus hogares y hasta trajeron pan y frutas. Luego se sentaron a disfrutar de la sopa. Habían entendido que con la cooperación, aunque sea a pequeña escala, se alcanzan resultados sorprendentes.
lunes, 7 de septiembre de 2015
Gotitas de agua llenas de amor
En un bosque de bambú se desató un gran incendio. Las llamas se alzaban a gran altura, y un pequeño Colibrí al ver la tragedia se fue al río, mojó sus alas y regresó sobre el gran incendio, agitándolas con la intención de apagar el fuego. Incesantemente iba y venía con sus alas cargadas de agua. Los otros animales observaban sorprendidos la actitud de la pequeña ave y le preguntaron:
—Oye, ¿por qué estás haciendo eso? ¿Cómo crees que con esas gotitas de agua puedes apagar un incendio de tales dimensiones? ¡Jamás lo podrás lograr!
El Colibrí con una gran ternura respondió:
—El bosque me ha dado todo, tengo un inmenso amor por él. Yo nací en este bosque que me ha enseñado el valor que tiene la naturaleza. Este bosque me ha dado todo lo que soy y tengo. Este bosque es mi origen y mi hogar, por eso y aunque no lo pueda apagar, si es necesario voy a dejar mi vida lanzando gotitas de agua llenas de amor.
Los otros animales, entendiendo el mensaje del Colibrí, se unieron a la hermosa tarea de salvar el bosque y entre todos lograron apagar el incendio.
Cada acción que con amor y entusiasmo emprendemos se reflejará en un mañana mejor. No escatimemos esfuerzo, porque cada gotita de agua tiene el poder de apagar cualquier fuego.
«No subestimes las gotas, porque millones de ellas forman un océano. Todo acto que con amor realizamos, más tarde o más temprano, regresará a nosotros multiplicado».
—Oye, ¿por qué estás haciendo eso? ¿Cómo crees que con esas gotitas de agua puedes apagar un incendio de tales dimensiones? ¡Jamás lo podrás lograr!
El Colibrí con una gran ternura respondió:
—El bosque me ha dado todo, tengo un inmenso amor por él. Yo nací en este bosque que me ha enseñado el valor que tiene la naturaleza. Este bosque me ha dado todo lo que soy y tengo. Este bosque es mi origen y mi hogar, por eso y aunque no lo pueda apagar, si es necesario voy a dejar mi vida lanzando gotitas de agua llenas de amor.
Los otros animales, entendiendo el mensaje del Colibrí, se unieron a la hermosa tarea de salvar el bosque y entre todos lograron apagar el incendio.
Cada acción que con amor y entusiasmo emprendemos se reflejará en un mañana mejor. No escatimemos esfuerzo, porque cada gotita de agua tiene el poder de apagar cualquier fuego.
«No subestimes las gotas, porque millones de ellas forman un océano. Todo acto que con amor realizamos, más tarde o más temprano, regresará a nosotros multiplicado».
viernes, 4 de septiembre de 2015
El amor se multiplica
En un supermercado estaba una madre con su niño pequeño y un señor se acercó sonriente y le dijo:
—La felicito, tiene un niño muy hermoso; se parece a uno de los míos.
—¿Cuántos tiene? —preguntó la joven madre.
—Cuatro —respondió satisfecho el caballero.
—¿Cuatro? ¡Uy! Yo no sabría cómo dividir el amor que le tengo a mi hijo con otros tres.
—Tranquila señora, la vida le enseñará que el amor nunca se divide; el amor se multiplica.
Sí, esa es la riqueza del amor, que suma y multiplica, en lugar de restar y dividir como el odio.
—La felicito, tiene un niño muy hermoso; se parece a uno de los míos.
—¿Cuántos tiene? —preguntó la joven madre.
—Cuatro —respondió satisfecho el caballero.
—¿Cuatro? ¡Uy! Yo no sabría cómo dividir el amor que le tengo a mi hijo con otros tres.
—Tranquila señora, la vida le enseñará que el amor nunca se divide; el amor se multiplica.
Sí, esa es la riqueza del amor, que suma y multiplica, en lugar de restar y dividir como el odio.
Suscribirse a:
Entradas
(
Atom
)