¿Qué es la compasión? La compasión, del latín cumpassio, es un sentimiento humano que se manifiesta a partir del sufrimiento de otro ser. Más intensa que la empatía, la compasión describe el entendimiento del estado emocional del otro y es con frecuencia combinado con un deseo de aliviar o reducir su sufrimiento.
Un claro ejemplo donde la compasión se manifiesta con plenitud es en la parábola del Buen Samaritano. Vemos que al sentimiento compasivo se le suman más virtudes humanas como la caridad, la piedad… El budismo ha hecho de este sentimiento su actitud espiritual propia, porque todo ser vivo merece la solidaridad de esta piedad cuidadosa.
La compasión es un compromiso con la vida. Es la pedagogía de Dios para convertirnos y humanizarnos, para poder acoger con ternura. No debemos confundir compasión con lástima, ya que no son lo mismo. La compasión enriquece porque va más allá de los acontecimientos y las circunstancias, centrándose en descubrir en las personas sus necesidades y padecimientos con actitud permanente de servicio.
Corren malos tiempos y vivimos pendientes de no ser engullidos y de sobrevivir. Estamos en alerta permanente para que no nos atropellen, porque la apisonadora del ‘poder’ es despiadada, fría y distante. Por tanto, la desconfianza se está adueñando de la sociedad y el panorama actual se nos antoja desapegado e indiferente. Prima el ‘yo’, fijar la mirada en un punto cercano a nosotros —la vista se va atrofiando y se enturbia— y al mirar a larga distancia la vista sigue borrosa y distorsionada. La perspectiva lejana te desconecta de la realidad y, aunque percibas su crudeza, se pierden los resortes que hacen saltar los sentimientos empáticos que nos unen para ayudar a soportar las peores penurias y pesadillas que, gratuitamente, nos han endosado los despiadados ‘poderosos’. Ellos han arramblado con todo y nos han dejado a la intemperie, sin techo, sin comida, sin protección y sin esperanza…
Quienes han llevado el país a la catástrofe son gente sin compasión. Quienes no respetan ni aman a sus padres, son gente sin compasión. Quienes calumnian para hacer daño, son gente sin compasión. Pues para toda esa gente despiadada y sin compasión hay esperanza de que puedan recuperar ese sentimiento humano.
Al parecer, según un estudio, el cerebro humano puede ser entrenado para la compasión. Dicho estudio revela que este sentimiento humano es como un ‘músculo’ que se activa con entrenamiento y se fortalece.
Hasta ahora, poco se sabía sobre el potencial humano para cultivar la compasión, pero un nuevo estudio realizado por investigadores del ‘Center for Investigating Healthy Minds’ de la Universidad de Wisconsin-Madison, en Estados Unidos, ha demostrado que los adultos pueden ser entrenados para ser más compasivos. La investigación, publicada por la revista ‘Psychological Science’, analizó si dicho entrenamiento podía provocar una conducta más altruista y cambios en los sistemas neuronales subyacentes a la compasión.
Las evidencias obtenidas señalan que sí se puede aprender a ser solidarios y compasivos a través de la meditación compasiva, una técnica budista que consiste en visualizar el sufrimiento de otros e interiorizarlo con la respiración, para luego realizar una exhalación visualizando que se proporciona bienestar a los seres vivientes. Al mismo tiempo que imaginan que eliminan el sufrimiento, repitieron frases que ayudaban a centrarse en la compasión como «libérate del sufrimiento, para que obtengas alegría y alivio».
En la práctica van visualizando con diferentes categorías de personas, primero con un ser querido, después con un extraño y por último, con alguien con quién estuvieras en conflicto, un familiar o un amigo, y los resultados demuestran que la compasión se puede estimular.
Podemos decir que si alguien no tiene compasión puede aprender a sentirla. Sí. Los investigadores indican que «podemos sacar partido a la plasticidad de nuestro cerebro y entrenarlo para lograr estas cualidades, que además pueden ser útiles para prevenir la depresión». Sin embargo, los autores están especialmente interesados en enseñar estas tácticas de meditación a los adolescentes, ya que consideran que es una buena aproximación para evitar las agresiones y la violencia.
Muchas tradiciones y culturas utilizan la compasión y la amabilidad para aliviar el sufrimiento del prójimo a través de técnicas que incluyen entrenar la concentración, practicar la generosidad, estrategias cognitivas y la visualización del dolor ajeno. Este proceso requiere años de entrenamiento. Lo primero que recomiendan los expertos es concentrarse en desear el bien a los seres queridos, para después extender estos sentimientos a toda la humanidad sin pensar en nadie en concreto.
Para calibrar si hay que modificar hábitos emocionales, debemos examinarnos y observar cómo reaccionan nuestros sentimientos frente al sufrimiento de otro ser y ver si se despierta el deseo de aliviar o reducir el dolor de nuestros semejantes. Si no es así, debes revisarte, y no digamos cuando, a sabiendas, inventas historias cargadas de mentiras para perjudicar: en esos corazones no sólo no hay compasión, sino que están poseídos por los demonios que los arrastran, cargados de envidias y rencores, a albergar odio capaz de destruir los más nobles sentimientos, y entre más daño ocasionan a sus congéneres, mayor es su satisfacción, y más aún cuando pueden contagiar su rabia.
Este tipo de persona ‘tóxica’, entre más lejos, mejor. La pena es que se descubren cuando ya han ocasionado mucho sufrimiento y, a lo peor, ya no habrá manera de que recuperen la compasión.
Decía, Epicteto: «No tengas sólo piedad de los ciegos y de los tullidos; tenla también de los malvados, que tienen la desdicha de ser inválidos de espíritu».
La compasión es el sentimiento de conmiseración, pena o lástima hacia quienes sufren calamidades o desgracias. Aunque no se puede sentir lo mismo que aquel que sufre, podemos acompañarlo en su sufrimiento porque nos sentimos apenados. La compasión es considerada uno de los sentimientos más humanos que pueden existir ya que significa que una persona puede, incluso involuntariamente, acercarse a otro que sufre o que está angustiado sin necesariamente pasar por la misma situación.
«Humana cosa es tener compasión de los afligidos; y esto, que en toda persona parece bien, debe máximamente exigirse a quienes hubieron menester consuelo y lo encontraron en los demás».
Giovanni Boccaccio.
La humanidad: una parte es despiadada y otra compasiva. Lo malo es cuando topas con despiadados… Aun así, digo como San Francisco de Asís: «Señor, hazme instrumento de tu Paz. Donde haya odio déjame mostrar amor, donde haya heridas, perdón».
Fotografía: Leonard J Matthews, cc. Desaturada de la original.
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